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Lo que se han dicho Maduro y Trump a través de los años
03:17 - Fuente: CNN
CNN Español  — 

Tras la toma de posesión de Nicolás Maduro para un tercer mandato en un contexto plagado de controversia —debido a que el Gobierno nunca presentó las actas detalladas que respaldan su victoria electoral—, se espera ahora la juramentación de Donald Trump, quien asumirá la presidencia de Estados Unidos con una diferencia de apenas días, abriendo un nuevo periodo en las relaciones entre ambos países.

Mientras que algunos expertos consideran que Trump sostendrá su política de máxima presión hacia Venezuela, otros esperan un segundo mandato con un foco más pragmático, en el que se busque algún tipo de acuerdo con el Gobierno de Venezuela.

La semana pasada, ante una convocatoria a manifestar en toda Venezuela en protesta por la investidura de Maduro, Trump escribió un mensaje en el que reconoció al opositor Edmundo González Urrutia como “presidente electo”, y pidió por la seguridad de él y de María Corina Machado.

Sin el reconocimiento de Trump a Maduro, entonces, reina la incertidumbre en torno a cómo será el vínculo entre ambos, aunque las relaciones entre ambos tienen un antecedente directo mque podría ofrecer algunas claves de lo que sucederá en los próximos cuatro años.

Un primer mandato marcado por las tensiones

El primer mandato de Trump como presidente de Estados Unidos (2017-2021) ha sido uno de los puntos bajos entre ambos países, donde se profundizó la mala relación que ya existía entre Washington y Caracas.

Aunque las primeras sanciones a personas de Venezuela datan de 2015 —bajo la administración de Barack Obama — en agosto de 2017 el Gobierno de Trump buscó sumar presión sobre Venezuela a través de sanciones económicas que prohibían a los bancos de EE.UU. comprar bonos del Gobierno venezolano y su compañía estatal petrolera, Pdvsa. La orden de Trump también limitaba las transacciones con bonos existentes propiedad del sector público venezolano.

Pero la mayor crisis llegó en 2019, después de las ampliamente cuestionadas elecciones presidenciales de 2018, las cuales fueron calificadas de “farsa” por el entonces secretario de Estado Mike Pompeo, y cuyos resultados no fueron reconocidos por gran parte de la comunidad internacional.

En enero de 2019, Washington reconoció a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, anunció sanciones contra Pdvsa y, más tarde, suspendió todos los vuelos comerciales entre ambos países. Maduro, por su parte, decidió romper relaciones diplomáticas con el Gobierno de Estados Unidos y dio a los funcionarios estadounidenses 72 horas para abandonar el país.

En ese momento, Estados Unidos suspendió las operaciones de su embajada en Caracas, aunque en agosto de 2019, según el departamento de Estado, abrió una Unidad de Asuntos de Venezuela ubicada en la Embajada de Estados Unidos en Bogotá, Colombia.

Trump, ante el dilema de qué hacer con Venezuela en su segundo mandato

Cuando tome posesión el próximo 20 de enero, Trump asumirá la administración de un país que ya reconoció formalmente al líder opositor venezolano Edmundo González como presidente electo de Venezuela, aunque eso no lo salvará de posicionarse ante un dilema escabroso: si opta por mantener una línea dura como en su primer mandato o si, en cambio, elige un enfoque más pragmático.

Maduro, por su parte, parece querer entablar algún tipo de diálogo que permita mejorar la relación entre ambos países, o al menos evitar que ésta empeore. Así, un día después de las elecciones que resultaron con un triunfo de Trump, Maduro planteó la posibilidad de “un nuevo comienzo” en las relaciones bilaterales.

“Este es un nuevo comienzo para que apostemos a ganar-ganar y le vaya bien a Estados Unidos, le vaya bien a Venezuela y siempre abogamos para que le vaya bien a América Latina y el Caribe”, dijo en ese momento durante un programa especial en la televisora estatal VTV.

Michael Shifter, expresidente de Diálogo Interamericano y profesor adjunto de la Universidad de Georgetown, cree que hay elementos para pensar que, esta vez, Trump buscará llegar a algún tipo de acuerdo con el Gobierno de Maduro aplicando un enfoque más transaccional.

“El primer punto es que su política de línea dura del primer mandato fue un fracaso y él no parece interesado en negarlo”, indica Shifter. “En segundo lugar, porque me consta que hay varios venezolanos aquí en Washington, vinculados a la oposición, que tienen contacto con el equipo de Trump y que saben que el Gobierno entrante está evaluando esa opción”.

El presidente venezolano Nicolás Maduro (C) y el presidente del Parlamento Diosdado Cabello (2-izq) son vistos entre otras autoridades e invitados durante el congreso anual del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) el 31 de julio de 2014, en el Cuartel de la Montaña de Caracas, donde reposan los restos del expresidente venezolano Hugo Chávez (en pantalla).

Según Shifter, Trump va a buscar un acuerdo con Maduro mientras refuerza una retórica dura contra el Gobierno. “Por ejemplo, podría alcanzar un acuerdo sobre migración, que permita la deportación de los venezolanos que estén en EE.UU. ilegalmente, y presentarlo ante la sociedad como un gran triunfo. Y Maduro podría acceder a esto a cambio de un relajamiento de las sanciones o a cambio de inversiones”.

Sin embargo, una de las señales que podrían indicar que Trump tiene planes contrarios es la designación como secretario de Estado de la próxima administración a Marco Rubio, un crítico declarado de Venezuela y de Maduro.

En 2022 Rubio solicitó que se pidiera a Interpol que emitiera una alerta roja para la búsqueda y captura de Maduro, después de afirmar que el mandatario debía ser llevado a juicio. “Maduro es un criminal acusado de aliarse con organizaciones terroristas para usar drogas ilegales como armas contra Estados Unidos”, escribió entonces su cuenta de Twitter. En 2024, Rubio dijo que las elecciones de julio en Venezuela habían sido una “farsa” y aseguró que Maduro se robó la elección.

Shifter afirma que Rubio podría jugar un rol clave en la retórica antichavista del gobierno entrante pero que, como varios han dicho, lo más probable es que Trump sea “su propio secretario de Estado”. Así lo ha demostrado esta semana con sus declaraciones sobre tomar el control de Groenlandia y el canal de Panamá.

Beningo Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello, opina que Trump no tiene otra opción que continuar con su política de línea dura hacia Venezuela.

“Basándome en sus propias declaraciones, en su entorno y en la posición de personalidades como la de Marco Rubio, me cuesta imaginar que Trump busque hacer las paces con Maduro”, indicó a CNN.

Y aunque coincide con Shifter en que es posible que Trump no tenga un balance positivo de lo ocurrido durante su primer mandato con respecto a Venezuela, no cree que eso sea suficiente para un cambio de política.

“No creo que ahora Trump adopte una línea incoherente con su discurso y con su política anterior. Veo a personas como (Christopher) Landau, como (Mauricio) Claver-Carone, o como (Marco) Rubio, que fueron los autores de la política de 2019 de máxima presión sobre Venezuela y que están nuevamente en el Gobierno ahora”, dijo Alarcón.

Finalmente, también cuestiona la conveniencia de un acuerdo Trump-Maduro: “El problema es que la raíz de la emigración de venezolanos es el mismo Maduro, reforzarlo en el cargo no resolverá el tema”.

Cuando restan días para la toma de posesión en EE.UU., es posible que Trump ya tenga estas alternativas —y sus costes— sobre la mesa.