(CNN Español) – El candidato de izquierda Gustavo Petro ganó las elecciones en Colombia al lograr más de 11 millones de votos en la segunda vuelta presidencial realizada el 19 de junio, según los resultados de la Registraduría. Asumirá su cargo este domingo.
Nacido en 1960 en Ciénaga de Oro, Córdoba, en el norte de Colombia, Petro se lanzó por tercera vez a la presidencia como candidato oficial de la izquierda. Tiene el reto de dejar atrás la imagen de sus opositores de ser un líder de ideas y actitudes recalcitrantes, y de tratar de unir a los sectores progresistas para gobernar el país.
Durante su campaña, Gustavo Petro cargó a cuestas el lastre de haber sido integrante de un grupo guerrillero que propició una de las peores tragedias de la historia del país, la toma del Palacio de Justicia (a pesar de no haber participado directamente), pero a la vez de ser uno de los líderes políticos más importantes de la historia reciente de Colombia.
Petro se define como un líder de izquierda “progresista” en un país altamente tradicional y de derecha. Propone hacer “girar la economía alrededor de la vida”, apostarle a la riqueza natural y a la protección del medio ambiente, así como “profundizar la democracia”, y hacer una estructura económica “que se base en la producción y no en la extracción”, según dijo en una entrevista a CNN en julio de 2021.
“No es posible una América Latina —llámela usted de izquierda o de derechas— que viva de sacar gas, petróleo o cobre. La única posibilidad de un desarrollo sostenible en América Latina es el conocimiento, es la producción”, dijo a CNN en julio de 2021.
A la campaña de 2022, el líder de izquierda llegó acercándose a sectores impensables para sus campañas anteriores como el pastor evangélico Alfredo Saade, quien participó en la consulta del Pacto Histórico.
Dos políticos tradicionales, que a principios de siglo fueron adeptos a Álvaro Uribe y luego a Juan Manuel Santos, fueron dos de los mayores alfiles de Petro en esta nueva campaña: Armando Benedetti (actual senador, elegido en 2020 por el Partido de la U) y Roy Barreras, antes senador del Partido de la U y ahora senador electo por el Pacto Histórico en 2022.
La imagen de Gustavo Petro en Colombia
Petro representa uno de los extremos políticos antagonistas del expresidente Álvaro Uribe Vélez, una polarización de la que muchos dicen estar cansados, según señalaban encuestas del momento cuando había una disposición hacia el voto en blanco de cara a la segunda vuelta en 2018. Y la fuerza que le dan sus millones de electores tiene contrapeso en sectores que prefieren votar por la derecha porque ven en Petro una amenaza al statu quo.
“Colombia es un país muy conservador en donde de alguna manera existe la idea colectiva de que un gran cambio es un salto al abismo”, dijo a CNN Jorge Andrés Hernández, analista político basado en Bogotá y autor del podcast Política y Tabú, semanas antes de las elecciones de segunda vuelta.
A Petro sus contradictores lo han tildado de populista y autoritario. Durante la campaña política de 2018, los miembros del partido Centro Democrático (del presidente saliente Iván Duque) decían que, bajo su eventual Gobierno, Colombia correría la misma suerte que Venezuela. Los sectores más radicales de la derecha han caracterizado su imagen como de comunista, aunque él se defina como de izquierda progresista. Y además de que representa el cambio no solamente hablando de posibles reformas sociales y económicas, también existe toda una serie de conspiraciones a su alrededor, según explican los analistas consultados.
Según Jorge Andrés Hernández, hay todo un hilo de propaganda muy fuerte contra Petro impulsado por sectores más conservadores y tradicionales como las iglesias evangélicas que dicen que Petro “va traer el homosexualismo, va a traer el comunismo, va a traer a Satanás”, algo que son puras “teorías conspirativas de temor al cambio”, explicó Hernández.
Y Petro, al igual que su némesis, el expresidente Uribe, es un político de amores y de odios.
“Él genera pasiones viscerales encontradas: hay gente que lo idolatra a muerte, que lo adora, y hay gente que lo odia con todas las entrañas”, añadió el analista.
El ahora presidente electo no ha estado libre de polémicas dentro de su mismo movimiento, en particular con el sector feminista que lo ha criticado por no sancionar comportamientos machistas dentro de sus filas y por criticar el movimiento feminista, cuando aseguró en el diario El País de España que este movimiento “se ha quedado con la vieja izquierda tradicional en la esfera intelectual de la gran ciudad, sin vinculación con la población”. Sin embargo, Petro ha dicho después que “el feminismo es futuro, país y camino hacia el cambio”. Después de su victoria, Petro ha prometido un gobierno paritario, aunque no ha escapado de las críticas de los feminismos que quieren ser parte activa de su gobierno.
La carrera política de Petro
La política ha sido transversal a Gustavo Petro. A sus 62 años recoge un paso por la vida pública que lo ha llevado a ser personero y concejal de Zipaquirá, guerrillero, representante a la Cámara, agregado de la embajada de Colombia en Bélgica, alcalde de Bogotá y senador de Colombia durante dos periodos. Ahora llegó a la cúspide de su carrera política al ser elegido presidente de Colombia.
Petro es metódico al hablar. Estoico, pausado, teórico. Hay quienes lo califican como orgulloso, autosuficiente, engreído, y sus enemigos políticos lo han comparado con los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez y Nicolás Maduro y, hasta lo han señalado de ateo (a pesar de que ha dicho que cree en Dios)para alejarlo de los votantes en un país mayoritariamente católico.
A Petro sus rivales políticos lo siguen estigmatizando por su paso por la guerrilla del M-19, una guerrilla urbana de origen socialista, a la que se unió en su juventud. El M-19 dio muchos golpes de opinión como el robo de las armas del Ejército del Cantón Norte (1978), una fortaleza militar, a través de un túnel, y en un acto “simbólico”, recuerda Petro”, el M-19 robó la espada de Bolívar.
“¿De quién era la espada?”, recuerda Petro. “La espada no era ni más ni menos que del pueblo. Y estaba realmente secuestrada”, dijo en una entrevista con la periodista Carolina Sanín en el programa de televisión Mesa Capital. El día de la firma del acuerdo de paz con el M-19 en 1990, el grupo guerrillero devolvió la espada de Bolívar.
Pero ese grupo, el M-19, fue el mismo que se tomó el Palacio de Justicia el 6 de noviembre de 1985 en el centro de Bogotá. Durante dos días, los insurgentes retuvieron a 350 rehenes, entre magistrados, empleados judiciales y visitantes.
Tras el operativo militar para retomar el control del edificio murieron 98 personas y 11 más fueron declaradas como desaparecidas. Pero Petro ha sostenido que él no participó en esta toma, pues él estaba detenido por el Ejército.
“Cuando sucedieron los hechos de la toma violenta al Palacio de Justicia y la retoma aún mayor, mucho más violenta del Estado del Palacio de Justicia, yo estaba siendo torturado en una caballería del Ejército en la ciudad de Bogotá. Era un muchacho en aquel entonces y fui a parar a la cárcel después de la tortura”, dijo Petro a CNN anteriormente.
Luego de desmovilizarse del M-19, Petro fue asesor de la Gobernación de Cundinamarca y representante a la Cámara en los años 90. Por motivos de seguridad tuvo que exiliarse y fue nombrado diplomático por el gobierno de Samper en 1994 y tuvo un intento fallido para ser alcalde de Bogotá en 1997. Más adelante, logró ser elegido representante a la Cámara en 2002. En 2006 dio el paso al Senado por el partido Polo Democrático Alternativo.
La alcaldía de Bogotá y el resurgir de Petro
Tras años en el Senado, Petro sigue siendo reconocido como uno de los congresistas más destacados del país luego de destapar escándalos atroces como la ‘parapolítica’ (inflitración de paramilitares en la política) y los llamados falsos positivos (asesinatos extrajudiciales por parte del Ejército), en 2011 gana las elecciones para la alcaldía de Bogotá.
Tras una investigación disciplinaria por el manejo de una crisis relacionada con el sistema de recolección de basuras en la ciudad, fue destituido por la Procuraduría por 15 años para ejercer cargos públicos en 2013.
“Básicamente yo me muevo entre o que me destituyen o que me revocan o que me ponen preso. Total es que no existe un mensaje en el sentido de que pueda gobernar”, dijo Petro a CNN en Español en ese entonces.
Pero lo que podría leerse como una “muerte política”, le dio a Petro un impulso popular que dejó imágenes muy recordadas, con el alcalde defendiese en plaza pública y una multitud llenando la Plaza de Bolívar en el centro de Bogotá.
“Eso era algo que no veíamos hacía décadas en Colombia”, dijo el analista Jorge Andrés Hernández. “Y yo creo que comenzó a configurar la imagen de este político como un perseguido por el establecimiento, como un perseguido por la clase política (tradicional) y en este caso también en el Estado”.
Hernández apunta a que la victoria jurídica internacional ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que ordenó su restitución como alcalde de Bogotá en 2014, le permitió catapultarse como el líder de izquierda que se ha construido hasta hoy.
Un cambio de tono entre 2018 y 2022
Petro fue el segundo candidato más votado en 2018 frente a Iván Duque, en una campaña altamente polarizada en la que muchos eligieron no alinearse con ninguno de los dos candidatos que representaban los extremos. Muchos otros, con el miedo de “ser como Venezuela” como decía la campaña del Centro Democrático, votaron en contra de Petro, apoyando a Duque, actual presidente de Colombia.
Sin embargo, en esta campaña, Petro mostró un tono más moderado, criticado por muchos de sus filas, por unirse con políticos tradicionales que manejan las llamadas maquinarias políticas.
Y eso se debe, según Hernández, al intento que hizo Petro por llamar a más sectores y lograr un consenso de cara a una posible segunda vuelta, en la que salió victorioso este domingo.
Ahora, de cara a su gobierno, Petro ha hecho un llamado a un Acuerdo Nacional en el que ha invitado a todos los partidos, independientemente del espectro político, para alcanzar consensos previos para hacer reformas de fondo.
Este contenido fue publicado el 14 de marzo y actualizado el 19 de junio.