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¿Por qué se equivoca el piloto?
07:39 - Fuente: CNN

Por Robert Goyer

Nota del editor: Robert Goyer es el editor en jefe de la revista Flying.

(CNN) – Después que un Boeing 747 Dreamlifter aterrizara en un pequeño aeropuerto en Wichita hace un par de meses (el piloto confundió la pista por una mucho más larga y ancha en una orientación similar ubicada en una base militar cercana) predije que no sería la última vez que veríamos tal error.

Es sólo que nunca pensé que fuera a ocurrir de nuevo tan pronto.

Sin embargo, el domingo, la tripulación del avión 737 de Southwest Airlines confundió la pista en Branson Missouri, por una ubicada en un aeropuerto cercano mucho más grande, el Aeropuerto Nacional de Springfield/Branson, y aterrizó ahí. Para empeorar las cosas, el 737 aterrizó en una pista relativamente corta incluso para aviones livianos, ni hablar de los aviones comerciales. Debemos reconocer que los miembros de la tripulación del Boeing se detuvieron al final de la pista, donde un muro de contención los separaba de la Autopista 65 de los Estados Unidos, sin causarle ningún daño a los pasajeros o al avión.

Así surge la siguiente pregunta: ¿Cómo puede una tripulación capacitada profesionalmente cometer semejante error?

La respuesta es que es muy fácil hacerlo. Tenemos, por ejemplo, el aterrizaje accidental de un C-17 en un pequeño aeropuerto de Florida en 2012. La tripulación iba dirigida a la Base de la Fuerza Aérea MacDill, pero en su lugar, aterrizaron el enorme avión en una pista mucho más corta, de 100 pies (30 metros) de ancho a unos cuantos kilómetros de distancia. El personal militar tuvo que trabajar durante cuatro horas después de la confusión para aligerar la carga del avión a modo de que pudiera despegar de la corta pista.

El hecho es que cualquier piloto con un mucha experiencia que afirme nunca haberse al menos alineado para aterrizar en una pista que no es la correcta, probablemente no esté diciendo la verdad. He estado piloteando de todo, desde avionetas hasta grandes aviones durante más de 30 años, y tres veces he apuntado a la pista incorrecta, y a una pista de rodaje bastante grande en otra ocasión.

El problema es que hay dos modalidades distintas para operar un avión: por referencia de los mandos y por referencia visual. Con muy pocas excepciones, el último paso en todos los vuelos es que el piloto apague el piloto automático (si estaba encendido), tomando el mando físico del avión a través de los controles de vuelo y de motor; así, “adquieren” la pista visualmente y aterrizan. A veces, ese proceso sucede en los últimos 10 segundos de vuelo; a veces, en los últimos cinco minutos.

Lo complicado es el reconocimiento visual de la pista. Cuando los pilotos ven lo que creen es la pista correcta, aterrizarán allí, a menos que una alarma se active en su cabeza. Simplemente se trata de la naturaleza humana, y los pilotos son humanos. Luego, dejan de lado los instrumentos y simplemente “vuelan manualmente” el avión para aterrizar, eso si el copiloto no los alerta del error.

Mientras tanto, los instrumentos de navegación “saben” que el avión va en dirección del aeropuerto equivocado, pero los pilotos no prestan atención porque en su mente ya han encontrado la pista correcta, así que, ¿por qué molestarse en ver los instrumentos?

¿Cuál es la razón para que no haya más episodios de aterrizaje en el aeropuerto equivocado que terminen en desastre? Es por suerte que no sea así. Trágicamente, hay excepciones. En 2006, un avión regional despegó de la pista equivocada en Lexington, Kentucky. La pista era demasiado corta y el avión se estrelló; 49 personas murieron en el proceso.

Aterrizar en el aeropuerto equivocado o elegir la pista equivocada puede resultar catastrófico.

Si el 747 en Wichita hubiese intentado aterrizar en una pista tan corta como en la que el mucho más pequeño 737 aterrizó el fin de semana, no creo que se hubiera detenido a tiempo para evitar salirse al final de esta y, por lo menos, destrozar el avión. Los aviones modernos tienen dos cosas a su favor: grandes frenos y potentes propulsores inversos; y, en el caso del 737 y el 747 anterior, es algo bueno que los tuvieran. No estaba allí para ser testigo de los acontecimientos, pero me sorprendería si en el aire no se sintiera el olor de pastillas de freno.

Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas de Robert Goyer