Por Chris Murphy, CNN

(CNN) – Joe Miller se está comiendo su segundo filete del día y el reloj apenas ha marcado las 2 de la tarde.

Esos grandes trozos de carne constituyen una parte de las 6.000 calorías que almacena diariamente en su obsesiva búsqueda por lograr aumentar la distancia de sus golpes.

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Pero este intenso régimen de entrenamiento no está diseñado para soportar una cruzada de pesas o una carrera de resistencia, está creado con el fin de lanzar una pelota de golf más lejos que cualquiera en el mundo.

“Joe está obsesionado”, dice el entrenador Lee Cox, mientras su protegido se come el segundo filete. “Toda su vida en este momento está construida en torno a buscar una yarda adicional aquí o allá”.

Si alguien encarna la obsesión del golf por ir más lejos y más rápido es Miller.

Sus equipos especialmente diseñados, dieta, ejercicios de resistencia en el gimnasio y sesiones de entrenamiento se enfocan en que él gane una batalla de pequeños márgenes contra una legión de los monstruosos golfistas que golpean más fuerte la pelota.

El golfista de 29 años de edad buscaba recuperar su título en el campeonato mundial de Long Drive en Las Vegas.

“Es totalmente agotador, sobre todo en este momento”, le dijo a CNN el golfista de 29 años de edad, después de almorzar en Brocket Hall Golf Club, al norte de Londres.

“Lo vives, piensas en ello, investigas sobre ello. Se trata del más importante de los campeonatos del mundo. Si no te preparas adecuadamente, entonces mejor olvídalo”.

Mientras esperaba que Miller llegara, el personal había hablado en tono reverente sobre su destreza de golpe.

“¿Ya lo has visto hacer un swing?”, preguntó uno de ellos. “Es ridículo. Aterrador”.

El drive más largo de Miller en la competencia es un gigantesco golpe de 474 yardas. Eso es equivalente a golpear la pelota a unos escasos nueve metros de la antena que se encuentra en la cima del Empire State Building, el segundo rascacielos más alto de la ciudad de Nueva York.

El golpe supera por 50 yardas al drive más largo registrado en el PGA Tour en 2014: 424 yardas por el dos veces campeón de los Masters, Bubba Watson.

La velocidad a la que Miller hace el swing con el palo de golf está registrada a 249 kilómetros por hora y la pelota vuela desde la cara de la cabeza del palo de golf, a una velocidad constante e imprevisible de 410 km/h.

Por el contrario, la velocidad de la cabeza de un palo de golf de un golfista que, sin lugar a dudas, es amateur (yo, por ejemplo) es de alrededor de 156 km/h, en la que la pelota despega a una velocidad relativamente peatonal de aproximadamente 233 km/h.

Es golf, pero no como mucha gente lo conoce. Ni siquiera los profesionales del tour.

Sin embargo, lo que es evidente es el poder que Miller posee. Su swing es una violenta torsión de los miembros, soltando el palo de golf con la potencia de un tren de carga a excesiva velocidad.

Cox dice que en lugar de tratar de recoger la pelota usando la línea de árboles en la parte trasera del campo de drive, tengo que verla justo desde la cara del palo de golf o de lo contrario no tendré “ninguna posibilidad, por el ángulo desde el que despega”.

Él tiene razón. La pelota que logro ver inmediatamente y en la que me enfocó atentamente durante casi 10 segundos, desaparece a unas 415 yardas de distancia.

Entonces, ¿cómo ha alterado Miller su swing con el fin de maximizar la distancia?

“Podría sentarme aquí y aburrirte durante ocho o nueve horas, analizando cada diminuto movimiento”, dice riéndose. “Básicamente, lo que necesitas es la técnica adecuada y mucha velocidad”.

“Siempre empiezo haciendo un tee de salida más alto; utilizo un tee de cuatro pulgadas. Eso nos va a dar las condiciones de lanzamiento adecuadas”, comenta.

“Luego, tomo una posición amplia, un swing más largo y utilizo ángulos estrechos. Utilizamos mucho nuestras muñecas para crear una gran cantidad de palancas”.

“Es todo lo contrario a lo que haces con los hierros cortos o medianos, o golpes cortos; se trata de reunir tanta velocidad como sea posible y soltarla en ese último segundo”.

La obsesión de Miller con la distancia se refleja en todos los niveles del golf, dice.

Cada uno de los jugadores en el planeta no lo pensarían dos veces si les ofrecieran agregar unas 20 yardas adicionales a sus drives y golpes de hierro.

Eso ha ayudado a fomentar una cultura de diseño dinámico entre los fabricantes del juego, lo que ha contribuido enormemente al crecimiento de la disciplina del long driving en los últimos cinco años.

Los drivers especializados de Miller se crean con dos grados de inclinación (jugadores regulares del tour utilizan drivers de 9.5 grados) y tienen una flexibilidad mínima en el eje. También están construidos para soportar los golpes feroces.

“La tecnología en sí ha progresado, en cuanto a ejes y cabezas, y ha jugado un papel muy importante”, explica Miller.

“Cuando estás haciendo un swing de 241 km/h o más, los palos de golf de hace tres o cuatro años no estaban diseñados para lograr eso. Las cabezas estallaban en dos segundos”.

“Los palos de golf ahora son un millón de veces mejores. Fue una curva de aprendizaje para mi patrocinador, Callaway, producir algo que ha obtenido una cara plana y tiene que soportar velocidades de pelotas que salen a 354 km/h”.

“Existen palos de golf con lo que no se puede hacer eso y lo harías explotar con un solo golpe. La tecnología cada vez será mejor, una vez que otras empresas estén a bordo; luego, existe una rivalidad. Siempre va a crecer, al igual que el juego”.

“Creo que demuestra cómo ha progresado el long driving. Cuando volví al Reino Unido después de ganar el campeonato del mundo en 2010, nadie, excepto por los verdaderos aficionados del mismo, se enteraron”, agrega el golfista.

“Tuve que volver y hacer algo, salía y lograba aparecer en las revistas y la televisión. Ha sido una pendiente constante. Ahora está dando resultados, la gente lo está notando. Se siente muy bien”.

“Ahora me motiva aún más, porque la gente está reconociendo el deporte”.

Cox dice que existen hasta 50 puntos en el swing de Miller que se han modificado en comparación con el de un jugador profesional común del tour, todo con el objetivo de maximizar la longitud con la que golpea la pelota.

Después de estudiar a más de 100 golfistas de golpe largo, emprendieron un proceso de ensayo y error, experimentando con diferentes posiciones, técnicas de swing y posiciones de la cadera y de los pies.

“Ha sido una curva de aprendizaje para mí y para Lee”, dijo.

“Él me ha estado entrenando durante más de 20 años y no fue sino hasta ahora cuando empiezas a observar la biomecánica de la misma y estos pequeños micromovimientos que se encuentran en un swing de golf, que no verías a menos que tengas un ojo entrenado”.

“Es tan fino, la mitad de un porcentaje aquí o allá, sea lo que sea. Independientemente de lo que estén logrando los profesionales, puedes superar eso cinco, seis, siete, o tal vez diez veces”.

“Cuando buscas esas yardas adicionales, de repente te das cuenta cuánto puede cambiar el cuerpo y cuánto está involucrado en eso”.

El poderoso swing de Miller está respaldado por números. Una gran cantidad de números.

Colocada en el suelo detrás de Miller se encuentra una caja Flightscope que registra todo tipo de información de su swing.

Cuando analizan los datos, es casi como si él y su entrenador hablaran un idioma diferente: hablan sobre ángulo de ataque, avión de vuelo, inclinación dinámica y proporción de giro.

Todo se reduce a esto: Miller necesita ejecutar el swing técnico perfecto y conectar con la pelota, no solo justo en el centro del palo de golf, sino también en el ángulo correcto, para que logre volar.

Hacerlo bajo presión, frente a una gran multitud de 5.000 personas en el campeonato mundial Re/Max, fue lo siguiente en su agenda. Miller buscaba recuperar su liderato del 2010, algo que no le fue posible lograr.

“La multitud añade la adrenalina”, admite. “El apoyo del público es un papel muy importante. Nunca podría replicar eso aquí cuando tienes gente vociferando y gritando”.

Solo hay una multitud limitada presente en Brocket Hall, pero aún nos quedamos sorprendidos con la destreza de golpe de Miller. Y cuando yo (tontamente) lo reto a una competencia, su rostro inmediatamente cambia al modo de juego.

Las condiciones dinámicas no nos favorecen a ninguno de los dos, pero estoy contento con mi drive que alcanzó las 238 yardas de distancia y logra alcanzar la marca de 260. Recuerda que hacía frío.

Los datos muestran que cuando golpeo la bola con la cabeza de mi palo de golf a una respetable velocidad de 156 km/h, la pelota despega desde la cara a una velocidad no despreciable de 233 km/h.

Como era de esperar, Miller hace que mi esfuerzo se vea poco convincente ya que su pelota vuela desde la cara de la cabeza del palo de golf a una velocidad de 335 km/h, golpeada por un palo que fue empuñado para lograr un impacto con una velocidad de 232 km/h.

Su golpe aterriza 112 yardas más allá de donde quedó mi pelota y, finalmente, llega a descansar a 397 yardas de distancia, más de 30 yardas de lo que mide el rascacielos London Shard.

Aun así, no me avergüenzo. Juego golf con algunas personas que lucharían por golpear la pelota a 397 yardas en dos golpes.