Nota del Editor: Se cumple un nuevo aniversario del asesinato de la superestrella latina, recordado en todo el mundo con un solo nombre: Selena. Cuando fue asesinada a tiros por la presidente de su club de seguidores, los titulares hablaron de una cantante mexicana, de 23 años de edad, que estaba a punto de convertirse en estrella del pop estadounidense. Sin embargo, la verdad resultó ser que la mujer considerada la “Reina de la Música Tejana”, y su esposo, Chris Pérez, fueron niños estadounidenses criados en Texas, que hablaban inglés y no español.
“Para Selena, con amor”, de Chris Pérez, es un nuevo libro escrito por el esposo de Selena y publicado por Celebra. A continuación, un fragmento que describe cómo la joven pareja luchaba para dominar el español.
“México era el lugar lógico para comenzar nuestra campaña publicitaria internacional. Ya teníamos una base de fans allí, y nosotros podíamos con facilidad, conducir nuestro automóvil desde Texas hasta los conciertos.
Por supuesto que ninguno de nosotros se dio plenamente cuenta de lo estresante que sería el cambio de tocar en lugares relativamente pequeños en Estados Unidos al salto de los grandes anfiteatros en México; además de las entrevistas en español. Estábamos programados para tocar en Monterrey durante nuestro primer viaje, y la prensa no nos dio tregua en todo el día. Pasamos de una entrevista a la siguiente: radio; televisión; periodistas de revistas, de todo. Antes del viaje, Rick me había ayudado a practicar a decir mi nombre y los instrumentos que tocaba.
Me repetía a mí mismo esta frase como un mantra: “Mi nombre es Chris Pérez y toco la guitarra. Mi nombre es Chris Pérez y toco la guitarra”. Yo sabía lo absurdo que sería frente a los periodistas mexicanos si yo cantaba en español pero no era capaz de decir una frase básica de libro de texto. Estaba decidido a no avergonzar a la banda ni a mí mismo.
A pesar de mis buenas intenciones y de toda la práctica, mi español fue una humillación. Durante nuestra primera entrevista con el DJ de una radio en Monterrey, todos teníamos que introducirnos a nosotros mismos, tal como lo había practicado, pero me paralicé. Cuando llegó mi turno, dije “toca” en lugar de “toco”: “Mi nombre es Chris Pérez y toca la guitarra.” Naturalmente, todo el mundo se echó a reír a costilla mía.
“Amigo, yo te dije como decirlo” me regañó Ricky, después.
“Lo sé, lo sé”, dije sintiéndome miserablemente.
Mi único consuelo fue que algunos de los miembros de la banda también tropezaron con el español. Selena, sin embargo, superó el desafío, como siempre. Ella fue la que realmente sentía la presión de los medios de comunicación, ya que todo el mundo la conocía en México, no sólo por su música, pero también a partir de los anuncios de Coca-Cola. Ella ya era muy popular en ese país y la multitud nos rodeaba en cada lugar que íbamos; hasta el punto de que Selena no podía ni siquiera bajar del autobús a menos que fuera a entrar a un hotel o subir al escenario.
Con los periodistas, Selena era tan agradable como siempre, dando a cada personalidad de los medios, un cálido abrazo y una gran sonrisa, ganándolos antes de decir una sola palabra. Como tejana de tercera generación, tuvo que aprender español fonéticamente, con su padre como entrenador en su acento. Ella sabía que existía la posibilidad de que los fans mexicanos pudieran rechazarla. En cambio, adoraban todo lo relacionado con ella; su pelo oscuro; sus ojos marrones y su figura curvilínea.
Los aficionados vieron la sinceridad y la generosidad de Selena, y sintieron el amor de ella hacia sus seguidores. Selena hizo un llamamiento a todo el mundo, desde las chicas preadolescentes que querían vestirse y bailar como ella, hasta a las abuelas que amaban esas baladas desgarradoras como “Como La Flor”.
Para los mexicanos, y la mayoría de los mexicano-americanos, Selena era el símbolo perfecto: una estrella sexy, con comienzos humildes, que llevaba a su familia con ella y que seguía trabajando duro en el camino. No fue un acto. Lo que vieron fue cierto y los aficionados lo sabían. En México, Selena chapuceó en español como el resto de nosotros, pero no por mucho tiempo. Ella dijo: “voy a aprender español y a sorprender a todos”.
Con cada minuto que estábamos en México, el español de Selena mejoraba. Llegó a tal nivel que tuve que pedirle que habla más despacio para poder entender lo que estaba diciendo. Con el tiempo, su dominio del español le ayudó también con las audiencias en Los Angeles y Miami, así como en México; porque en esos conciertos, el público -en su mayoría fans de habla española- quería escuchar su música. Vinieron de México, Cuba, Puerto Rico; los acentos eran todas diferentes, pero todo el mundo amaba a Selena.
Tomado de “Para Selena, con amor”, de Chris Pérez, por acuerdo con ‘Celebra’, un miembro de Penguin Group (EE.UU.) Inc., Copyright (c) 2012 por Chris Pérez.