Nota del Editor: Julian Zelizer es profesor de Historia y asuntos públicos en la Universidad Princeton, y autor, con Kevin Kruse, del nuevo libro “Fault Lines: A History of the United States Since 1974.” Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor.
(CNN) – El presidente Trump salió al aire el martes en horario estelar para dar el discurso que él ha apodado “Sobre la crisis humanitaria y de seguridad nacional en nuestra frontera sur”. En una de las jugadas más clásicas en la historia presidencial del siglo XX, el presidente intentará usar ese poder del gran púlpito para aumentar la presión pública y que el Congreso ceda a sus demandas de financiar un “muro fronterizo”.
El discurso es el avance más reciente del enorme desastre procurado por el presidente Trump en torno al presupuesto federal en estas semanas. Si fuera posible demandar por mala praxis presidencial, esta sería una oportunidad fácil para la comunidad jurídica.
Los presidentes han usado los discursos televisados con diversos propósitos. John F. Kennedy le contó a la nación en octubre de 1962 sobre la crisis que ocurría con los misiles soviéticos en Cuba, mientras que Lyndon Johnson sorprendió a todos en marzo de 1968 al anunciar desde la Oficina Oval que no se postularía a la reelección.
De un modo similar, Richard Nixon anunció su renuncia ante las cámaras y Gerald Ford dijo que perdonaría a su predecesor. Estos discursos televisados también han sido usados para sumar apoyo a propuestas legislativas, como la defensa de Jimmy Carter del ahorro energético y de Ronald Reagan del recorte impositivo. Cuando explotó el transbordador espacial Challenger, Reagan usó un discurso televisado para consolar a la nación. Después del 11S, George W. Bush intentó apuntalar nuestra resolución.
¿Cómo usa su discurso el presidente Trump?
Predeciblemente, el presidente recurre a la televisión para seguir polarizando al electorado y para amplificar las fallas existentes en la sociedad estadounidense. Está intentando despertar temor por una crisis de seguridad nacional en la frontera y presionar al Congreso para que financie un muro, o al menos una valla.
El discurso es solo la parte más reciente de un cierre parcial del gobierno reconocido por Trump. En diciembre pasado la mayoría de los miembros del Congreso estaban de acuerdo sobre los números básicos que se necesitaban para mantener funcionando el gobierno unos meses más. Los demócratas no exigieron ninguna iniciativa de peso y la mayoría de los republicanos estaban felices de firmar para poder irse de Washington. Unos pocos miembros de cada partido estaban interesados en los efectos políticos que podía tener el cierre de la administración.
Pero luego el presidente intercedió para deshacer el acuerdo. Enfrentado a las críticas de la coalición derechista del Grupo de Libertad y de los comentaristas de Fox News, el presidente Trump decidió legislar tomando de rehén al gobierno federal, y a los ciudadanos que dependen o que trabajan para el gobierno.
Si bien los presidentes Bill Clinton y Barack Obama llegaron al cierre de la administración en 1995 y 2013, cuando se pusieron firmes contra los esfuerzos de los republicanos por recortar los programas de gobierno que el Congreso ya había promulgado, el presidente Trump está intentando algo muy distinto. Está impidiendo que el gobierno reciba fondos a menos que los demócratas acepten una nueva política en la frontera.
Dado que los demócratas se rehúsan a acceder a un monto tan exorbitante de dinero para un muro que no tendrá un impacto demostrable –gran parte de la inmigración ilegal, que está disminuyendo en forma continua, surge de las personas que vienen en avión y se quedan cuando se vencen sus visas– el presidente literalmente está fabricando una emergencia ante nuestros propios ojos. Está creando una crisis, la ausencia de un gobierno en pleno funcionamiento, azuzando los miedos sobre la peligrosa crisis en la frontera, afirmando carente de toda prueba que los terroristas ingresan desmesuradamente al país. Esta es una masiva pieza de desinformación y ahora el presidente redobla la apuesta hablando de usar sus poderes en emergencia para lograr sus objetivos e intentar movilizar al público a favor de su agenda.
El discurso probablemente será recordado como uno de los más impactantes usos incorrectos de los discursos presidenciales que hemos vistos en estos tiempos. A menos que cambie su posición, estará usando su acceso al espectro radioeléctrico para polarizar, para dividir, para concitar tensión en lugar de lograr un consenso real en torno a soluciones reales.
Podemos decir que el discurso, en una palabra, resume las carencias y los peligros de la presidencia de Trump. No debería ser visto como un mensaje que guiará a la nación, sino como algo que nos hundirá más en el atolladero político originado por el propio presidente.