(CNN) – El fallecido líder cubano Fidel Castro sobrevivió a más de 600 intentos de asesinato, según las autoridades cubanas.
Él pasó gran parte de su vida frente a los reflectores, y gran parte de ella estuvo en la mira, sobreviviendo a medio siglo de complots para asesinarlo.
Castro murió el viernes, anunció su hermano, el presidente Raúl Castro.
En una columna titulada El cumpleaños, que fue publicada en los medios oficiales cubanos el día de su cumpleaños 90, el pasado 13 de agosto, Castro escribió que su hermano menor, Raúl, lo habría remplazado en caso de que “el enemigo hubiera tenido éxito en sus planes para eliminarme. Casi me hacían reír los planes maquiavélicos de los presidente de Estados Unidos”.
Mientras se acercaba a esa simbólica edad, la mortalidad, para Castro, ya era algo que estaba en su mente.
“Pronto tendré 90 años”, dijo Castro durante una rara aparición pública en La Habana en abril, durante una reunión del Partido Comunista. “Nunca se me había pasado por la mente esa idea. No fue el fruto de ningún esfuerzo. Fue un capricho del destino. Pronto estaré como todos los demás”.
Intentos de asesinato, fracasos espectaculares
Quienes intentaron asesinarlo, supuestamente complotaron para matarlo en varias formas, incluyendo el envenenamiento, impregnando su traje de baño con botulismo o detonando una bomba durante uno de sus discursos. Muchos de los complots fueron fracasos espectaculares. Más al estilo del el coyote y el correcaminos que de espía internacional.
“Ha habido más intentos de asesinato contra el socialista vivo más famoso del mundo que contra cualquier otra persona”, de acuerdo con el documental británico 638 Ways to Kill Castro, de 2006.
Hoy, los oficiales cubanos aseguran que Castro sobrevivió a más de 600 atentados en su vida, una cifra imposible de confirmar.
“Si sobrevivir a los intentos de asesinato fuera una disciplina olímpica, habría ganado el oro”, le gustaba decir a Castro cuando lo entrevistaban.
Su reputación como un burlador de la muerte se fraguó muy pronto. En su juventud revolucionaria, dos veces la prensa cubana reportó su muerte, una de ellas por supuestamente haber perecido al encabezar un fallido levantamiento y nuevamente cuando volvió del exilio.
Un objetivo de la mafia
Pocos tuvieron tantas razones como para querer muerto a Castro que la mafia estadounidense. Antes de la Revolución, los mafiosos de Estados Unidos pagaban a funcionarios cubanos para que los dejaran operar hoteles, casinos y burdeles en la isla.
Castro acabó con la fiesta, expropiando los casinos y hoteles y mandando a los mafiosos de vuelta a Estados Unidos.
Y eso originó una singular sociedad.
Un agente de la CIA se reunión con el jefe de la mafia Sam Giancana en Miami en 1960. Giancana accedió a ayudar al gobierno estadounidenses a matar a Castro e incluso dijo que la mafia no cobraría su tarifa habitual, de acuerdo con reportes desclasificados de la CIA.
“Sam sugirió no hacerlo con armas, sino con una potente píldora que podría ser colocada en la comida o bebida de Castro”, según un cable de la CIA desclasificado en 2007 como parte de una solicitud bajo la Ley de Libertad de Información.
Píldoras de cianuro fueron enviadas por parte de la mafia al antiguo hotel Hilton de La Habana, rebautizado después de la Revolución como Habana Libre, muestran los documentos de la CIA. Ahí servían malteadas de chocolate que le encantaban a Castro. Pero la noche en que él apareció, todo le salió mal a la mafia, de acuerdo con Fabián Escalante, un agente de inteligencia cubano retirado que cuidó a Castro durante décadas.
“Ordenaron una malteada de chocolate y con las prisas y los nervios de quien se preparó para ese momento durante un año completo, rompió la cápsula de veneno mientras intentaba tomarla, pues se había atorado en la nevera en la que estaba oculta”, escribió Escalante en su libro Executive Action: 634 Ways to Kill Fidel Castro.
Una antigua amante y más pastillas
La CIA volvió a intentarlo con pastillas, reclutando a una vieja amante de Castro para envenenarlo.
Marita Lorenz conoció y se enamoró de Castro poco antes de la Revolución, según escribió ella en sus memorias de 1993: Marita: One Woman’s Extraordinary Tale of Love an Espionage from Castro to Kennedy.
Ella fue enviada a Cuba con el veneno, pero al llegar a La Habana, se dio cuenta de que la píldora se había disuelto en el frasco de crema en el que la había escondido. Y peor aún Castro sabía del complot.
Un chapuzón
Después de la fallida invasión de Bahía de Cochinos en 1961, más de mil exiliados cubanos entrenados por la CIA fueron tomados prisioneros por las fuerzas de Castro.
El gobierno de Estados Unidos envió al fiscal James B. Donovan a negociar la liberación de los exiliados con el propio Castro.
Pasó meses hablando con Castro, incluso llevando a su propio hijo. La relación entre ellos creció y el líder los invitó a una de sus actividades favoritas, la pesca en las cristalinas aguas de Cuba. Eso inspiró a la CIA a un nuevo intento de asesinato con un traje de buceo tóxico.
Según un documento de la CIA parcialmente desclasificado en 2015, se propuso que Donovan fuera un “proveedor involuntario” de un traje contaminado con hongos y la bacteria de la tuberculosis. Pero, de acuerdo con el documento, Donovan rechazó el traje que debía llevarle a Castro ya que antes le había regalado otro a Castro.
El complot de Panamá
Incluso en su quinta década en el poder, Castro seguía denunciando complots en su contra, como en el 2000, durante la Cumbre entre líderes latinoamericanos y europeos en Panamá.
“Ya están en Panamá y ya metieron armas y explosivos”, dijo Castro mientras sostenía una foto de uno de sus rivales más persistentes: Luis Posada Carriles, un exiliado y antiguo agente de la campaña de sabotaje de la CIA contra el gobierno cubano.
Fue acusado del derribo en 1976 de un vuelo de Cubana de Aviación y de los atentados con bomba contra hoteles de La Habana en 1997.
El plan, según Castro, era hacer estallar una bomba durante su discurso en una universidad panameña. La policía local arrestó a Posada y otros tres exiliados cubanos que estaban en el país. Fueron acusados de poner en peligro la seguridad pública, pero luego perdonados en medio de controversia.
Al final fue una enfermedad
A pesar de la siempre constante amenaza de asesinato, no fue una bomba ni una cápsula de veneno lo que alejó a Castro del poder, sino un asunto médico.
En 2006, habiendo dejado su amado cigarro e iniciado una dieta principalmente vegetariana por razones de salud, Castro fue afectado por un mal intestinal. Una serie de operaciones casi le cuestan la vida y, dos años después, se vio forzado a ceder el poder a su hermano Raúl.