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Rojzman: El papa Francisco es una bocanada de aire fresco para las religiones
08:45 - Fuente: CNN

Nota del editor: Este texto es de Amy-Jill Levine, especialmente para CNN. Ella es autora de ‘Short Stories by Jesus: The Enigmatic Parables of a Controversial Rabbi’ y profesora del Nuevo Testamento y Estudios Judíos en la Universidad de Vanderbilt. Las opiniones aquí expresadas le pertenecen.

(CNN) – Una vez se dijo que “la religión está diseñada para consolar a los afligidos y afligir a los cómodos”.

Las parábolas de Jesús –cuentos cortos con lecciones morales– también fueron diseñadas para afligir, para atraernos pero dejarnos algo incómodos. Estas enseñanzas se pueden leer como relatos sobre el amor divino y la salvación, claro. Pero, quienes los escucharon primero –judíos del primer siglo en Galilea y Judea– captaron mensajes mucho más desafiantes.

Sólo cuando escuchamos las parábolas como lo hizo el propio auditorio de Jesús, podemos experimentar plenamente su poder y sentirnos sorprendidos y retados. Mira estos cuatro ejemplos de las enseñanzas de Jesús que nadie comprende correctamente:

La parábola del hijo pródigo

Esta parábola por lo general se entiende como una historia que demuestra que el ‘padre celestial’ nos ama sin importan lo bajas de nuestras acciones. Ese es un mensaje adorable, y no quisiera desecharlo.

Sin embargo, no es lo que escucharon los judíos del siglo I. Ellos ya sabían que su padre era amoroso, misericordioso y compasivo. Es Lucas el que escribe un mensaje de arrepentimiento y perdón. Lucas hace un prefacio de la parábola incluyendo dos otras historias: la parábola de las ovejas perdidas y la de la moneda perdida.

El evangelista las concluye con: “Habrá más dicha en el cielo sobre un pecador que se arrepiente que sobre 99 justos que no necesitan arrepentirse”.

¿Es realmente ese el tema de las parábolas?

Jesús no hablaba del pecado de las ovejas ni de la codicia del dinero; las ovejas no se sienten culpables y las monedas no se arrepienten. Además, el hombre pierde las ovejas y la mujer pierde su moneda, pero Dios no nos “pierde”.

Las dos primeras parábolas no tratan de arrepentimiento y perdón. Se tratan de contar: el pastor notó una oveja que falta de 100, y la mujer notó una moneda desaparecida entre 10.

Y buscaron, encontraron, se regocijaban y celebraron. Al hacer esto, establecieron la tercera parábola. La historia del hijo pródigo comienza: “Había un hombre que tenía dos hijos …”.

Si nos centramos en el hijo pródigo, escuchamos mal la introducción. Todo judío bíblico sabrá que si hay dos hijos, hay que prestar atención a los más jóvenes: Abel sobre Caín, Isaac sobre Ismael, Jacob sobre Esaú, Efraín sobre Manasés.

Pero las parábolas nunca son como queremos. No podemos identificarnos con los jóvenes, que “gastaron todo lo que tenía en su vida disoluta”.

Luego, si vemos nos sorprendemos porque el padre da la bienvenida a casa al hijo menor, estamos escuchando mal de nuevo. Papá simplemente está encantado de que junior haya regresado: se regocija y lanza una fiesta. Si nos detenemos aquí, fallamos. El hermano mayor –¿lo recuerdas?– escucha la música y el baile. Papá tuvo tiempo suficiente para contratar a la banda y la comida, pero nunca buscó a su hijo mayor. Tenía dos hijos, y no contó.

Esta parábola es menos acerca de perdonar y más sobre contar, y asegurarse de que todo el mundo cuenta. ¿A quién hemos perdido? Si no contamos, puede ser demasiado tarde.

La parábola del buen samaritano

Nuestra comprensión habitual de esta famosa historia se desvía de varias maneras. Aquí hay dos.

Primero, los lectores suponen que un sacerdote y un levita evitan al herido porque tratan de evitar ser “impuros”. Disparates.

Toda esta interpretación hace que la ley judía se vea mal. El sacerdote no sube a Jerusalén donde la pureza sería una preocupación; él está “bajando” a Jericó. Ninguna ley impide que los levitas toquen cadáveres, y hay muchas otras razones por las cuales la pureza ritual no es relevante aquí.

Jesús menciona aun sacerdote y a un levita porque ellos establecieron una tercera categoría: israelí. Mencionar los dos primeros es invocar el tercero. Si digo, “Larry, Moe … (de Los Tres Chiflados)” es probable que digas “Curly”. Sin embargo, ir de sacerdote a levita a samaritano es como ir de Larry a Moe a Osama bin Laden.

Esa analogía nos lleva a la segunda lectura errónea.

La parábola se ve a menudo como una historia de cómo la minoría oprimida –los inmigrantes, los gays, las personas en libertad condicional– son “agradables” y por lo tanto debemos revisar nuestros prejuicios. Los samaritanos, en ese entonces, no eran la minoría oprimida: eran el enemigo. Lo sabemos no sólo por el historiador Josefo, sino también por Lucas el evangelista.

Sólo un capítulo antes de nuestra parábola, Jesús busca alojamiento en un pueblo samaritano, pero se lo niegan.

Además, Samaria tenía otro nombre: Siquem. En Siquem, la hija de Jacob, Dinah, es violada o seducida por el príncipe local. En Siquem vive el juez asesino Abimelech. Si somos la persona en la zanja, y vemos al samaritano, lo que primero vamos a pensar es: “Me va a violar, me va a matar”.

Entonces nos damos cuenta: nuestro enemigo puede ser la misma persona que nos salvará. De hecho, si simplemente preguntamos “¿dónde está Samaria hoy?” Podemos ver la importancia de esta parábola para la crisis israelí-palestina.

La parábola de los trabajadores del viñedo

Esta parábola cuenta la historia de una serie de trabajadores que vienen en diferentes puntos del día, pero el dueño les paga la misma cantidad. La parábola a veces se lee con un lente antijudío, de modo que los primeros contratados son los “judíos” que resienten a los gentiles o a los pecadores que entran en la viña de Dios. Eso son tonterías de nuevo.

Los primeros oyentes de Jesús no escucharon una parábola sobre la salvación en el más allá sino sobre la economía en el presente. Escucharon una lección sobre cómo los empleados deben hablar en nombre de aquellos que carecen de un salario diario.

También descubrieron un mensaje para las personas con recursos: asistan a aquellos que no tienen trabajo, y asegúrense de que todos tengan lo que necesitan.

Jesús no inventa esta idea de abogar por los desempleados y compartir recursos. Las mismas preocupaciones ocurren en la tradición judía desde el rey David hacia adelante.

Pero, a menos de que conozcamos las fuentes bíblicas e históricas, malinterpretaremos la parábola.

La parábola de la perla de mucho valor

Esta parábola describe a un hombre que vende todo para obtener su preciada perla. Por lo general, se entiende como una alegoría para hablarnos acerca de la centralidad de la fe, o la Iglesia, o Jesús, o el Reino de los Cielos. Pero los comentaristas no se ponen de acuerdo sobre lo que significa la perla. Tal vez están buscando en el lugar equivocado.

No reconocemos lo absurdo de la parábola: el comerciante (un mayorista que nos vende lo que no necesitamos a un precio que no podemos pagar) vende todo lo que tiene por una perla.

No puede comerla, ni sentarse en ella, no se puede cubrir con ella, pero piensa que tenerla lo hará sentir satisfecho.

¿Y si la parábola nos desafía a determinar nuestra propia perla de gran precio? Si conocemos nuestra máxima preocupación, nos preocuparemos menos por los objetos. No vamos a preocuparnos por las cosas pequeñas. Es más, seremos más capaces de amar a nuestros vecinos, porque sabremos lo que es más importante para ellos.

Los cuentos cortos de Jesús nos provocan porque nos dicen lo que, de alguna manera, ya sabemos que es verdad, pero no queremos reconocerlo.

No soy cristiana, pero escucho mensajes profundos en estas parábolas. Si yo como una extraña puedo estar tan conmovida por las historias de Jesús, seguramente las personas que lo adoran como Señor y Salvador pueden apreciarlas aún más.