Nota del editor: Santiago Cordera es cofundador y director editorial de juanfutbol y colaborador de CNN Deportes. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor. Síguelo en @santicordera
(CNN Español) – Donovan no calza botas de pico. Tampoco trae sombrero de cowboy. Ni cinturón de hebilla grande. Ni camisa a cuadros de franela. Ni paliacate cubriéndose la boca. Landon es diferente, es un gringo atípico, reniega la política de Donald Trump y abraza el otro lado de la frontera. A veces se siente mexicano, aunque nunca se le olvida que fue el precursor de la rivalidad futbolística entre México y Estados Unidos.
Es el villano perfecto. Se siente cómodo sembrando sentimientos polarizados por donde pasa. Es un estadounidense que sabe perfectamente cómo alimentar la rivalidad en el fútbol y que este lunes dejó el retiro después de año y medio para fichar por el León de la liga mexicana, un club que vio la resurrección deportiva del futbolista, pero también una oportunidad estratégica en marketing deportivo para posicionar al club más allá de sus fronteras.
Que el mejor futbolista en la historia de Estados Unidos regrese del retiro para jugar en un equipo mexicano en la época de Trump, no es coincidencia, es una estrategia de mercadeo perfecta. No cualquier gringo, sino el mejor. En contra de Trump. Regresa del retiro. Elige México. Aterriza y lo primero que dice es “yo no creo en los muros”. Con una declaración reduce la rivalidad que él mismo creó y alimentó durante años. Se gana a los mexicanos. León lo presenta como una estrella mediática. Al estilo europeo. En el estadio. De noche. Le dan el número 20. Los malpensados dirán que ese número simboliza el 2-0, marcador que Donovan utilizaba para burlarse de los mexicanos. Los de marketing de León ni lo niegan ni lo afirman. Estrategia pura.
Donovan pudo llegar al América en 2008, cuando mejor jugaba al fútbol. Pero no, no se dieron las condiciones. Hoy es diferente. La coyuntura política entre ambos países es perfecta, con un Donald Trump amenazante, dispuesto a deportar a los indocumentados, convencido de que el programa DACA, creado por el expresidente Barack Obama en 2012 —que otorga permisos de estadía y trabajo por dos años, renovables, a todos aquellos inmigrantes que llegaron de forma ilegal a Estados Unidos cuando eran niños— debe desaparecer, y enajenado con hacer un muro en su frontera sur financiado —dice él— por sus detractores, los mexicanos.
Landon es el gringo que todo latinoamericano quiere en su país. Empático con los hispanos y detractor de su presidente. Es un disidente del gobierno de Trump, un embajador estadounidense en defensa de los desplazados. Llegó el gringo a casa, el del talento innato que se había retirado a los 35 años, y el que volvió para debilitar el discurso de Donald Trump con goles del otro lado de la frontera.