(CNN) – La idea de un desierto de buena fe bañado por las olas del mar Caribe parece tan descabellada que Google cambia automáticamente la mayoría de las búsquedas de “desierto del Caribe” para “postre del Caribe” (por la similitud de las palabras en inglés).
Tan encantadores como puedan ser los resultados de la búsqueda, estos le niegan a los usuarios habituales del Internet la gloria del Desierto de La Guajira.
Aquí, en el extremo más septentrional de América del Sur, la arena se extiende más allá de las impecables playas y los cactus dominan un reseco paisaje.
El noreste salvaje de Colombia lentamente se abre camino hacia el mapa turístico. Pero se requiere paciencia y una dosis justa de incomodidad para disfrutar de este estéril puesto de avanzada. El alojamiento es básico y extremadamente limitado.
El transporte es por barco o exclusivamente con tracción en las cuatro llantas, e incluso los vehículos más resistentes pueden encontrar problemas. (Navega en la galería de arriba para tener un ejemplo).
Personas locales y novatas
Esta es la tierra del pueblo wayú, sudamericanos indígenas que subsisten a duras penas en este hostil ambiente mediante el pastoreo, el tejido y, generalmente, aguantando por cualquier medio que puedan.
La llegada de visitantes internacionales ha provocado una industria artesanal en los improvisados peajes de carretera.
Adultos alargan sus cuerdas que bloquean el paso en las carreteras por un par de miles de pesos (unos 60 centavos de dólar). Los niños las alargan por unos caramelos… sus dientes evidencian su dieta.
Apenas a un poco más de cien millas desde la cordillera más alta de la costa en el mundo, donde los glaciares coronan picos de 5.864 metros a tan solo un poco más de 40 kilómetros del mar, el desierto de La Guajira recibe solamente unos cuantos días de lluvia cada año.
Pero el sol abrasador acentúa los inhóspitos contrastes de arena de color naranja frente al mar turquesa. Además, los cielos limpios por la noche ofrecen a los astrónomos espectáculos cósmicos gloriosos desde sus hamacas junto a la playa.
De por sí, el único lugar de vacaciones es la meca del kitesurf, el Cabo de la Vela.
Actualmente, tan solo un par de compañías de turismo con fuertes lazos con los wayú hacen el largo viaje hasta la sombría Punta Gallinas y las vecinas Dunas de Taroa, a más de la mitad de un día de viaje hacia el norte.
Los viajeros inteligentes traen con ellos un sentido de la aventura, una bolsa llena de ositos de goma y un cojín para el auto.
Para aquellos que lo han hecho, el viaje hacia una extremidad geográfica de la cual la mayoría de la gente probablemente nunca ha oído hablar bien vale la pena el escabroso recorrido.