(CNN) – La furgoneta particular Volkswagen, pintada de un color turquesa caribeño, rueda por la carretera CA-9 de Guatemala. El viento caliente entra y sale de todas las ventanas abiertas y el ruido del motor trasero es fuerte. Pero a nadie parece importarle.
Apretujado entre cuatro niños en la parte trasera, no puedo hacer más que pensar que la actitud de estos viajeros podría ser confundida por filosofía hippie. Sin embargo, este no es un microbús mágico en un viaje hippie. Esta familia se encuentra en una misión arraigada en su fe católica.
Catire Walker, de 41 años, y su esposa, Noël Zemborain, 39 años, alistaron a sus hijos, empacaron el equipo de camping y algunas pertenencias en marzo y dejaron su casa en Buenos Aires en un intimidante viaje de más de 20.000 kilómetros a través de 13 países.
Su familia y amigos les dijeron que estaban locos. Quizás lo estaban. Pero se dieron cuenta de que era momento para hacer algo descabellado. Era el momento para dedicarle más tiempo a lo que más importaba: la familia.
Su destino final es Filadelfia para ver al papa.
El papa Francisco, quien ha hecho de la familia uno de sus temas candentes, estará de visita en Estados Unidos por primera vez a finales de este mes. Los Walker planean asistir al Encuentro Mundial de las Familias 2015, un evento central de la visita papal. El microbús VW está cubierto con un adhesivo adornado con una cruz y el logotipo del evento. Por dondequiera que pasa la familia, dan lugar a que los detengan y les hagan preguntas por curiosidad.
La fe, para los Walker, nunca ha sido acerca de la iglesia y sus rituales, sino de los acontecimientos cotidianos de la vida. En Francisco, ellos finalmente vieron a un papa que entiende a la gente común como ellos, un papa que hablaba de cosas que ningún otro papa había discutido abiertamente antes.
Además, se sentían inmensamente orgullosos de que el papa Francisco fuera un compatriota argentino. Habían seguido de cerca a Jorge Bergoglio cuando era arzobispo de Buenos Aires e incluso lo habían visto de cerca justo después de que fuera nombrado papa.
Se encontraban en Roma en un viaje de negocios y de pie entre la multitud en el Vaticano. Cuando Francisco pasó en el papamóvil, Catire gritó “¡Jorge!” y levantó a su hija más pequeña, Carmin, quien en ese entonces tenía tan solo 10 meses de edad. Uno de los guardias de seguridad cargó a la bebé más allá de la barricada y la levantó para que el papa Francisco pudiera besarla.
Catire levantó sus dos pulgares. Para Noël, el tiempo se detuvo. Era como encontrarse con una estrella de rock.
El viaje para ver al papa Francisco en Filadelfia, pensaron ambos, realmente valdría la pena.
A finales de julio, me encontré con la familia en la ciudad de Guatemala. Me hicieron espacio en la parte de atrás de la camioneta. Apretado al lado de los niños, de 2 a 12 años, observé que estaban entretenidos con diferentes formas de entretenimiento y tareas, ajenos a cuánto podría faltar para la próxima parada: las ruinas mayas de Tikal. Ellos se habían acostumbrado a estar largas horas sentados en su camioneta, a la que tratan como la quinta hija de la familia y le pusieron de nombre Francisca.
En honor al papa, por supuesto.
Un viaje de humildad
Nos dirigimos de los climas más frescos de la ciudad de Guatemala a las llanuras sofocantes del país. La mano izquierda de Catire dirige el volante del Kombi, el término más comúnmente usado para microbús en Latinoamérica. Su mano derecha sostiene una taza de metal que contiene yerba mate, una poción popular a base de hierbas con infusión de café que lo ayuda a empezar su día todas las mañanas.
Noël jala una mesa de madera para computadora portátil del tablero de mando, la cual a menudo también funciona como una tabla de cortar. Ella abre su computadora, tratando de averiguar por qué la pantalla ya no funciona.
Los Walker no saben qué tan lejos podrán llegar hoy o dónde dormirán esta noche. Así ha sido durante los meses que han viajado con un presupuesto apretado. Reunieron algunos dólares a través de un sitio de financiación masiva, pero sobre todo, ellos dependen de la bondad de los extraños, muchos de los cuales los alojan en sus casas y se convierten en amigos para toda la vida.
El viaje ha sido una lección de humildad, me dice Noël.
“Hemos aprendido a pedir ayuda”, dice ella. “Hemos aprendido a ser agradecidos y a vivir con muy poco. Y simplemente dejar ir, sin tratar de siempre controlar todo”.
En el camino, han enfrentado algunos inconvenientes. Se pusieron nerviosos por dejar solo el microbús VW en un ferry para cruzar de Panamá a Costa Rica. Aún más inquietante fue conducirlo a través de las inundaciones catastróficas en el desierto de Atacama de Chile y verse obligados a dormir en lugares no tan seguros cuando tenían problemas mecánicos.
Dimas, de 8 años, ha estado registrando las aventuras de la familia en un diario que comparte regularmente con sus compañeros de clase en Buenos Aires. Incluso en el incómodo asiento trasero, él se las arregla para escribir cada palabra entre las líneas de su cuaderno: “Cruzamos por El Salvador y luego nuestro Kombi se averió … “
Cala, de 12 años, abre una lata de color crema pintada con mariposas, cardos y lirios. Alguna vez estuvo llena de galletas, hecha por una mujer llamada Mónica Ahumada, quien se las dio a los niños cuando estaban en Concón, Chile. Ellos quedaron impactados por la generosidad de Mónica… ella había perdido a sus hijos cuando aún eran muy jóvenes y vivía sola en una pequeña casa. Sin embargo, ella había alojado a los Walker.
Ahora, la lata sirve para guardar las agujas de tejer de Cala. Ella las toma y continúa haciendo una bufanda para Rosa María, la madre del hombre que los alojó en la ciudad de Guatemala.
Mia, de 5 años, se pierde en su libro para colorear, y la más joven, Carmin, de 3 años, no puede quedarse quieta. Ella agarra su peluche de Winnie the Pooh en una mano y un paquete de galletas Club Social en la otra.
Los niños decoraron el interior de la camioneta con pájaros de origami. Cerca de la puerta hay una lista de los países que encontrarían en su ruta, con marcas sobre los países que ya han visitado: Chile, Perú, Colombia …
Ellos han estado tomando turnos para pegar adhesivos de banderas en la parte trasera del microbús en cada paso de frontera. Cala hizo los honores en Guatemala; Mia está emocionada porque será su turno en la siguiente frontera.
Sin embargo, logramos conducir unos 160 kilómetros cuando Francisca empezó a tener dificultades. Catire intenta acelerar el motor. Deja escapar un último suspiro antes de quedar en silencio.
Un sol implacable cae a plomo sobre Catire mientras lucha con el motor. Los autos zumban por delante de nosotros sin aminorar la velocidad… pocas personas están dispuestas a detenerse en esta carretera frecuentada por las pandillas y cárteles de la droga.
Sin embargo, un conductor de camión se detiene. Él se presenta como Oscar.
¿A dónde se dirigen?”, pregunta.
“Estamos viajando desde Buenos Aires a Filadelfia”, dice Catire. “Para ver al papa”.
Oscar tiene la misma mirada de incredulidad que otros han tenido. Él no sabe muy bien qué hacer con la familia del Kombi.
“¿Van a ir a ver al papa?”, dice Oscar, sus ojos se iluminan ante la perspectiva de ver al populista papa, quien por sí solo ha revigorizado la fe de miles de católicos de todo el mundo.
Oscar acuerda remolcar el Kombi al cercano Río Hondo, donde Catire intenta una vez más lograr que el motor arranque. Esa fue una de las razones por las que había comprado el microbús VW… era fácil de arreglar.
“¡Hurra!”, gritan los niños cuando el Kombi arranca de nuevo. Subimos de nuevo, pero unos pocos minutos después Francisca falla de nuevo. Esta vez tenemos suerte. Estamos en una gasolinera.
Fe y familia
En Ecuador, alguien le dio a Carmin un juguete y le dijo: Llévatelo a casa contigo.
Yo no tengo casa, dijo Carmin.
La última noche que los Walker pasaron en “casa” fue el 10 de marzo. Se sentía como si se iban a unas largas vacaciones, excepto que no regresarían a la casa en la que habían dejado las cosas que amaban: una impresora Lichtenstein en la sala de estar y estantes llenos de libros.
Catire trabajaba como gerente en servicios de comida, Noël en comunicaciones y mercadeo. Ellos tenían una buena vida.
Se habían conocido en un viaje relámpago de esquí durante un fin de semana en Mendoza y se casaron poco después en el 2001. Ambos tenían la aventura en su sangre y cuando su primogénito, Cala, aún era muy pequeño, se mudaron y se trasladaron a Barcelona, España.
Cuando se sintieron nostálgicos y regresaron ocho años más tarde, se sentían perdidos en el caos urbano de Buenos Aires. Extrañaban a sus amigos y el estilo de vida más tranquilo de Barcelona. Eso le estaba cobrando un precio a su relación.
Ellos buscaron consuelo en la iglesia y asistieron a un retiro para parejas dirigidos por un sacerdote que había estudiado bajo el mando del papa Francisco. Resultó ser algo transformador.
El sacerdote obligó a Catire y a Noël a examinarse. “Examinen sus defectos”, les dijo y consideren las palabras del papa:
“Nos quejamos los unos de los otros. Nos decepcionamos unos de otros. …El perdón es vital para nuestra salud emocional y la supervivencia espiritual. Sin el perdón, una familia se convierte en un bastión de los conflictos y agravios. Sin el perdón, una familia se enferma”.
En el retiro, Catire y Noël conocieron a una pareja que había estado junta durante 25 años, pero no se pudieron casar en la Iglesia Católica, ya que ambos se habían divorciado. Ese es un tema que el papa Francisco ha estado abordando y se discutirá en la sesión del Sínodo de Obispos que se llevará a cabo sobre la familia en octubre.
“El papa”, dijo Catire, “ha llevado a la Iglesia a un punto de inflexión”.
Es un punto de inflexión muy necesario, si le preguntas a Catire y Noël, quien al igual que muchos católicos se sintieron desilusionados por la falta de voluntad de la iglesia en cuanto a debatir temas controvertidos como el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Ellos no eran de las personas que seguían la iglesia ciegamente.
“No voy a creer que la anticoncepción es mala solo porque la iglesia lo dice”, dijo Catire. “Yo no voy a juzgar a los demás”.
Él se siente muy convencido sobre la santidad de la vida y cree que el matrimonio entre personas del mismo sexo no es algo natural. Sin embargo, cree que es un error que la iglesia juzgue de manera radical este asunto. A él le gusta que el papa Francisco esté abierto a discusión.
Para cuando Francisco fue nombrado papa, Catire y Noël habían dejado su pequeño apartamento en el corazón de Buenos Aires y habían alquilado una casa más grande, en un lugar más remoto en el arbolado de San Isidro. Su matrimonio era fuerte y tenían las comodidades materiales. Pero sintieron un vacío.
Ellos llevaban a sus hijos de forma robótica a los partidos de rugby y juegos de hockey. Catire llegaba a casa tarde del trabajo, con su Blackberry en la mano.
Ellos siempre habían soñado con tomar unas largas vacaciones juntos, como una familia. El invierno pasado, tenían el mismo pensamiento: “¿Por qué no hacemos el viaje familiar ahora?”
Cuando se enteraron de la visita papal, su decisión se convirtió en algo obvio.
“¿Qué son ocho meses de tu vida?”, Noël rió.
Les dijeron a los niños en Navidad. Allí fue cuando todo se volvió muy real.
Vendieron su auto y se enfocaron en sus ahorros para lograr hacer el viaje. Noël comenzó a vaciar la casa y a empacar las cosas que pensaban que podrían necesitar cuando regresaran a Argentina. Ella se llevó las cajas a la granja de su abuela y las almacenó con la maquinaria y el tractor.
Ella y Catire se dieron cuenta del exceso de sus posesiones y volvieron a pensar en las palabras del papa. “El papa dice que el dinero es una basura”, dijo Catire.
Su intención no era convertirse en mártires, pero querían que sus hijos experimentaran un mundo fuera de su barrio, para darse cuenta de que la vida no era Disney. Ellos sabían que, a veces, el viaje resultaría incómodo. No tenían dinero suficiente para planificar todo su viaje por lo que decidieron que lograrían encontrar una solución a lo largo del camino.
“Si hubiéramos esperado tener un presupuesto completo, todavía estaríamos esperando”, dijo Noël. “Aún necesitamos 10.000 dólares más solo para el viaje de regreso a Buenos Aires”.
Noël decidió dedicar su viaje a Nuestra Señora de Luján, patrona de Argentina. El 7 de marzo, asistieron a una misa de despedida en Luján. Luego, emprendieron el viaje.
La lección de hoy: paciencia
Casi 10 horas después de unirme a ellos en el microbús, se empezaron a formar nubes oscuras y cargadas de lluvia. Una tormenta se aproximaba. Catire y Noël deciden que lo mejor es dormir esa noche en la gasolinera. Es más seguro. A la mañana siguiente, verá cómo arregla el Volkswagen.
Catire sabía que podría tener problemas. Es un microbús modelo 1980 que compró por 3.000 dólares… barato comparado con el precio de los automóviles en Argentina. Habían visto casas rodantes espectaculares y camionetas grandes, pero les atrajo el Kombi.
Les recordaba su infancia, cuando mucha gente las manejaba. Y a Noël le encantó cómo toda la familia Hoover de la comedia “Little Miss Sunshine” se apretujó en un microbús Volkswagen amarillo brillante para su viaje por carretera. Además, era icónico, un símbolo para toda una generación de espíritus libres.
La camioneta que Catire compró estaba pintada de un color café sin gracia y necesitaba trabajo. Sus hermanos lo ayudaron a repararlo y equiparon el interior a fin de adaptarlo para una familia de seis personas. Era la única forma económica de llegar a Filadelfia, aunque no siempre es confiable.
Esta es la tercera vez que la familia pasa una noche en una gasolinera, me dice Noël.
Catire comienza a desempacar todo lo que necesitamos: tiendas de campaña, colchones de aire, banco de campista y utensilios. Enciende una pequeña estufa para cocinar el maíz y un poco de arroz con frijoles negros enlatados.
“¿Vamos a dormir aquí?”, pregunta Mia.
Fingimos que estamos en un divertido viaje de acampar. No importa que estamos a punto de cenar en un espacio de mecánica, manchado con aceite. La lluvia comienza a caer y de vez en cuando, un rayo ilumina el cielo. Camiones monstruo se precipitan junto a nosotros en la carretera.
Esto, también, es parte de la fe de Catire y Noël; sus hijos están aprendiendo valores en este viaje. La lección de hoy es: la paciencia.
“Nuestras expectativas son que nuestros hijos recuerden este viaje como una experiencia que vivimos como familia”, dice Noël.
Terminamos la cena y ponemos todos los platos sucios bajo la lluvia. Noël dice que los lavará cuando salga el sol.
Carmin y Mia suben a la parte trasera del microbús para dormir. Dimas y Cala duermen dentro de una tienda de campaña.
Catire me dice que ha aprendido mucho sobre sus hijos en este viaje. Que Cala es increíblemente independiente y Dimas se frustra por ser el único varón entre tres hermanas y extraña a sus amigos más que los demás. Mia, la tercera hija, necesita más atención y a menudo tiene arranques de ira. En Buenos Aires, la castigaba por mal comportamiento. Pero en este viaje, él ha sido más tolerante y trata de comprender su necesidad de llamar la atención.
Y, dice, que él tiene una apreciación más audaz sobre la naturaleza.
“El lugar donde vivimos es parte de nuestra religión”, dice. “Las plantas, el cielo, los océanos, los animales, las aves… Dios nos los dio. Tenemos que cuidar de ellos. El papa es criticado por hablar sobre el medio ambiente y el cambio climático, pero tiene razón en hacerlo. Si destruimos la naturaleza, nos matamos a nosotros mismos”.
En abril, los Walker fueron testigos de un desastre ambiental en Chile. Ellos viajaban a través del desierto de Atacama, una de las regiones más secas del mundo, cuando las tormentas torrenciales inundaron la zona. El agua brotaba por los valles, provocando derrumbes y aisló a pueblos enteros.
“Fue todo un infierno”, dice Noël. Y, aun así, otro lugar donde se fortaleció su fe.
La gente les dijo que dieran la vuelta y se marcharan, pero Catire decidió ayudar con los esfuerzos de socorro. La familia se quedó con una mujer llamada Angela Boggioni, que, en medio del desastre, se hizo cargo de ellos.
Noël me muestra la nota que Angela les escribió a los Walker. “Cuando nuestros ojos solo veían la desesperación… los encontramos a ustedes. Ustedes alegraron nuestras vidas. Creo que Dios los puso en nuestro camino. Haber cuidado de ustedes ha servido para alegrar nuestras almas”.
Se hace tarde. Encuentro un espacio en la tienda de campaña con Cala y Dimas y me quedé dormido pensando sobre la admiración que Catire y Noël tienen por el papa.
Al día siguiente, pagan 200 dólares para que les remolquen el microbús de vuelta a la ciudad de Guatemala con todos nosotros dentro. Pasamos los próximos días en la casa de Allan Sigueros, a quien Noël había contactado a través de un amigo.
Las noticias son malas: se requerirán varios días para reparar el Kombi. El viaje se vio interrumpido temporalmente.
Después de la descompostura
Catire y Noël pasaron más de dos semanas en la ciudad de Guatemala antes de que pudieran seguir su camino nuevamente. Tuve que volver a Atlanta, pero he estado al tanto de sus viajes a través de mensajes de texto, su página de Facebook y a través del blog que Noël escribe sobre el viaje a Filadelfia. Los niños están muy contentos de que finalmente llegaron a Estados Unidos. Cruzaron la frontera el domingo y llegaron a Port Isabel, Texas, donde se encuentran alojados con un amigo. Los cuatro niños colocaron la última bandera de estrellas y rayas en el microbús.
Desde Texas, viajarán al este a través de Luisiana, Misisipi, Alabama y Georgia. Espero verlos de nuevo en Atlanta.
Quedé atrapado por su amabilidad y sinceridad. No era necesario que me dijeran que su fe estaba inmersa en la vida cotidiana. Lo vi de primera mano.
Antes de salir de Guatemala, les pregunté qué harían o dirían si se encontraran cara a cara con el papa Francisco. Noël quiere darle un abrazo. Catire dijo que le gustaría darle las gracias por aumentar su esperanza en la humanidad.
¿Y qué piensa él que diría el papa si se entera de que viajaron en un anticuado microbús Volkswagen desde Buenos Aires para verlo?
“Están locos”.
Después de Filadelfia, los Walker quieren visitar Nueva York. Luego, esperan tomar un vuelo de regreso a Argentina. ¿Qué pasara con Francisca? No pueden dejarla atrás, no después de todo esto. La enviarán por barco para que haga el largo viaje de vuelta a casa.