Por Logan Whiteside, especial para CNN
(CNN) — Si admiras mi blusa cualquier día es probable que tengas esta respuesta: “¡Gracias, es rentada!”. Rento casi todo en mi vida: lo que me pongo, lo que veo, lo que escucho e incluso rento la manera en la que como.
Obtengo mi música de Spotify, mi entretenimiento en Netflix y mi transporte a través de Uber. Pero entre las cosas que rento lo que más sorprende a la gente es mi ropa.
Por $54 dólares al mes, la tienda Le Tote me manda tres artículos de vestir y dos joyas. Los tengo tanto tiempo como desee. Luego, cuando estoy lista par aun cambio, los envió de vuelta en un sobre con una dirección ya escrita y espero por mi nuevo envía.
Mi cuota mensual incluye un depósito de 5 dólares que funciona como seguro y como cuota de envío, así que tengo la opción de enviar los vestidos de vuelta las veces que quiera sin ningún costo adicional.
He escuchado todo tipo de objeciones. “¿54 dólares? ¡Podrías comprar un vestido y quedarte con él por ese monto! ¿No es raro compartir ropa con extraños? ¿Y qué pasa sino te gusta lo que te mandan?
Mi diminuto apartamento en Nueva York (arrendado, por supuesto) no es suficientemente grande para un gran guardarropa.
Pero es mucho más que eso.
Detente por un segundo a pensar en esa camisa que tienes en tu clóset todavía con el etiqueta. O en esa falda que te pusiste una vez, pero a la que ahora no puedes encontrarle la camisa perfecta para combinar. O ese collar arrumado en la parte de atrás de un cajón.
No quiero o necesito ser dueña de cada moda pasajera. Soy dueña de los básicos y rento casi todo el resto. Eso me impulsa a probar cosas nuevas que no necesariamente tendría que comprar. Mantiene mi closet fresco y ligero.
Y si me enamoro de algo, puedo comprarlo en Le Tote. Pero usualmente no porque comprar le quita la diversión. Por lo tanto, mi presupuesto para ropa (y para lavandería) se ha reducido. Ya no salto a comprar en H&M o en J.Crew porque no lo necesito.
Mi vida de renta no es usual en la gente de mi generación. Algunos lo llaman “economía compartida”. El aumento en los servicios como Uber, Airbnb y Zipcar es una manifestación de nuestros hábitos de gastos.
Según Salesforce, la participación en servicios compartidos se duplicó entre 2013 y 2014, y se espera que siga en aumento.
¿Comida compartida?
En cuanto a mis hábitos alimenticios, es un giro en el mismo concepto. Obviamente NO RENTO COMIDA, pero estoy suscrita a un servicio que funciona de manera similar. Me ayuda a cocinar y comer mejor sin el lío de ir y comprar yo misma.
Estoy suscrita a Hello Fresh, que entrega ingredientes a domicilio, con las recetas, en la puerta de mi casa. Lo único que tengo que hacer es cocinar.
Sólo compro una caja de vez en cuándo. Me cuesta 69 dólares por las tres comidas, cada una de ellas para 2 personas. Así que son $11.50 por comida.
Gran revelación: usualmente hago que los alimentos me alcancen para más de dos comidas.
El servicio es un poco caro, pero para mi vale la pena.
La primera vez que vi un bistec en mi caja, estaba aterrada porque nunca había cocinado uno. Pero poco a poco he ido aprendiendo y espero poder dejar de depender de Hello Fresh completamente.
Y si mientras tanto puedo comer ratatouille con mi vestido rentado, ¡estoy perfecta!