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Por Frida Ghitis

Nota del editor: Frida Ghitis es columnista de eventos mundiales para el Miami Herald y World Politics Review. Exproductora y corresponsal de CNN, es la autora de “The End of Revolution: A Changing World in the Age of Live Television” (El fin de la revolución: un mundo cambiante en la era de la televisión en vivo). Síguela en Twitter @FridaGhitis. Las opiniones expresadas en este comentario son solamente las del autor.

(CNN) – Nuestras mentes sienten aversión ante este pensamiento. ¿Cómo es posible que un ser humano sea capaz de ponerle un cuchillo al cuello a otro, un hombre inocente, y cortarle la cabeza? ¿Cómo podría hacer esto, incluso luego de quizás haber escuchado las súplicas de la madre de su rehén implorándole perdón por su hijo?

Los asesinatos recientes de los periodistas Steven Sotloff y James Foley por el autodenominado Estado Islámico - ISIS, son solo los actos más recientes de brutalidad llevados a cabo por esta organización que se ha esforzado en hacer de la crueldad una de sus características más distintivas. Lejos de disculparse por su falta de humanidad, ISIS la anuncia, con orgullo, provocando al mundo con ello, y haciendo todo lo posible para confirmar que los actos que nos horrorizan no son el trabajo de miembros de un grupo de terroristas cualquiera sino que, de hecho, son la política de la organización.

La crueldad es un componente clave de la marca de ISIS. El grupo ha logrado conquistar grandes porciones de Siria e Irak a través de un plan sistemático y eficiente. Como todo lo que hace, la difusión de su barbarie es una estrategia calculada.

Pero, ¿por qué?

La brutalidad tiene objetivos psicológicos, estratégicos e ideológicos. Es por ello que otras fuerzas combatientes han recurrido a la crueldad para lograr sus objetivos. La historia está repleta de ejemplos de lo que hoy estamos siendo testigos.

Mientras evitamos ser testigos de la matanza, de las decapitaciones, de las ejecuciones masivas y de las crucifixiones; mientras igualmente evitamos ver el peor de los videos en línea, es evidente que la estrategia tiene el potencial de crear una enorme y poderosa reacción violenta. Esa crueldad está haciendo que la mayoría del mundo esté en contra del ISIS, incluyendo a los árabes y a los musulmanes. Y las atrocidades contra los estadounidenses y otros ciudadanos occidentales son casi una invitación a los ejércitos más poderosos del mundo para enfrentarse a las milicias islamistas.

No obstante, los lideres de ISIS muestran a sus militantes masacrando al enemigo sin misericordia, inundando los medios sociales con imágenes horripilantes, ISIS envía varios mensajes que cree que traerán mayores beneficios que sobrepasan los riesgos.

Mucho antes de saber lo que le sucedió a James Foley, nos enteramos, meses antes, que ISIS había asesinado a cientos de hombres, mujeres y niños de la minoría Yazidi de Irak, enterrando vivos a algunos de ellos, la población de Medio Oriente ya se había familiarizado con las ejecuciones en masa, la brutal persecución a minorías, el asesinato de cristianos, de chiitas y de sunis, y de cualquier otro que representara una amenaza, vacilara en seguir sus preceptos religiosos, o se resistiera al avance de ISIS en Siria y luego en Irak.

La crueldad comunica audacia, y ésta aunada con el éxito en el campo de batalla, es una atracción irresistible. No es sorprendente que ISIS haya llamado la atención de una gran cantidad de hombres ansiosos por pelear, incluyendo a cientos de Europa. Comparten la meta, como dijo un desertor a CNN, de establecer un Estado Islámico en el mundo árabe y luego extender su campaña hacia otros países.

Decapitar al enemigo es un método efectivo de reclutamiento para un pequeño, pero no insignificante segmento de la población que es atraída por el descaro y el fervor ideológico. Para ellos, la mayoría hombres jóvenes musulmanes, la barbarie resuena con su propia marca de odio y sed de venganza, venganza por las ofensas reales o percibidas contra los musulmanes.

Las justificaciones religiosas argumentadas por ISIS para las ejecuciones, como parte de su yihad – una guerra para retornar el reino de un califato islámico e imponer las normas del Corán – les dan, la moral para asesinar, la autorización teológica; todo, excluyendo la empatía hacia quienes no son miembros.

Además, junto al anuncio de sus métodos, ISIS intimida a los ejércitos que enfrenta, haciendo que algunos soldados huyan antes de la batalla, inclusive dejando tiradas sus armas, como lo vimos cuando ISIS sustituyó a Mosul. Las ejecuciones de cientos de soldados enemigos, aquellos que escogieron pelear, han aparecido en videos, como una advertencia para otros.

Y el método también funciona para someter a la población después de que ISIS se apodera de un territorio e impone el imperio de su ley.

La población de Raqqa, la “capital” de ISIS en Siria, ha sido testigo de hombres crucificados en las calles, un castigo a las transgresiones que sirve de advertencia a quien pueda pensar en desafiar el régimen de las nuevas autoridades y su versión de Sharia, la ley islámica.

ISIS no es la primera organización que usa la barbarie como un arma de guerra; usar la crueldad como método para aplicar sus políticas.

En la edad media, la inquisición, una campaña institucionalizada para erradicar la herejía y fortalecer el poder de la iglesia católica y sus aliados, hizo saber que aquellos que no estuvieran completamente de acuerdo con sus deseos, sufrirían castigos indescriptibles, desde tortura hasta ser quemados vivos.

Muchos movimientos militantes de toda la historia han logrado borrar en sus seguidores un elemento esencial de su humanidad – una parte intrínseca que pensamos que nunca podría ser destruida. No podemos imaginar deliberadamente hacerle daño a otro, particularmente a alguien que no nos ha hecho ningún daño. Pero resulta que nuestras restricciones contra la crueldad pueden ser destruidas.

La historia está llena de ejemplos: millones asesinados por los Jemeres Rojos en Camboya, mientras buscaban construir una utopía comunista. Las fabricas de asesinatos industrializadas construidas por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, que carecían de valor militar, jugando el papel clave dentro de la ideología nazi para exterminar a gente para ellos indeseable, principalmente a los judíos, pero también a discapacitados, homosexuales, gitanos y otras personas “inferiores”. El genocidio de Ruanda, en el que el odio étnico desató una ola de genocidio que dejó 800.000 muertos, la mayoría asesinados a machetazos por sus vecinos.

Otros grupos yihadistas que operan en la actualidad no han mostrado reparo en asesinar civiles, mujeres y niños, en secuestrar niñas en Nigeria, en hacer estallar mercados en Bagdad, autobuses en Londres, restaurantes, cafés y hoteles en Bali, Jerusalén o Amán.

El común denominador en la historia hasta hoy es una ideología que justifica todo en la búsqueda de una meta “mayor”, una generalmente teñida de una visión utópica de un mundo perfecto. Es un mundo en el que no hay lugar para nadie que esté en desacuerdo con los que buscan hacerlo realidad y que encuentran en la crueldad un medio de reclutamiento para su causa y un método totalmente justificado para la consecución de su éxito final.

A lo largo del camino, los hombres que una vez eran supuestamente normales, y aún niños adorables, se convierten en verdugos de capucha negra que son capaces de colocarle un cuchillo al cuello de un hombre arrodillado a sus pies. Y usarlo.