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Nota del editor: Roberto Rave es politólogo con especialización y posgrado en negocios internacionales y comercio exterior de la Universidad Externado de Colombia y la Universidad Columbia de Nueva York. Con estudios en Management de la Universidad IESE de España y candidato a MBA de la Universidad de Miami. Es columnista del diario económico colombiano La República y la Vanguardia de Mexico. Fue escogido por el Instituto Internacional Republicano como uno de los 40 jóvenes líderes más influyentes del continente y hace parte de la red de jóvenes líderes del Foro Económico Mundial Global Shapers. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.

(CNN Español) – El pasado 11 de marzo no sólo se renovó el Congreso de Colombia, sino que también se definieron, en consultas interpartidistas, las candidaturas presidenciales de dos de los aspirantes más fuertes para las próximas elecciones presidenciales del 27 de mayo: el senador Iván Duque, del partido Centro Democrático del expresidente y senador, Álvaro Uribe; y el exalcalde de Bogotá y exguerrillero, Gustavo Petro, por la Izquierda chavista. Los otros dos candidatos con opciones reales son el exvicepresidente de Santos, Germán Vargas Lleras, que representa a las grandes maquinarias electorales y el exalcalde de Medellín y exgobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, quien agrupa a la izquierda populista del Partido Verde y el Polo Democrático.

Las elecciones legislativas estuvieron marcadas por una importante disminución de la abstención electoral, pues para este año salieron a votar casi 3 millones de personas más que en la jornada anterior y se marcaron tendencias importantes para el futuro del país. Sin embargo, no faltaron anomalías como denuncias por compraventa de votos, ocultamiento y escasez de tarjetones para la consulta en la que ganó Duque, entre otras. Por ello, no es gratuito que la democracia colombiana sea clasificada en la categoría de “defectuosa”, en el puesto 55 del mundo, de los 167 países analizados en el Índice de la democracia que elabora anualmente la prestigiosa revista británica The Economist.

Ahora bien, ¿Cómo entender que un presidente, como Santos, el que firmó el acuerdo con las FARC y que ostenta un premio Nobel de la Paz, por ello tenga apenas un 14% de aceptación, según la encuestadora Yanhaas, y que, además, ha perdido capacidad de maniobrabilidad en un Congreso que hasta hace un par de meses le aprobaba sus proyectos sin casi ninguna discusión? ¿Cómo entender que un partido, como el Centro Democrático, de Uribe, que no tiene 4 años de formado y ha sido la única oposición real al presidente Santos, logre obtener la mayoría en el Congreso? ¿Cómo entender que el expresidente y senador Uribe, uno de los políticos más atacados y acosados de Colombia, haya logrado la mayor votación de un senador en la historia del país y, además, haya posicionado a su candidato como el más sólido aspirante presidencial y tenga hoy a su partido como el más importante del Congreso?

Parte de la respuesta se debe a que Uribe es el fenómeno político y electoral más importante de las últimas décadas en Colombia. Es un líder en todo el sentido y el alcance de la palabra. Gran parte de la agenda política del país gira en torno suyo, tanto a favor como en contra. A esto se suma que las reiteradas denuncias de Uribe contra el gobierno Santos han terminado siendo ciertas. Por ejemplo, la candidatura del jefe máximo de las FARC a la presidencia, que Uribe denunciaba y Santos negaba con insistencia hace 4 años, resultó siendo un hecho real, al igual que la impunidad y los privilegios a los demás jefes, criminales de lesa humanidad, de dicha banda narcoterrorista. El acuerdo con las FARC es un fracaso. Según la ONU, para noviembre de 2017, ya el 55% de los guerrilleros de las FARC había abandonado las zonas de concentración.

A este panorama se suma el deterioro de la economía, que ya no crece y la dura realidad de los hermanos venezolanos en Colombia, hecho que ha advertido sobre los riesgos de un gobierno de Izquierda. No obstante, Petro, el representante el chavismo en Colombia, logró una importante votación en una consulta que llegó casi a los 3 millones de sufragantes. A su vez, los partidos más afines a estas ideas lograron agrupar 24 curules en el Congreso. Sin embargo, las FARC obtuvieron una pobre votación, lo cual refleja el prácticamente inexistente apoyo popular que tanto alegaban tener. Como bien lo destaca mi gran amigo, el abogado de Georgetown University, Juan David García Vidal, “el ínfimo resultado electoral de las FARC demuestra que en Colombia no ha habido ninguna guerra civil o un conflicto social que tenga enfrentado al país. Por tanto, fue absurdo entregarles impunidad y representación política gratuita en el ilegitimo acuerdo de La Habana”.

Así las cosas, la carrera por la presidencia de Colombia estará marcada por tres actores principales: el primero, sin ningún género de dudas, es el Centro Democrático de Duque, Uribe y sus aliados de la Derecha conservadora, representada por Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordoñez, quienes agrupan, en términos generales, la votación victoriosa del No en el plebiscito sobre los acuerdos con las FARC, lo que muy probablemente asegure el paso de Duque a la segunda vuelta en las elecciones presidenciales, que se celebrará el 17 de junio. El segundo protagonista será Gustavo Petro, quien logró un importante resultado en la consulta y ha ido atrayendo a muchos electores, jóvenes e ingenuos, con su mensaje, simple pero cautivador, de reforma agraria, redistribución de la riqueza y lucha de clases. Por último, pero no menos importante, está Germán Vargas Lleras, cuyo partido, Cambio Radical, casi duplicó su participación en el Congreso y tiene la capacidad de mover la maquinaria política de varios partidos y electores locales a su favor.

Estas son las fuerzas decisivas y los candidatos presidenciales que las representan. De sus alianzas, de su capacidad de maniobrabilidad política, de su desempeño en los debates, de la atracción de sus ideas, de su posición en las encuestas y del miedo o la devoción que despierten entre los colombianos, dependerá no sólo el nombre del próximo gobernante de los colombianos, sino también si el país vuelve, con Duque, al rumbo de mercados libres, confianza inversionista y mano dura con el crimen, que hace 8 años traía con Álvaro Uribe; o sigue la senda continuista de Santos, con Vargas Lleras, o da el salto al vacío de la ruinosa revolución socialista, el estilo de Cuba y Venezuela, con el señor Petro. Los colombianos tomarán la decisión. Esperemos que sea la correcta.