Por Aja Harris
(CNN) — En las profundidades del Parque Nacional Lobeke, en Camerún, un equipo de ambientalistas se aventura a entrar en el tupido bosque lluvioso y se abren paso por los estrechos senderos, en la maleza.
Su misión es patrullar el enorme parque para proteger el inmaculado hábitat y la vida que en él reside. Siempre alertas, se internan en el bosque para impedir cualquier actividad ilegal que podría poner en peligro el frágil ecosistema de Lobeke.
De la gran variedad de criaturas que viven en el parque, hay una especie que es particularmente vulnerable.
“La principal amenaza es la caza furtiva de elefantes para obtener marfil”, dice Zacharie Nzooh, quien se unió a la organización ecologista, World Wildlife Fund (WWF), hace más de 10 años.
“Aquí había una gran población de elefantes”, recuerda. “Cuando llegué aquí en 2002, vi 35 elefantes en una sola ocasión. Sin embargo, a pesar de las medidas que se implementaron para combatir la caza furtiva, la población de elefantes sigue descendiendo progresivamente. Así que constantemente vemos que la población se reduce: de haber visto 35 elefantes en una sola ocasión, a ver solo cuatro, tres, dos o un solo elefante a la vez”.
Durante la última década, los ambientalistas dicen que los cazadores furtivos han reducido en un 62% la población de elefantes del bosque en África, y por lo que está bajo la amenaza de la extinción. En el último conteo, Camerún tenía algunas de las últimas poblaciones más numerosas de elefantes del bosque: ahora quedan cerca de 20,000.
El propósito principal del equipo de Nzooh es disuadir a los cazadores furtivos por medio de su presencia, además de arrestar a los cazadores ilegales. El año pasado, las patrullas arrestaron a 16 cazadores furtivos en Lobeke, ubicado en el sureste de Camerún, en el bosque de la cuenca del Congo.
A pesar de los esfuerzos redoblados de los guardias ecológicos, los cazadores furtivos siguen ávidos de marfil; el preciado producto se vende por cientos y hasta miles de dólares por kilo en el mercado negro. El lucrativo mercado de la caza furtivatiene sus cimientos en la fuerte demanda que tiene en Asia, lo que atrae a criminales organizados que recurren a métodos cada vez más sofisticados en sus actividades ilegales.
“Estos delitos se cometen a causa de los colmillos de los elefantes, que se venden a los grandes comerciantes en la comunidad”, dice el guardia ecológico, Simon Pierre Mpouop. “Los comerciantes venden el marfil a precios elevados en otras grandes ciudades. Eso explica por qué se ha vuelto una actividad recurrente en Lobeke”.
El año pasado, unos cazadores furtivos fuertemente armados llegaron a caballo al Parque Boube Ndjida, en el norte de Camerún. Masacraron a más de 300 elefantes en cuestión de semanas y se llevaron únicamente los colmillos. En algunos casos, los cazadores furtivos esperaron a que los elefantes sobrevivientes regresaran a la escena a llorar a sus muertos para dispararles.
Al final, los cazadores furtivos habían eliminado a más de la mitad de la población de elefantes del parque, que parecía un campo de batalla y no una atracción turística. Los guardias ecológicos tienen poco equipo y no pueden hacer frente a esta clase de ataques bien organizados.
“Es frustrante que aunque deberíamos estar haciendo todo para proteger a las especies que habitan en este parque, quienes violan las leyes siguen masacrando elefantes a causa de sus colmillos”, dice Mpouop.
Superado en tamaño solo por el bosque lluvioso del Amazonas, la cuenca del Congo abarca a seis países africanos, entre ellos la República Centroafricana y la República del Congo, que comparten fronteras con Lobeke.
Lobeke y su periferia se extienden en una superficie de más de 650,000 hectáreas. Actualmente hay 40 guardias ecológicos apostados pero no son suficientes para patrullar adecuadamente la totalidad del parque.
Nzooh dice que necesitan el doble de guardias, además de mejor equipo y armamento para garantizar la vigilancia en todo el parque.
“Necesitamos una estación de monitoreo permanente”, dice. “Para que los guardias puedan trabajar, tienen que tener equipo adecuado, armas adecuadas para primero garantizar su seguridad y para que sirvan como disuasivo”.
Los guardabosques del parque ganan 15 dólares por cada día que patrullan. Su misión es aplicar la ley; con frecuencia recorren el bosque a pie y recogen pistas para rastrear a un enemigo escurridizo.
“Con frecuencia caminamos varios kilómetros sin poder llegar a un pequeño arroyo en el que podamos recolectar agua para beber”, dice Mpouo. “Es realmente difícil, porque te puedes topar con un animal salvaje y peligroso y no podrás escapar; eso aquí es un fenómeno común”, agrega.
El año pasado, murieron más de 60 guardabosques en el cumplimiento de su deber, protegiendo los parques de todo el mundo. Según la Federación Internacional de Guardabosques, más de la mitad de esas muertes fueron homicidios.
Ya sea al enfrentarse con los cazadores furtivos o con la fauna, el peligro siempre está al acecho de estos guardianes del bosque.
“Puedo decir que nuestras misiones son una apuesta arriesgada”, dice Mpoup. “Cada vez que entramos a Lobeke, es un gran riesgo”, agrega.
Sin embargo, a pesar de los riesgos y los recursos limitados, Nzooh dice que hay un destello de esperanza. Aunque actualmente es más difícil encontrar a los elefantes en el parque, el ambientalista sigue imaginando un claro lleno de animales, tal como era hace 10 años.
Dice que los elefantes tendrán oportunidades siempre y cuando se sigan tomando medidas enérgicas contra los mercados para el marfil.
“La cantidad de elefantes que hay en el parque nacional de Lobeke no ha llegado a un nivel crítico”, dice Nzooh. “Estoy seguro de que si se implementan medidas importantes, los elefantes sobrevivirán. Esas medidas deben aplicarse en varios niveles, a nivel internacional y nacional”.