Nota del editor: Tim Naftali es un historiador presidencial de CNN. Enseña historia y servicio público en la Universidad de Nueva York y fue director de la Biblioteca y Museo Presidencial Richard Nixon. Es coautor de “One Hell of a Gamble: Khrushchev, Castro and Kennedy, 1958-1964”, “Khrushchev’s Cold War” y autor de “Blind Spot: The Secret History of American Counterterrorism.” Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN) – Un gran estudioso de las transiciones presidenciales, el fallecido Richard E. Neustadt, argumentaba que en la naturaleza de éstas estaba implicado el hecho de que la futura administración nunca estaba en su mejor forma. “Las transiciones a menudo ofrecen oportunidades oportunidades para extraer toda la sabiduría de una generación gubernamental a la vez. Pero aquellos que más lo necesitan y podrían usarlo mejor, los venideros, piensan muy pocas veces en esa clase de cosas. La agitación y la auto-importancia obstruyen el camino y también, a menudo, causan una profunda sospecha”.
Esta semana, Donald Trump sorprendió a muchos al admitir que no sólo ha estado en charlas regulares por teléfono con el actual presidente sino que busca el consejo de Obama en cuanto a nombramientos. Dado que Trump siempre dijo durante la campaña que Barack Obama “ha sido el peor presidente en la historia de Estados Unidos”, el hecho de que el presidente deseara hablar con este hombre parece, por lo menos, extraño.
Pero algún contexto sobre las transiciones ayuda a explicar por qué estos dos hombres están conversando.
Deberíamos vincular la moderna transición presidencial a la decisión de Dwight Eisenhower, quien en 1960, para hacer un mejor trabajo de transferencia de poder que el que su predecesor, Harry Truman, hizo cuando el exmilitar héroe de la Segunda Guerra Mundial llegó a la presidencia. Como todo un patriota que era, Eisenhower estableció este ritual de procedimientos a pesar de creer que su sucesor, John F. Kennedy, no era lo suficientemente valioso para la Casa Blanca. De hecho, él tal vez hubiera deseado que la transición hubiera involucrado un amplio intercambio de información entre los venideros y los salientes precisamente porque él pensaba que Kennedy era alguien lamentablemente poco preparado.
Kennedy y Eisenhower en realidad se detestaban el uno al otro. Eisenhower calificaba a Kennedy de “Little Boy Blue” (“Pequeño Niño Azul”) a sus espaldas. Y Kennedy le dijo a Arthur Schlesinger Jr. que Eisenhower no solamente era un hombre “terriblemente frío y vano”, sino que era “una mierda”. Kennedy tampoco respetaba el intelecto de su predecesor, pero Kennedy tomó el consejo del ex comandante supremo de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas en Europa durante la Segunda Guerra Mundial era muy popular y Kennedy no era tonto.
Infortunadamente, como se vio, este primer intento serio de una transición tranquila y moderna produjo pocos resultados positivos. Kennedy fue rápido en desmantelar las instituciones de la Era Eisenhower, algunas de las cuales tendría que volver a poner en funcionamiento tras la equivocación de Bahía de Cochinos. Y cuando tomó el consejo del presidente saliente, Kennedy se habría de arrepentir.
Einsenhower le hizo hincapié a Kennedy en la importancia de intervenir en el sudeste de Asia, consejo que Eisenhower no hubiera tomado en su primer momento, pero que Kennedy pensó que no podía permitirse ignorar. El consejo de transición de Eisenhower afectaría a la administración entrante durante casi todos sus “Mil Días”.
La última vez que un rebelde capturó a un partido político, y a la nación, en una forma tan dramática como en el 2016, la transferencia de conocimiento no operó de un modo mejor.
El presidente electo Ronald Reagan permaneció en silencio durante la mayor parte de su única y sustantiva reunión con Jimmy Carter. Quebró su silencio para admitir su admiración por cómo el ex hombre fuerte de Corea del Sur Park Chung-hee había tratado con manifestaciones estudiantiles. Para ese momento, Park había obligado a cerrar sus universidades. Al final de la reunión, según las memorias de Carter llamadas “Keeping Faith”, Reagan le pidió a Carter una copia de la tarjeta de 3 por 5 pulgadas que había utilizado como base para su reporte.
Los esfuerzos de la administración de Carter para informar al equipo de Reagan sobre las negociaciones para liberar a los 52 estadounidenses mantenidos como rehenes en Irán fueron recibidos con una similar falta de interés, y Reagan se rehusó a pronunciarse sobre una decisión de vender armas a Arabia Saudí que Carter sintió que debía hacer con el beneplácito de su sucesor antes de dejar su cargo.
No hace falta añadir que el paseo ritual entre Carter y Reagan al Capitolio, el 20 de enero de 1981, fue muy ‘gélido’. “Él dudó en mirarme a la cara”, recordó más tarde Reagan sobre el presidente saliente.
Las acciones de Obama hasta el momento en la transición, incluyendo los informes de llamadas, son consistentes con la forma en que ha visto sus responsabilidades como presidente.
Durante la campaña habló como líder del Partido Demócrata e imploró a sus seguidores a ver a Hillary Clinton como una especie de continuación o de “tercer mandato”. Pero también habló como presidente, recordando a ambos candidatos que tenían que respetar el resultado de la votación (aunque probablemente esperaba que fuera favorable a Clinton).
El Colegio Electoral ha hablado (o, para ser más precisos, lo hará pronto), y Obama no obtuvo su “tercer mandato”. Como hizo Eisenhower en 1960, Obama está ofreciéndole consejos al hombre que él esperaba que perdiera y del que él piensa que no es apropiado para el oficio, pero eso subraya el hecho de que este presidente saliente no sólo respeta el sistema constitucional de los Estados Unidos sino que desea el bien del país.
También puede haber más trabajo en ese sentido. Obama ya ha telegrafiado que puede volverse mucho más vocal que los expresidentes anteriores en los meses posteriores a su salida del cargo. El hecho de que Obama se haya puesto a disposición de Trump le da mayor autoridad moral para criticar más adelante la administración entrante, si plausiblemente dice que trató de ayudarla en sus comienzos.
Finalmente, una mirada clara a algunas de las posiciones de Trump, sobre el cuidado de la salud, de la niñez, el no involucramiento en aventuras militares en el exteriores, revela que éstas son más cercanas a las opiniones de Obama que a las del liderazgo del Partido Republicano en el Congreso. No le puede hacer daño a Obama desarrollar algún nivel de confianza con un hombre que podría decidir mantener algunos elementos de su legado.
La real sorpresa aquí es el comportamiento de Trump. ¿Por qué públicamente admite el buscar consejo de un hombre que es odiado por su base, especialmente cuando él alimentó ese odio?
Hasta la fecha, los vigilantes de Trump han tenido un montón de tiempo para averiguar cuándo el presidente electo está improvisando y cuándo está calculando. En días pasados, por ejemplo, aprendimos que una llamada de felicitación, altamente controversial, que le hizo Trump al líder taiwanés era cualquier cosa menos una cuestión de improvisación por un equipo de aficionados. (Fue una maniobra planeada, bendecida por el estamento conservador y acordada por un cabildero con gran poder (el exsenador y candidato presidencial Bob Dole), quien trabaja para funcionarios taiwaneses).
Así que, ¿para qué consulta Trump con Obama? Primero, como el presidente electo peor preparado de la historia, Trump se ha dado cuenta de que Obama tiene algo que ofrecerle. Segundo, porque Trump y su círculo cercano deben saber que su estrecha victoria dependió de conseguir algunos votantes de Obama en el cinturón industrial estadounidense y, por duro que parezca, pueden tener la esperanza de ampliar el apoyo hacia Trump entre los afroamericanos.
Conversar con el primer presidente afroamericano de la historia y esperar a que mucha gente tenga amnesia acerca de la campaña de Trump que aseguraba que Obama no había nacido en Estados Unidos para deslegitimarlo puede que no afecte negativamente en este propósito, aunque es increíblemente cínico.
Cualquiera que sean los motivos de Trump, el hecho de que parezca no preocuparle mucho el decirle a la gente que está pidiéndole consejos a Obama sobre nombramientos indica que puede controlar a sus seguidores. Esto, en última instancia, puede resultar arrogante, pero Trump piensa claramente que su base lo seguirá a donde él vaya. A diferencia de sus colaboradores en el comité parlamentario del Partido Republicano, actualmente no teme ser “tea partied”.