Por Peter Shadbolt
(CNN) — Un año después del terremoto y el tsunami que afectó principalmente a la prefectura de Fukushima, en el noreste de Japón, donde alguna vez hubo bulliciosos pueblos pesqueros, ahora hay paisajes urbanos vacíos que recuerdan a un enorme estacionamiento. En algunos lugares, sólo quedan los cimientos, como testimonio de la peor catástrofe que sufrió el país.
Los 12 meses que han transcurrido desde que el terremoto de 9 grados desencadenara un tsunami que arrasó las ciudades de las prefecturas de Fukushima, Iwate y Miyagi se han protagonizado por el gaman, la palabra japonesa para referirse a la templanza.
El terremoto y tsunami se cobró las vidas de 15.848 personas y aún hay una lista de 3.305 desparecidos, según las cifras más recientes de la policía japonesa. Los refugios aún luchan para dar asilo a los 341.411 evacuados del desastre inmediato y la crisis nuclear subsecuente en la planta nuclear Daiichi en Fukushima.
El desastre nuclear de Fukushima, que se compara con Chernobyl por su gravedad, podría tardar hasta 40 años en ser controlado por completo. En términos económicos, el gobierno japonés estima que los daños materiales por sí solos podrían costar hasta 300,000 millones de dólares. La industria pesquera de la región, uno de los pilares económicos de la zona, fue diezmada por el tsunami.
Se calcula que el 90% de las 29,000 embarcaciones pesqueras de las prefecturas de Miyagi, Iwate y Fukushima se perdieron o dañaron en el tsunami, y se reportó a 440 pescadores como muertos o desaparecidos. Los daños en la industria pesquera de las prefecturas se calculan en 5,000 millones y se cree que tomará entre tres y 10 años levantarla.
Para la recién creada Agencia para la Reconstrucción, a la que el gobierno ha llamado “la torre de control” de la recuperación, la magnitud del trabajo de limpieza es aún abrumadora un año más tarde. “El problema más serio es cómo manejar las enormes cantidades de escombros”, dijo al diario Yomiuri Shimbun el secretario parlamentario para la reconstrucción, Kazuko Kori.
La prefectura de Miyagi tiene 15.69 millones de toneladas de escombros, el equivalente a 19 años de desechos en general, según las cifras del Ministerio Ambiental de Japón. Según el gobernador de Miyagi, Yoshishio Murai, se requiere del esfuerzo de 1,000 trabajadores diarios simplemente para clasificar el material. Aún se llevan a cabo trabajos de demolición de casas e instalaciones dañadas por el tsunami, y la agencia informa que el 1 de febrero de este año sólo el 43% de los escombros resultantes han sido trasladados a sitios de almacenamiento temporal.
Un portavoz de la agencia declaró que hay otros retos, incluyendo la reconstrucción de áreas residenciales en tierras más altas, la creación de empleos para quienes los perdieron como resultado del tsunami y el apoyo psicológico para las víctimas en la región del tsunami o Tohoku, como se le llama en japonés.
Mientras se espera que la agencia acelere el proceso de reconstrucción, muchos aún se preguntan por qué se ha creado casi después de un año. El gobernador de Fukushima, Yuhei Sato, dijo recientemente a los medios japoneses que la nueva agencia era “un avance”. Sin embargo, agregó: “Desde la perspectiva de las víctimas, no puedo evitar preguntarme: ‘¿No pudieron haberla creado más rápido?’”
El esfuerzo oficial ha sido respaldado por cientos de organizaciones de voluntarios, que han hecho de todo, desde limpiar escombros hasta proporcionar asesoría psicológica.
Los legisladores japoneses están divididos con respecto a la viabilidad económica de la reconstrucción de ciudades e infraestructura. Algunos dicen que es momento de abandonar las ciudades y poblados a lo largo de una franja costera que ha registrado tantos tsunamis a lo largo de los siglos a la que se conoce como el Callejón del Tsunami.
“Una de las dificultades con las que nos enfrentamos es su esfuerzo para reconstruir estas ciudades a como estaban antes del desastre, además del asunto de la tierra y los derechos de propiedad”, dijo un vocero de la Agencia Para la Reconstrucción.
Satoshi Ito, gerente del hotel Horaikan Inn en Kamaishi, ciudad afectada por el tsunami, dijo que su negocio reabrió el 5 de enero. Aunque tomó 10 meses reconstruir los pisos bajos dañados de su hotel, se considera uno de los afortunados. “El resto del pueblo está progresando lentamente”, dice Ito. “Cuando miro a mi alrededor, no hay nada. No hay casas ni edificios”.