Nota del editor: Ezequiel Spector es Profesor Investigador en la Escuela de Derecho de la Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires, Argentina. Fue becario en The University of Arizona, Estados Unidos, y en la Universidad Carlos III de Madrid, España. Sus áreas de especialización son la filosofía política y el derecho constitucional. Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente las del autor.
(CNN) – Este domingo el pueblo argentino participó de una elección presidencial histórica. El candidato oficialista Daniel Scioli, de Frente Para la Victoria, partido que encabeza Cristina Kirchner, fue derrotado por Mauricio Macri del frente político Cambiemos, formado por las fuerzas políticas Pro, Unión Cívica Radical y Coalición Cívica. Macri empezará a ejercer el cargo de presidente el 10 de diciembre con la gran responsabilidad de solucionar los problemas económicos e institucionales a los que Argentina se enfrenta actualmente, que aunque son serios no son irresolubles.
El triunfo de la oposición no fue fácil. El llamado ‘kirchnerismo’ contó con numerosos medios de comunicación propios y aliados, y un aparato estatal enorme del cual dependen muchísimas personas, que fueron sometidas a lo que muchos denominaron ‘la campaña del miedo’: la amenaza por parte del gobierno nacional de que, ante un triunfo de la oposición, quedarían sin empleo y sucumbirían en la pobreza. Pese a ello, el oficialismo perdió, y las razones son bastante notorias.
En primer lugar, cuando alguien quiere infundir miedo en el otro, las consecuencias posibles son dos: o bien la persona cede, o reacciona rechazándolo. Los argentinos en general adoptaron la segunda posición, frente al hecho de que las amenazas resultaron poco creíbles, pareciéndose más a clichés que a mensajes sinceros (se llegó a decir, por ejemplo, que Macri planea cerrar las universidades públicas). Asimismo, muchos jóvenes en las redes sociales ridiculizaron y bromearon sobre esta estrategia política, llevando humor a millones de hogares, y transformando el temor en carcajadas.
Por otra parte, durante estos años, el gobierno ha degradado notablemente las instituciones, lo que terminó por fastidiar a la ciudadanía. El uso arbitrario de recursos públicos, la ausencia de plena división de poderes, las mentiras respecto de los índices de pobreza e inflación, el avance del poder ejecutivo sobre la justicia y el acoso a periodistas críticos han advertido a muchos argentinos sobre lo peligroso de un proyecto de estas características. Ello se suma al difícil momento económico que los argentinos atraviesan, dado principalmente por la alta inflación, la considerable pobreza y la creación cada vez menor de empleo genuino.
El contraste entre esta realidad y el relato oficial, según el cual Argentina estaba en su mejor momento, hizo sentir subestimada a la ciudadanía. Su reacción no sólo se vio en las urnas. Durante 2012 y 2013, masivas movilizaciones contra el gobierno tuvieron lugar en diferentes ciudades y provincias del país, donde personas de todos los sectores sociales (aunque con mayor presencia de la clase media) reclamaron por mayor institucionalidad y mejores políticas económicas. Ellas mandaron señales de apoyo popular tanto al periodismo como a algunos fiscales, que sirvieron como incentivo para iniciar investigaciones más profundas sobre la sospechada corrupción estructural en el poder político. Finalmente, la sospechosa muerte del fiscal Alberto Nisman, que investigaba a la presidenta, fue una herida que todavía no termina de sanar, ante la cual la gente reaccionó.
La ventaja de Mauricio Macri, sin embargo, no estuvo dada sólo por los errores del oficialismo. Su gestión en la Ciudad de Buenos Aires, donde fue Jefe de Gobierno desde 2007 a 2015, fue, aunque con muchas falencias, relativamente buena en comparación con gestiones anteriores. Asimismo, durante los últimos meses, Macri se presentó con un discurso conciliador, moderado y a favor de la República, enfatizando que no es un “mesías”, y que el cambio no vendría de la mano de un líder todopoderoso, sino de cada uno de los argentinos.
Se acercó también a los sectores más populares, donde el oficialismo creyó que ostentaba una especie de monopolio. Invitó a la ciudadanía a pensar en grande; insistió en el mensaje de que no hay que conformarse con tan poco, y en el potencial del pueblo argentino. Eso caló hondo en la gente. Su imagen se vio también fortalecida por María Eugenia Vidal, un verdadero fenómeno político por su carisma y cercanía con la gente, que, representando al frente de Macri, se convirtió hace unas semanas en la gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, el territorio con mayor cantidad de votantes, en una derrota histórica del peronismo.
Todo esto sirvió para obtener un resultado que meses atrás parecía imposible. Quienes habitamos este suelo esperamos que la transición sea pacífica, que se respete la voluntad popular y que el cambio sea para mejor. Ya hay una buena noticia: los argentinos mostraron que la alternancia en el poder sigue estando presente en la vida democrática del país, y mandaron la señal de que, cualquiera sea el jefe de Estado, estará sometido a un control estricto por parte de la ciudadanía.