Nota del editor: Este es el segundo capítulo de una serie sobre Jesús y su familia, inmigrantes guatemaltecos que viven con incertidumbre por el temor de ser deportados de Estados Unidos. Para leer el primer capítulo, haz clic aquí.
(CNN) - El sol apenas ha comenzado a iluminar el cielo cuando Jesús y sus padres salen de su apartamento dúplex de dos habitaciones. El hombre que los transporta a las citas con los funcionarios de inmigración está atrasado, y ellos están ansiosos porque no quieren faltar a la reunión que podría decidir su futuro.
La cita es en Memphis, aproximadamente a dos horas del pequeño pueblo que ahora es su hogar, y se trata de la cuarta reunión con funcionarios de inmigración en 10 semanas. En cada ocasión, le han pagado a Elquin Gonzalez para que los lleve, y salen de la casa en la mañana sin estar seguros de tener la oportunidad de regresar por la noche.
Mientras esperan, Jesús piensa en la madre de su amigo en Guatemala, su país de origen, quien cruzó la frontera con ellos. Ella fue a una reunión parecida a la que ellos tienen… y salió de ahí con un monitor de tobillo sujeto a su pierna. Hace un ruido fuerte cada vez que la batería se acaba.
Él imagina qué pasaría si llevara uno a la escuela: sus maestros se molestarían cada vez que el fuerte sonido interrumpiera las clases. Los otros niños se le quedarían viendo.
O incluso peor, ¿qué pasaría si un juez decide enviarlos de vuelta a Guatemala y él tiene que dejar su nueva escuela?
Jesús y sus padres se amontonan en la parte trasera del auto de Gonzalez poco después de las 6:30 a.m. Mientras el Honda avanza rápidamente por la autopista, Gonzalez lanza una sucesión trepidante de preguntas desde el asiento del conductor.
Él es el ministro hispano de la iglesia católica St. James en Tupelo y un antiguo líder en la comunidad, y es alguien que sabe cuán hostil puede ser Estados Unidos para los inmigrantes no autorizados. Gonzalez emigró legalmente desde Colombia con una visa de trabajador religioso hace más de una década. Desde entonces, ha visto cómo personas que esperan una segunda oportunidad son detenidas y deportadas en un abrir y cerrar de ojos. En ocasiones, él lleva a alguien a una reunión con inmigración, pero no los trae de vuelta a casa.
“¿Ha sido asesinado alguien de tu familia?”, pregunta.
“¿Has sido amenazado?”
“¿Temen por sus vidas?”
Pedro y Angélica se ven el uno al otro, desconcertados. Jesús está dormido.
“¿Tu abogado no les ha hecho estas preguntas?”, les pregunta Gonzalez.
Pedro dice que no han asesinado a nadie que conozcan. Pero ellos se preocupan constantemente por los miembros de su familia en Guatemala, especialmente su hijo e hija, quienes están estudiando ahí.
La madre de Angélica fue secuestrada el año pasado. Toda la familia viajó a una ciudad vecina a exigir su liberación. Y una vez, unos hombres en una camioneta trataron de secuestrar a su hija y a su prima. Se alejaron una vez que las niñas comenzaron a gritar.
Su pueblo se ha vuelto mucho más violento en los últimos años, dice Pedro. Y nadie confía en la policía.
Cuando los hombres trataron de secuestrar a su hija, Angélica dice que fue a la estación de policía, pero ellos no redactaron el informe. Cuando su madre fue secuestrada, la policía pidió un soborno para ayudar a liberarla.
“Ya no sabemos en quién confiar”, dice Pedro. “Los policías o son corruptos, o tienen miedo”.
El padre de Angélica está tratando de organizar un proyecto de cultivo de café. No se ha puesto en marcha tan rápidamente como algunos miembros de la comunidad lo esperaban, dice Angélica, y la familia ha estado recibiendo llamadas amenazantes. Ella sospecha que los inversionistas molestos son los culpables.
“Oh, así que él es como un organizador, que arriesga su vida por el bien de la comunidad”, les dice Gonzalez. “Eso podría ayudar en su caso”.
Deberían empezar a pensar en estas preguntas y respuestas, dice. Hoy no van a comparecer delante de un juez, pero tienen que estar listos para cuando les den fecha para ir a tribunales.
“El juez buscará una forma legal para que puedan permanecer aquí”, dice. “Pero si no existe una forma legal, tendrá que deportarlos. Así que ahora mismo, deben empezar a pensar en reunir pruebas”.
Él les advierte que no es posible confiar en muchos abogados. Existe una idea falsa, dice, en relación a que contratar abogados te garantiza que tendrás la oportunidad de quedarte. Muchos abogados que saben que no hay esperanza de ganar los casos, pero los toman de todas formas. Para ellos, es dinero fácil.
Sin embargo, eso no significa que no haya esperanza, les dice Gonzalez. “Es como un juego de lotería. Ganas o pierdes. Pero tienes que intentarlo”.
“Él entra al estacionamiento de la oficina del Departamento de Seguridad Nacional en Memphis, solo unos minutos antes de la hora programada para su reunión”.
“Ya llegamos”, les dice. “Ahora veamos qué les dicen”.
Angélica y Pedro se sientan uno al lado del otro. Ellos se encuentran en la misma ubicación, pero en lugares muy distintos.
Angélica piensa en todas las deudas que no han pagado, y en lo mucho que su familia necesita el dinero que ella y Pedro ganan trabajando en un restaurante mexicano en Mississippi. Sus dos hijos mayores aun están en la escuela en Guatemala, y los costos siguen subiendo. El otro día, su hija los llamó y dijo que no había suficiente. Nunca hay suficiente. Los padres, hermanos y primos de la pareja también necesitan ayuda.
Pedro observa a un hombre al otro lado de la habitación, y resulta inquietante lo conocido que le parece. Él vio al hombre tres años atrás, cuando las autoridades de inmigración irrumpieron a la casa donde Pedro vivía y arrestaron a todos los que se encontraban ahí. Esta es una experiencia que quiere olvidar, pero que no puede dejar atrás. Él se está preparando para comparecer en un tribunal de Memphis dentro de cinco meses para presentar sus argumentos a fin de quedarse en el país. El abogado con el que ha estado trabajando también ha tomado el caso de Angélica y Jesús, aunque aún no se ha reunido con ellos.
¿Que traerán los procedimientos de hoy? ¿Podría perder a su esposa e hijo tan pronto? ¿Qué pasaría si los funcionarios de inmigración les permite quedarse, pero un juez lo envía a él de vuelta a Guatemala?
Jesús observa la Estatua de la Libertad, y reflexiona.
Jesús ha crecido desde que llegó a Estados Unidos. Quiere quedarse en el país y seguir sus estudios, pero teme que no se lo permitan. (Crédito: Evelio Contreras).
Es mucho lo que ha pasado desde el día en el que los funcionarios en Arizona pusieron a Jesús y a Angélica en libertad de la detención, les permitieron continuar con sus viajes y les dieron un límite para que se comunicaran con las autoridades de inmigración.
Ellos tuvieron que hacer un viaje de seis horas hasta Atlanta para asistir a una cita, y luego un viaje de tres horas a Alabama para asistir a otra. Los tomó 10 semanas conseguir una cita aquí, en la oficina de inmigración más cercana a su casa. Angélica esperaba que las autoridades los dejaran quedarse si se presentaban constantemente, pero ella teme que este podría ser el día en el que los funcionarios los expulsen.
Pasan horas antes de que un hombre pronuncie su nombre. Le entrega una hoja de papel y señala una nota en la parte de atrás que dice “Próxima fecha para 3/3/2015 para OSUP”.
Ellos no están seguros de qué significan las palabras, pero entienden los números.
“Nos dieron más tiempo”, dice Angélica.
Jesús sonríe mientras cuenta con sus dedos el número de meses hasta su próxima reunión con funcionarios de inmigración: seis.
El futuro vuelve a su enfoque
Su primer entreno de campo traviesa es mañana. Luego tiene fútbol en la primavera. Afuera en la calle, él toma un panfleto que promociona ventas de autos y encuentra el auto de sus sueños: un Hummer de color amarillo encendido. Solo cuesta 32.000 dólares.
Pedro sonríe y sacude su cabeza.
“Imagina cuánto tiempo me tomaría ahorrar suficiente dinero para eso”, dice.
Cuando regresan a Tupelo horas después, González los lleva a una tienda que su esposa inició hace siete años. “Speedy Gonzalez” atiende a la creciente población hispana del área. Rosarios cuelgan sobre la caja registradora. Venden especias secas, bolsas de arroz y candelas religiosas. Un rótulo en la pared muestra las tasas de cambio.
Pedro se acerca al mostrador, cobra un cheque y llena un formulario para enviar 800 dólares a Guatemala.
Se siente aliviado. Al menos hasta febrero de 2015, cuando llegue su fecha de comparecencia, él y Angélica pueden seguir trabajando y enviando dinero a casa. Nadie sabe qué pasará después.
Sigue esta historia aquí en el siguiente capítulo, y en las próximas entregas diarias en CNNEspanol.com
Capítulo 1: Más allá de la frontera: la vida en el limbo para una familia inmigrante en EE.UU.
Capítulo 3: Conocer y amar a Estados Unidos