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(CNN) – Río lo logró. Realizó con éxito los Juegos Olímpicos quizá más controversiales de la era moderna.

Las preocupaciones sobre el terrorismo y el virus del Zika pasaron a un segundo plano y, por un corto período de tiempo al menos, el deporte y las medallas robaron los titulares.

Con la llama del pebetero olímpico ahora extinguida, he aquí una selección de lo bueno, lo malo y lo feo de los primeros Juegos de Sudamérica.

Lo bueno

El invierno en el hemisferio sur es mejor que el invierno en el hemisferio norte.

Los Juegos de Río de Janeiro se desarrollaron mayormente bajo el tipo de sol suave que imaginas cuando sueñas despierto con caipiriñas en Copacabana.

Aunque perfectamente aceptable para la mayoría de los turistas, las temperaturas se convirtieron en inhóspitas para los mosquitos.

Después de un par de días de la aplicación diligente de repelente para los insectos, rápidamente se hizo evidente que no era necesario.

A pesar de los temores sobre la posible transmisión del virus del Zika, los mosquitos decidieron claramente saltarse la fiesta.

Su ausencia permitió que la gente disfrutara de las sedes, en particular, del impresionante campo de voleibol de playa.

En las arenas de una de las playas más famosas del mundo, y con el Pan de Azúcar asomando sobre la parte superior de las gradas, el arenal era el lugar perfecto para estar.

Esto era especialmente cierto para las finales de la medianoche, un espectáculo olímpico moderno con un aluvión sensorial constante de música y bailarines.

Los brasileños vibraron en las gradas cuando sus compatriotas ganaron el oro en la competencia masculina y la plata en la femenina.

Mientras tanto, en el extremo norte de estos Juegos Olímpicos, en Deodoro, la alegre banda de guerreros de Fiji de guerreros hizo historia al ganar el torneo de rugby 7 masculino y, de paso, la primera medalla para su país.

Fue el final perfecto para la primera aparición del deporte en el programa olímpico: una multitud ruidosa animando a una nación para tener éxito en un deporte que adora.

Ver a estos hombres estallando en un mar de lágrimas fue alentador, más aún teniendo en cuenta Fiji aún se está recuperando de los efectos devastadores del ciclón Winston del pasado mes de febrero.

Era el recordatorio perfecto de lo que los Juegos Olímpicos son todo. Por cada serie de medallas para Usain Bolt y Michael Phelps, hay atletas para los cuales las estrellas se alinean solo una vez en la vida. Y Fiji agarró su oportunidad con ambas manos.

Lo malo

Por desgracia, Deodoro será recordado con menos cariño.

Un viaje de dos trenes desde las arenas de Copacabana e Ipanema, ni se sentía particularmente brasileño ni particularmente olímpico.

Situado en una base militar y a 30 minutos a pie de la estación de tren más cercana, entrar Deodoro requería de un largo desfile pasando innumerables soldados y 4x4 camuflados.

Era una precaución de seguridad necesaria, pero la vista de los tanques y ametralladoras no fomenta el tipo de frivolidad alegre que uno espera de un día en los Juegos Olímpicos.

Otra mancha en la tarjeta de memoria de Río es la cantidad de asientos vacíos en varias sedes olímpicas.

Se ha sugerido como causa el precio para asistir a los eventos, pero cualquiera que sea la razón, parece inexcusable que el Estadio Olímpico no estuviera lleno cuando Bolt hizo historia y se llevó el triple-triple.

También hay que sentir por Elaine Thompson, la compatriota de Bolt que ganó los 100 metros femenino frente a un estadio al 60% de su capacidad.

Otro espectáculo desagradable fue la piscina de saltos, que se puso en verde al comienzo de los Juegos, confundiendo a organizadores y divirtiendo a millones en todo el mundo.

Aunque totalmente inofensiva -por no mencionar perfectamente adaptada a la combinación de colores oficial de Río 2016- el cambio de color del agua creó la impresión de que Brasil no estaba al 100% preparado para estos Juegos Olímpicos.

Lo feo

Teniendo en cuenta los temores sobre la delincuencia y el terrorismo, es comprensible que estos Juegos fueran tan fuertemente asegurados. Pero es difícil permanecer bajo el espíritu olímpico cuando, en todas las direcciones había un soldado a la vista blandiendo un fusil de gran tamaño.

También se creó una sensación de que aunque la ciudad era cálida y hospitalaria, el verdadero Río fue escondido en algún lugar fuera de la vista, para bien o para mal. Fue una experiencia no totalmente auténtica.

El espectáculo más feo, sin embargo, quedó para el final.

El acto secundario creado por Ryan Lochte y sus compañeros nadadores eclipsó tres días de deporte real y dio lugar a tensiones entre la delegación estadounidense y sus anfitriones brasileños.

Lochte llevó la atención de los medios lejos de los atletas que no ocupan el centro mediático con tanta frecuencia como él lo hace.

El episodio también perdurará en la memoria durante más tiempo que cualquier otro momento de estos Juegos Olímpicos. Es la verdadera tragedia.