Por Henry Hanks

(CNN) — En el caso de una persona, se trató de un problema de salud. Para otra, las palabras de un amigo lo golpearon en un instante. Y para alguien más, fue la pérdida de un ser querido.

Muchos ex fumadores aún recuerdan su último cigarrillo y el momento en el que decidieron dejar el hábito de una vez por todas.

Con motivo del Great American Smokeout (Día para dejar de fumar en Estados Unidos), celebrado el jueves, un evento anual patrocinado por la Sociedad Estadounidense contra el Cáncer, a continuación presentamos un breve recuento de los casos de nueve ex fumadores y el momento en que decidieron que había llegado hora de decirle adiós a los cigarrillos.

La abuela de Kara Wethington, de 66 años de edad, acababa de morir. Wethington fumó un cigarrillo por última vez.

Era el año 2000, y decidió que ésta sería su última vez.

“Me causó impresión porque esta mujer fumaba cuatro paquetes de cigarrillos Pall Mall al día y trabajaba tiempo completo como enfermera”, dijo la residente de Los Angeles, quien en ese entonces tenía 23 años.

“Siempre me sentí confiada de que mi abuela podía fumar como chimenea y estar bien, incluso todo este tiempo después. Aparentaba tener 100 años, pero se comportaba como si tuviera 60”.

Sin embargo, “lo cierto es que se enfermó de neumonía y sus pulmones no resistieron más”.

Mientras terminaba de fumar su último cigarrillo, Wethington reflexionó sobre cómo llegó hasta ese punto. “Me encantaba fumar. El aspecto social que implica, el sabor, la forma en que me hacía sentir; todo ello era algo romántico para mí”.

Sin embargo, la muerte de su abuela fue “la gota que derramó el vaso” luego de que a la misma Wethington le diagnosticaran una infección severa por estreptococos, y no ha dado marcha atrás en 13 años.

“He soñado que estoy fumando, y han sido sueños tan reales que la línea divisoria entre la realidad y la fantasía afectaba mi memoria. Sé que no fumé, pero a veces esos sueños me daban una sensación tan agradable, y otras sentía un verdadero arrepentimiento”.

El último cigarrillo de Lisa Gonsalves es un vago recuerdo en comparación con la “tormenta perfecta de problemas de salud” que le sobrevino en 2005.

Al principio, parecía ser una gripe de invierno, pero cuando llegó el año nuevo, se vio con dificultad para respirar en cualquier posición que no fuera estando sentada.

Casi llega a ser demasiado tarde como para recibir tratamiento.

“Fui a parar al hospital durante 12 días, con tubos en el pecho y el potencial de que me abrieran sólo para sacar la ‘porquería’ de mi pecho. Me siento afortunada porque mi salud se restableció y no tuve que someterme a cirugía. Mi recuperación fue larga y tediosa”.

Su esposo nunca la había visto tan enferma. “Su mirada de pánico e impotencia me convenció de que tenía que ponerle un alto”.

Como muchos ex fumadores, lo que hizo cambiar a la consultora en materia de salud de Los Ángeles fue llegar al último de muchos momentos decisivos; ella había empezado a fumar de adolescente, con el propósito de encajar.

El primero fue el nacimiento de su bebé; el segundo y tercer momento decisivo fue el derrame cerebral de su madre (a la edad de 50 años) y el infarto de su abuela.

“Me tomó un tiempo aceptar que era una fumadora social y por estrés”, indicó.

“La presión del trabajo y frecuentar bares alimentaban mi hábito, pero fumar me hacía sentir bien aunque fuera sólo por un momento. Lo peor es que yo sabía que estaba mal. Trabajaba en el área de atención de salud y podía ver los efectos que fumar produce a largo plazo”.

“No puedo decir que no me hace falta, especialmente cuando me siento estresada. Constantemente tengo que traer a la memoria el dolor que sentía y la sensación de que me ahogaba porque no podía respirar, a modo de evitar salir corriendo a comprar otro paquete. Es un juego mental que enfrento todos los días, pero cada día que paso sin fumar me fortalezco más”.

Cuando Bob Miller fumó su último cigarrillo, supo en seguida que había llegado al final. Las palabras pronunciadas por uno de sus amigos lo golpearon como una tonelada de ladrillos”.

Después de un proceso gradual en el que trató de dejar de fumar en 2006, dijo, “Sabes, Bob, nunca habrá un buen día para dejar de fumar, ¿cierto?”

El instructor de asambleas de Easley, Carolina del Sur admite, “Aún hay momentos en los que pienso que me gustaría fumar, pero de ninguna manera lo haré. …Me siento mejor y definitivamente huelo mejor”.

Ash Li (quien escribió en iReport y no quiso que su nombre fuera revelado) de Springfield, Tennessee, fumó su último cigarrillo en cuanto supo que las aerolíneas lo estaban prohibiendo. Debido a que era una viajera frecuente, no podía soportar la idea de seguir con su adicción mientras volaba y sabía que no había nada que pudiera hacer al respecto.

Así que, el 9 de julio de 1992, después de siete años de fumar dos paquetes diarios, lo dejó de una vez por todas. “No he fumado un sólo cigarrillo desde ese día, pero cuando alguien fuma cerca de mí, tengo que respirar profundo”, indicó.

“Esa primera inhalación de un cigarrillo todavía me afecta, pero todo lo que viene después me desagrada. Soy la peor ex fumadora que hay; no soporto estar cerca de alguien que fuma o ha fumado; tampoco puedo estar en un espacio cerrado con un fumador”.

Se sintió muy preocupada cuando su hija empezó a fumar; ya que temió que ella fuera a caer en los mismos hábitos.

Sin embargo, cuando realizábamos este artículo, nos compartió buenas noticias.

“Me emociona mucho contarles que mi hija ha dejado de fumar utilizando los nuevos cigarrillos electrónicos que ahora están disponibles. Ya no tose tanto como antes, ni está tan ronca. Realmente espero que estos cigarrillos electrónicos no traigan consigo riesgos a la salud que aún no han sido descubiertos. Mientras tanto, la animo a seguir con ellos y ha mantenerse alejada de los que producen cáncer”.

Paul Tamasi, el dueño de una pizzería, hace pizzas temáticas para mostrar su opinión sobre un tema en particular. Recientemente, hizo una con un símbolo de “no fumar”, como recordatorio de lo ocurrido el 14 de febrero de 1985.

Ese año, en el Día de San Valentín, Tamasi arrojó su último cigarrillo a la basura. Con esto, estaba dejando el hábito de fumar dos paquetes diarios por 20 años, lo cual inició cuando tenía 13 años.

“Estaba seguro y decidido de que se trataba de mi último cigarrillo”, indicó.

“Compraba dos paquetes al día y a veces se me acababan. Entonces, le pedía cigarrillos a mi compañero de trabajo. Un día, le pedí un cigarrillo y me dijo, ‘¿Por qué no vas a comprar más?’ Ahí fue cuando me di cuenta de que tenía un serio problema. Me dije a mi mismo que era suficiente, y que tenía que hacer algo al respecto”.

Entonces, ¿por qué el Día de San Valentín?

“Elegí este día porque sabía que si daba resultado, siempre podría recordar el día en que dejé de fumar”, explicó el residente de Belvidere, Vermont.

Sintió como si le quitaban un peso de encima, y se siente de la misma forma 28 años después.

“Cuando fumaba y hacía deportes, sentía que el pecho se me hundía y me costaba respirar. Ahora, no experimento esa sensación tan desagradable porque ya no fumo. No hace falta decir que tengo mucho más dinero en mi billetera de lo que tuviera si tuviera que pagar el alto precio de los cigarrillos”.

Su último cigarrillo fue algo que ya veía venir, y Linda Parker estaba lista para dar los pasos necesarios.

Luego de participar en un curso de tres semanas, patrocinado por la Asociación Estadounidense del Pulmón, tuvo que renunciar a sus cigarrillos y a su encendedor.

Fumó su último cigarrillo, y luego pasó a los dulces de canela, quiebramuelas y otros similares para suplir la necesidad de la sensación de calor del cigarrillo.

Finalmente se decidió a hacerlo luego de que a su madre le colocaran su sexto marcapasos y luego de que su padre fuera diagnosticado con cáncer de próstata. Su hijo había sido diagnosticado con la enfermedad de Legg-Calvé-Perthes, la cual afecta las caderas. Los doctores le dijeron que la enfermedad podría haber sido causada por su adicción al cigarrillo.

“Las primeras dos semanas que pasé sin fumar fueron sencillas, pero luego, en la tercera semana, sentí que iba a morir. No había dormido mucho, no soñaba, estaba bastante irritable y comía con exageración”.

Eso fue hace 20 años. Aún así, siguió luchando durante gran parte de ese tiempo. “Me tomó años dejar de soñar con que tenía un cigarrillo en la mano, y a veces me despertaba y no estaba segura de si había fumado o no”, expresó.

“Por suerte, nunca he fumado un cigarrillo más, ni siquiera he dado un jalón”.

La residente jubilada de Flossmoor, Illinois, se dijo a sí misma que podría volver a fumar cuando cumpliera 65 años. Pero Parker acaba de cumplirlos este mes.

“Fue demasiado difícil dejarlo, y el placer que brinda,  es mucho menor al daño que ocasiona”.