Por Martin J. Blaser
Nota del editor: El médico Martin J. Blaser es profesor de Medicina en el Centro Médico Langone NYU, expresidente de la Sociedad de Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos y autor de ‘Missing Microbes’. Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Martin J. Blaser.
(CNN) — El virus del ébola aterrizó varias veces en Estados Unidos y al menos dos veces se extendió a trabajadores de la salud.
Debido a la terrible y extensiva propagación de ébola en África occidental, más casos de turistas o trabajadores de salud no serían sorpresa. Las enfermedades se han propagado en esta forma desde la época de la peste, y tristemente habrá más casos.
A pesar de la identificación del ébola y los virus relacionados hace casi 50 años, nosotros los médicos todavía no sabemos cuáles son las mejores terapias para la gente que tiene la infección. Pero con la violenta enfermedad, necesitamos aprender urgentemente las formas más efectivas de tratar rápidamente a las personas críticamente enfermas, no solo detener la ola de enfermedad en Estados Unidos, sino en nombre de todo el mundo.
En cualquier epidemia, hay casos tempranos y casos tardíos. Aprendamos de los casos tempranos para que si las cosas empeoran, tengamos una mejor idea de qué hacer. Hace tres años, casos de infecciones muy graves de E. coli comenzaron a aparecer en Alemania.
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Para el momento en el que la epidemia se terminó, cientos estaban enfermos y al menos 50 personas murieron. Al estudiar este gran conjunto de casos hubiéramos aprendido mucho sobre qué tratamientos eran óptimos; en su lugar, la epidemia terminó y nosotros no aprendimos nada sobre cómo tratar el próximo brote.
¿Por qué? Porque cada médico trató a sus pacientes según su mejor juicio individual, según la información que estaba disponible. Pero el juicio varía. Por lo tanto, el tratamiento varió y también los resultados. Debido a que se aprendió muy poco, cuando ocurran futuros brotes de E. coli, nosotros; y nuestros pacientes, nos arriesgamos a encontrarnos en la misma posición subóptima de nuevo. Allí es donde estamos con el ébola.
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Hay una solución para este problema. La investigación médica avanzó mucho a través de pruebas clínicas controladas: las personas enfermas reciben al azar un tratamiento u otro, y después se comparan los resultados.
A partir de esas pruebas clínicas al azar se obtuvo el conocimiento que mejoró la quimioterapia para casi todos los cánceres, así como tratamientos para infecciones de VIH. La prueba clínica al azar minimiza el sesgo del juicio personal y permite una comparación cara a cara de si el tratamiento A o B es mejor.
Eso es lo que necesitamos para el ébola, y para la siguiente epidemia; la enfermedad que sea y dondequiera que sea, que por supuesto habrá. Pero los procesos regulatorios son lentos y esencialmente consumen demasiado tiempo para poder establecer una prueba clínica al azar en tiempo real mientras una epidemia se desarrolla. Por lo tanto, tengo una propuesta modesta:
Nuestras autoridades de salud deberían prediseñar una prueba clínica genérica al azar para enfermedades infecciosas agudas. El diseño de la prueba debe estar bien revisado y con la aprobación de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NHI) y los comités de ética apropiados. Cuando un posible brote parece estar cerca, el presidente, a través del director general de sanidad, tendría el poder para llamar una emergencia pública, y la prueba genérica preaprobada sería lanzada.
Todo lo que se necesitaría decidirse en ese punto es qué tratamiento debe ser el A y qué tratamiento debe ser el B. Para concretar enfoques de tratamiento, un panel de expertos; digamos en el virus del ébola, deberían convocarse para ofrecer su mejor juicio. Por lo tanto, cuando los casos llegan, a los pacientes se les ofrecería inmediatamente la posibilidad de inscribirse en la prueba clínica al azar.
Debido a que las opciones de tratamiento serían las mejores disponibles, se presume que menos se negarían, y como se reúnen datos con el paso del tiempo, se volvería más claro qué tratamiento es más efectivo, si el A o el B. Si resulta ser el B, el panel entonces pregunta: ¿Hay un tratamiento C razonable? Entonces la siguiente prueba compararía el B y el C, y así sucesivamente.
Este enfoque nos permitiría aprender continuamente qué funciona y qué no, y mejorar continuamente el tratamiento. Un protocolo así demostraría un enfoque ordenado para manejar una epidemia, un enfoque que podría exportarse también a otros países. Y, por supuesto, la anticipación y el orden son antídotos importantes contra el miedo.
Comencemos ahora, con el ébola, aunque ten la seguridad de que habrá otra epidemia en nuestro camino en poco tiempo. Y otra después de esa. Preparémonos.