Beijing (CNN) – La primera cosa que Jiang Wang hace cuando se despierta en la mañana es ver a su hija para asegurarse de que está respirando un aire limpio.
Luego comienza a hacer el desayuno. Ya ha comprobado que todos los alimentos vengan de una granja orgánica. Los lavará con agua del grifo, filtrada por un sistema de tratamiento separado que está ubicado debajo del lavaplatos.
Pero esa agua no es para beber, para ello hay agua importada de botella.
Así es como Wang suele comenzar su día, tratando de minimizar los efectos del ambiente tóxico de Beijing.
“Desde el momento en que abres los ojos hasta el momento en que te acuestas, tienes que prestarle (una minuciosa) atención al aire, al agua, a la comida que consumes”, dice.
Wang y su familia son parte de un número cada vez mayor de habitantes de Beijing que están tratando de proteger sus vidas de la contaminación.
Y el dinero no es problema.
“Es muy caro”, explica Wang. “Pero piensa en la salud. No hay nada que compense eso”.
Sin embargo, para la creciente clase media y para los residentes más pobres de Beijing, esta casa con equipos de gama alta está, económicamente, fuera de su alcance.
Eso está convirtiendo a la contaminación en un problema de salud y de clase, y está matando a aquellos menos favorecidos.
Una investigación del Colegio del Medio Ambiente de la Universidad de Nanjing relacionó la contaminación con casi un tercio de todas las muertes que se producen en China, ubicando a la polución en el mismo nivel que fumar tabaco como amenaza para la salud pública.
Publicado en noviembre del año pasado, el estudio analiza casi 3 millones de muertes en 74 ciudades chinas durante 2013. Los hallazgos revelan que un 31,8% de todas las muertes registradas podrían estar relacionadas con la contaminación, con las grandes de ciudades de Hebei, la provincia que rodea a Beijing, clasificadas entre las peores.
“La contaminación del aire exacerba la desigualdad entre los ricos y los pobres en la China urbana”, le dijo a CNN por correo electrónico Matthew Kahn, profesor de la Universidad del Sur de California.
“Los ricos viven en partes más limpias de la ciudad y en los días con mayores niveles de contaminación pueden manejar para ir al trabajo y trabajar adentro, tienen acceso a mejores médicos, tienen segundos hogares en el campo y pueden pagarse filtros de aire caros y efectivos”, explica.
Beijing corre el riesgo de convertirse en la historia de dos ciudades, un lugar donde los ricos y los pobres ni siquiera respiran el mismo aire.