Por Ian Lloyd Neubauer
(CNN) — La primera vez que lo haces te sientes un poco nervioso, pero después de dos o tres veces, se vuelve normal, parecido al rugby, o al boxeo o a cualquier deporte”.
Fidael Beaf fácilmente podría estar describiendo el salto en bungee.
Pero el vanuatense de 44 años está hablando de algo más terrorífico que rebotar al final de una cuerda elástica.
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Cada año de abril a junio, la Isla de Pentecostés, una de las que conforman Vanuatu, presenta una de las ceremonias culturales más espectaculares jamás concebidas, en las que se desafía la muerte.
Conocida como el Nagol, se trata de una ceremonia en la que los hombres escalan endebles torres de madera de 100 pies (30 metros) de altura y se zambullen de cabeza al vacío, sin nada que los proteja del impacto aparte de cuerdas atadas a sus tobillos.
Mi viaje para reunirme con Beaf y sus compañeros de saltos al vacío inicia en una calurosa mañana de sábado mientras abordo un avión con turbopropulsor chino de 17 asientos en la capital de Port Vila.
El vuelo a la Isla de Pentecostés no es para los que se ponen nerviosos fácilmente, aunque los pasajeros son recompensados con vistas colosales de Benbow y Murim ,volcanes activos de la isla de Ambryn.
Una hora después, el piloto aterriza en Lenorore, una pequeña pista ubicada entre las montañas cubiertas de selva y playas volcánicas de la costa oeste de la Isla de Pentecostés.
El nuestro es el primero de los cinco aviones del día; todos ellos transportan turistas a lo que es más un búnker de hormigón que un aeropuerto.
Los organizadores dicen que a un máximo de 50 turistas se les permite asistir a la ceremonia semanal para evitar el exceso de comercialización.
Una parte de cada boleto ayuda a cubrir la matrícula de la escuela de los niños y los programas de la iglesia.
Antes de que el saltador se lance al vacío, un grupo de unos 100 hombres comienza a cantar.
Matrimonio disfuncional
Irónicamente, los misioneros europeos prohibieron los saltos al vacío en la Isla de Pentecostés a principios del siglo XX, pero los sacerdotes nunca llegaron al escarpado rincón al sureste de la isla, donde el ritual pasó de generación en generación.
Se dice que el ritual tiene sus raíces en una leyenda sobre un matrimonio disfuncional.
Según cuenta la historia, una mujer decidió huir a la jungla para escapar de las confrontaciones diarias con su esposo.
Al ser perseguida por su esposo con vehemencia, ella trepó a un árbol, ató una enredadera alrededor de su tobillo y saltó de la cima, aterrizando sin peligro.
Su esposo la imitó pero sin la ayuda de la enredadera; él se estrelló en el suelo en lo que fue una fatal caída.
Inspiradas por el acto de desafío de la mujer, las mujeres de Pentecostés comenzaron los saltos al vacío por diversión.
Pero preocupados al ver a las mujeres colgando de los árboles en posiciones comprometedoras, los hombres de la isla pusieron fin a su diversión y robaron la actividad para ellos mismos.
Con el tiempo, los saltos al vacío se trasladaron de árboles a torres construidas para ese propósito.
También ha sido transformado en un ritual repleto de simbolismo religioso; el éxito de la importante cosecha de ñame se dice que depende del coraje de quienes han saltado en años anteriores.
Tras el aterrizaje del último avión, fuimos conducidos a un claro en la jungla donde la impresionante torre conocida como “Nagol Adi” se alza en medio de una pradera sin árboles.
Treinta hombres construyen este fálico santuario de otro mundo en un lapso de hasta un mes, y la torre se mantiene unida solo por medio de enredaderas, sin utilizar un solo clavo o tornillo.
Errores mortales
En su centro se encuentra un árbol podado, rodeado por un entrecruzado de postes atados en forma de andamio y anclado en la tierra con enredaderas.
De su parte frontal sobresale una docena de tablas para saltar; la más baja es para chicos que comienzan a saltar al vacío desde los cinco años.
La más alta está reservada para los más hábiles que logren hacer un salto exitoso -uno que no deje lisiado o mate al saltador- y que implique una gran cantidad de capital social.
A pesar de su apariencia primitiva, el Nagol Adi, es una maravilla de diseño inteligente.
Las tablas para saltar están diseñadas para romperse y e inclinarse hacia abajo para absorber gran parte de la fuerza G de los saltadores; la madera recién cortada asegura la resistencia y las enredaderas son adaptadas cuidadosamente al peso y altura de cada saltador.
El salto solo se permite en los dos meses siguientes a la estación lluviosa para asegurar que las enredaderas contengan el agua necesaria que les presta elasticidad y resistencia.
La observancia de las costumbres religiosa se considera un aspecto esencial para la seguridad de los saltadores.
Mientras la torre está siendo construida, los saltadores viven juntos en cabañas solo para hombres y evitan el contacto con las mujeres; se dice que este ritual les aclara la mente.
Debido a que la brujería es una creencia generalizada en Vanuatu, a los saltadores también les prohíben pedirle a los curanderos que les proporcionen “pócimas del amor” durante este período.
En las pocas ocasiones cuando las reglas han sido quebrantadas, ha habido muertes.
Cuando la reina Isabel II de Inglaterra visitó la Isla Pentecostés en febrero de 1974, un saltador murió cuando su enredadera se rompió durante una ceremonia de Nagol que se llevó a cabo fuera de temporada en su honor.
En 2008, el camarógrafo de Vanuatu, Hardy Lingo, murió cuando una torre mal construida se derrumbó sobre su peso durante un Nagol que algunos dicen, se llevó a cabo demasiado cerca de la cosecha de ñame.
Madera que se rompe
Al momento en que el Nagol inicia, se hace evidente por qué la gente viene de todas partes del mundo para verlo.
En una terraza construida en una colina detrás de la torre, un grupo de más o menos 100 hombres y niños que visten solo taparrabos empiezan a cantar en Sa, el idioma del sur de Pentecostés.
Sin aviso comienzan a bailar, pisando fuerte sobre el suelo mientras mujeres vestidas con faldas hechas de pasto emergen desde los árboles, agregando sus voces al tumulto.
Uno de los hombres que bailan se separa del grupo, sube la torre y se dirige hacia la tabla de saltar más alta.
Los minutos pasan mientras los desgastados extremos de dos enredaderas se atan alrededor de los tobillos del voluntario.
Abajo, los cantos y bailes se intensifican.
Los saltos al vacío se llevan a cabo después de la época de lluvia para asegurarse que las enredaderas contengan agua y muestren elasticidad y fuerza.
Una vez las enredaderas se aseguran, el saltador extiende sus brazos y pide apoyo emocional de los bailarines.
Los gritos y silbidos de la multitud llegan a su apogeo; el saltador cruza sus brazos sobre su pecho y hace un increíble salto de fe, tratando de poner tanta distancia como sea posible entre él y los afilados bordes de la torre.
Más valentía que en los saltos en bungee
Cuando las enredaderas se tensan, el sonido de la madera que se quiebra se escucha en el espacio abierto, a medida que la tabla se desploma.
En lugar de rebotar en el aire como quien practica el salto en bungee, el saltador cae en picada hacia el suelo, y pasa casi rozando su pecho sobre la tierra que ha sido labrada para absorber el impacto.
Los ayudantes se apresuran, ponen al saltador de pie y confirman que se encuentra bien.
La multitud ruge en aprobación.
Por suerte, los 12 saltadores al vacío se levantan ilesos; éste es un inusual récord de seguridad.
Pero los saltadores están muy conscientes de los riesgos.
Entre ellos, Michael Olul, de 33 años, habla con desprecio sobre las comparaciones con los que buscan emociones utilizando cuerdas elásticas.
“Saltar en bungee no implica tanta valentía”, dice.
Pocas de las personas que han visto los saltos al vacío estarían en desacuerdo.