(CNN) – El presidente Donald Trump llega a Argentina este jueves para la cumbre del G20, donde se darán cita varios líderes mundiales.
Trump tiene un patrón de alterar las cumbres y reuniones globales, particularmente con aliados, provocando peleas antes de su llegada y lanzando críticas después de que se va.
Esta vez puede que no sea diferente.
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El Grupo de los Veinte, una cumbre anual para líderes, ministros de Exteriores y presidentes de bancos centrales, es más grande que la reunión del G7 que irrumpió en julio, y del llamado Foro de la Paz en Francia a principio de este mes, donde el propio Trump se alejó de sus aliados europeos.
El G20 también incluye un creciente grupo de admiradores del presidente Trump: compañeros populistas y autocráticos, a veces represivos líderes de Rusia, Turquía, China y Arabia Saudita.
La presencia de estos líderes puede cambiar el tenor de esta reunión global para Trump, poniéndolo junto al recién elegido presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, pero el G20 también le dará a Trump una oportunidad de anotar puntos políticos en casa y una plataforma para distraer los problemas que enfrenta en Washington.
El escenario global, el fuerte de Trump
“La sabiduría convencional dice que él odia esas cosas, pero hay otra dimensión en la que él prospera”, dijo Aaron David Miller, vicepresidente del Centro de Estudios Internacionales Woodrow Wilson. “A Trump no le gusta la diplomacia multilateral, pero se enorgullece en ser una persona que rompe las normas en esos eventos. Él sabe que el mundo está mirando y es por excelencia lo que más ama: que es un gran escenario”.
Mientras inicia el gran fin de semana, una persona familiarizada con las conversaciones iniciales del G20 sobre un comunicado conjunto dijo que las conversaciones ya están siendo difíciles. Estados Unidos no está de acuerdo con ninguna referencia al “libre comercio”, insistiendo que debe ser un “comercio libre y justo”, según esa fuente. Estados Unidos también rechaza cualquier fortalecimiento de los sistemas de comercio internacionales, que es clave para la Organización Mundial del Comercio (OMC), y sobre el cambio climático, Estados Unidos no quiere hacer ninguna referencia al acuerdo de París, ni que se hagan vínculos entre las emisiones y el cambio climático, dijo la persona.
Mientras el presidente ha hecho de la desconfianza en las organizaciones internacionales un sello político distintivo, el G20 lo pone entre un grupo de líderes populistas que han fastidiado las instituciones multilaterales de la misma manera que él lo hace y quienes lo pueden hacer sentir una estrella dentro de un floreciente movimiento político global.
Italia, miembro del G20, tiene un nuevo líder populista, el primer ministro Giuseppe Conte, que ha puesto mano dura sobre la migración y personas que buscan asilo, reforzó las fuerzas de policía del país y ha recortado impuestos, todo ello contra la Unión Europea.
Entre tanto, Jair Bolsonaro, el presidente electo de Brasil, que es conocido por sus comentarios misóginos, racistas y homofóbicos, así como por aprobar comentarios sobre el régimen militar, ganó alabanzas este mes por parte del consejero de seguridad nacional de Donald Trump, John Bolton, quien dijo que Estados Unidos estaba “entusiasmado” en trabajar con el líder “de ideas afines”.
Trump ha expresado su disgusto por las instituciones multilaterales al recortar fondos o retirarse de ciertos grupos y acuerdos de las Naciones Unidas, que ofrecen repetidamente críticas inexactas a la OTAN y se aleja de importantes pactos internacionales como el acuerdo climático de París y el acuerdo nuclear con Irán.
Otros líderes populistas ahora siguen su ejemplo. Italia recientemente hizo eco de una decisión del gobierno Trump y se retiró del Pacto Global sobre la Migración de la ONU, mientras Brasil acaba de anunciar que reversará una decisión para ser el anfitrión de la próxima reunión sobre cambio climático de la ONU.
Trump se encontrará con Bolsonaro y Conte en una reunión y tendrá reuniones uno a uno con otros líderes como el presidente de Corea del Sur Moon Jae-in, la canciller de Alemania Ángela Merkel y el presidente de Japón, Shinzo Abe.