(CNN) – Hace cincuenta años comíamos mejores plátanos. Sabían mejor, duraban más, eran más adaptables y no requerían de maduración artificial. Eran simplemente una fruta mejor porque pertenecían a especies o variedades diferentes.
Se llamaba plátano Gros Michel y fue el plátano de exportación hasta 1965, cuando en ese año la especie se declaró comercialmente extinta debido a la enfermedad de Panamá, una infección por hongos que empezó en Centroamérica y pronto se esparció a la mayoría de las plantaciones comerciales del mundo, por lo que no quedó más remedio que quemarlas.
La industria productora del plátano entró en una profunda crisis y tuvo que buscar alternativas. Se conformaron con la variedad Cavendish, que se consideraba de calidad inferior, pero tenía la característica de ser inmune a la enfermedad. Pronto, los productores de plátano de todo el mundo la adoptaron.
Hoy, la variedad Cavendish es un producto con presencia universal, casi como una Big Mac: los plátanos del supermercado son prácticamente idénticos en donde sea que los compres.
Eso se debe a que casi no hay diversidad genética: las plantas son clones. La variedad Cavendish es un monocultivo, lo que significa que es la única variedad que la mayoría de los productores comerciales siembran cada año.
Eso explica también por qué ahora está bajo la amenaza de una nueva cepa de la enfermedad de Panamá. Una vez que infecta a una planta, puede infectarlas a todas.
Una amenaza para África
Hay cientos de variedades de plátano en el mundo, pero tan solo la Cavendish representa casi la totalidad de las exportaciones.
“A finales de la década de 1980, los productores de plátano se dieron cuenta de que era necesario ampliar la diversidad para evitar que el problema se repitiera. Empezaron a rogarles a sus jefes que lo hicieran, pero nunca ocurrió”, dijo a CNN Dan Koeppel, autor del libro Banana: The fate of the fruit that changed the world.
Esta enfermedad ahora tiene un nombre diferente, Raza Tropical 4 (TP4, por sus siglas en inglés), y empezó en Malasia alrededor de 1990, pero es muy similar a la que eliminó a la variedad Gros Michel.
“La causa es una clase muy común de hongo llamado Fusarium, que probablemente ya estaba presente en el suelo de allá. Un solo puño de tierra contaminada es suficiente para que se propague como un incendio, lo puede transportar el viento, los autos, el agua y crea una infección en donde quiera que va”, explicó Koeppel.
“Cualquier persona que haya tenido pie de atleta sabe lo difícil que es deshacerse de un hongo”, agregó.
El patógeno afecta el sistema vascular de la planta y le impide que absorba el agua.
Desde su “segunda venida”, la TP4 se esparció en el sureste de Asia y luego cruzó miles de kilómetros de océano para llegar a Australia y, finalmente, a África en 2013.
“Se lo descubrió recientemente en Medio Oriente y en Nampula, Mozambique, lo que indica que la enfermedad se está propagando y amenaza a los plátanos de todo el mundo”, dijo a CNN George Mahuku, patólogo botánico sénior del Instituto Internacional de Agricultura Tropical (IITA, por sus siglas en inglés).
“Es una amenaza grave a la subsistencia y la seguridad alimentaria de la provincia de Nampula, del país y del continente si llegara a propagarse. En África, los plátanos son esenciales para la seguridad alimentaria y la generación de ingresos para más de 100 millones de personas”, agregó.
No solo la Cavendish
Aunque parece que la enfermedad se ha propagado en solo dos plantaciones de Mozambique, el impacto en la economía local ya es grave: “La enfermedad ya ha costado a Matanuska, la empresa propietaria de las plantaciones, unos 7,5 millones de dólares (alrededor de 166 millones de pesos).
En total 230.000 plantas han sido afectadas y destruidas. Al ritmo actual, la infección está costando 15.000 plantas por semana, lo que se traduce en 236.000 dólares por semana”, dijo Mahuku.
Matanuska aporta más de un millón y medio de dólares al mes a la economía local, así que la pérdida potencial de los medios de subsistencia es muy real.
El trabajo de Mahuku es coordinar los esfuerzos para frenar a la enfermedad y pedir la colaboración de cerca de 20 países africanos. “Las regiones de África Oriental y Central destinan más del 50% de sus tierras de cultivo permanente al cultivo del plátano.
Eso es alrededor de la mitad del total en África y se traduce en una producción anual de 20.9 toneladas con valor de 4.300 millones de dólares.
Los plátanos son una parte indispensable de la vida en esta región y aportan hasta una quinta parte del consumo total de calorías per cápita. Si se sospechara que la TR4 se ha propagado en esta región, los efectos serían inimaginables”.
Muchos de estos plátanos no son Cavendish, sino variedades locales o “plátanos de pueblo” y también están bajo amenaza. “Los resultados preliminares de la evaluación de los plátanos de las tierras altas del Este de África y de las plantas revelaron que pueden infectarse con la TR4. Solo una variedad se mantuvo libre de enfermedad tras ocho meses”, dijo Mahuku.
También está el problema de la confianza del consumidor relacionada con el descubrimiento de la enfermedad, de acuerdo con Joao Augusto, patólogo botánico del IITA en Mozambique.
“Una de las principales amenazas es la percepción negativa que el resto del mundo puede tener sobre el riesgo al plátano africano. Aunque la propagación del patógeno a través de la fruta es casi nula, el posible rechazo de las exportaciones de plátano africano podría dañar gravemente a la industria bananera en África.”
¿Puede combatirse?
La enfermedad es más infecciosa que la que acabó con la Gros Michel, pero se está propagando porque las prácticas nocivas de hace 50 años siguen estando vigentes.
“La industria bananera está en negación y no son suficientes las cuarentenas agrícolas estándar como la confinación de los cultivos y la limpieza de los equipos”, agregó Koeppel.
La única solución sería quemar la plantación y empezar de cero, pero con un cultivo diferente. Volver a sembrar plátanos no funcionaría porque el hongo permanece en el suelo.
Eso, sin embargo, significa el fin del negocio. “Entiendo que los agricultores no quieran tirar la toalla”, señaló Koeppel.
En África, está en marcha un proyecto de emergencia de 12 meses financiado por la FAO para combatir la TP4 y Mahuku confía en que se puede contener la enfermedad en las zonas en las que la han detectado.
“Para lograrlo, se necesitan recursos económicos; de otra forma, la inacción por la falta de recursos sería catastrófica, particularmente para los pequeños agricultores que dependen de los plátanos para subsistir”, dijo.
De acuerdo con Augusto, no hay muchas opciones para controlar eficazmente la enfermedad: “No se puede erradicar, pero se puede limitar si se implementa rigurosamente una amplia gama de iniciativas de prevención y mitigación. En países en los que la enfermedad es endémica, los productores de plátano han aprendido a vivir con ella”.
A final de cuentas, la historia podría repetirse y orillar a los productores de plátano a buscar otra alternativa. No hay un buen candidato por el momento, pero se están considerando los híbridos y los organismos genéticamente modificados.
Pero la enfermedad no es el único problema. Así como la Cavendish está bajo el ataque del patógeno, las variedades locales están bajo el ataque de la Cavendish.
“India tenía unas 600 variedades, pero a lo largo de las pasadas dos décadas la Cavendish expulsó y reemplazó a muchas de ellas. Cuando reemplazas un multicultivo variado con un monocultivo, si ocurre una enfermedad estás en problemas: la naturaleza llega a vengarse de ti”, dijo Koeppel.
“Para mí el monocultivo es una enfermedad igual que la TP4”, agregó.
Aunque se ha adoptado la diversidad en muchos otros sectores de producción de vegetales y frutas, la Cavendish, conocida en India como plátano de hotel, sigue siendo la única variedad de plátano en la mayoría de los mercados de exportación.
Esperemos que su predominio no precipite su caída.