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ALEPPO, Siria (CNN) — No era un guerrillero o un revolucionario, no vivía bajo la ley de las armas, pero el tendero Hassan, de 45 años, murió por la sorpresiva bala de un francotirador.

Vecinos y combatientes tuvieron que trasladar su cuerpo hasta las paredes traseras de edificios de departamentos en las calles del vecindario de Mashhad, en Aleppo, con el fin de evitar a los tiradores.

Su esposa estaba a su lado cuando la bala irrumpió a través de su cabeza. La pareja había ido a la ciudad para ayudar a familiares atrapados por la violencia a escapar hacia un terreno más seguro.

La línea entre la vida y la muerte es peligrosamente delgada en Aleppo, la ciudad más grande de Siria y escenario de la batalla entre el gobierno y las fuerzas rebeldes que buscan derrocar al presidente Bachar al Asad.

Justo a una cuadra, Hanadi insistió en que ella y su familia de seis integrantes no tenían la intención de abandonar la ciudad.

Interrogada sobre la ubicación de la línea frontal de la batalla, descartó la pregunta y dijo que está acostumbrada a los bombardeos.

Su hijo, Abdul Ghani de un año y medio, lucía confundido

Un bombardeo destruyó un bloque de departamentos. Lo poco que quedó del edificio estaba en un área donde aún vivían residentes. Entre las ruinas estaban un libro en francés: La vida de William Shakespeare.

Los residentes dijeron que dos cuerpos permanecían entre los escombros.

Raid, un autodenominado activista no armado, dijo a CNN que a las fuerzas del régimen no les importa si matan 100, 200 o 1.000 civiles, si destruyen tres o cuatro edificios.

Un cohete impactó contra otro edificio en el cercano distrito de Sikkari, hiriendo a dos personas y lanzando escombros hacia la calle.

Durante la jornada, helicópteros del gobierno sobrevolaron la zona, mientras aviones de combate arrojaron bombas en vecindarios controlados por los rebeldes.

La vida diaria, en esa ciudad bajo asedio, ha desaparecido.

Incluso el simple acto de cruzar la calle requiere pies rápidos y un corazón fuerte; las balas de los francotiradores están a solo un chasquido de distancia.

Desde que el conflicto sirio inició en marzo de 2011, unas 17.000 personas han muerto, según información de las Naciones Unidas. Los activistas de oposición estiman que las víctimas ascienden a más de 20.000.