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El Chapo espiaba a su esposa, amante y socios
00:51 - Fuente: CNN

(CNN) – La vida de Joaquín “El Chapo” Guzmán escondiéndose de las autoridades en las montañas del noroeste de México estaba llena de armas militares y con la constante preocupación de ser capturado.

Los fiscales dicen que el líder del Cártel de Sinaloa escapó de una prisión mexicana en 2001 escabulléndose en un carrito de lavandería y pasó los siguientes 13 años fugitivo. A veces se escondía en las montañas de Sinaloa, su estado natal, en una zona llamada “El Triángulo Dorado”, conocida por los cultivos de plantas como la marihuana y la amapola, utilizada para fabricar heroína.

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Detalles de su vida escondiéndose de las autoridades fueron descritos el lunes en un tribunal de Brooklyn, Nueva York, por Álex Cifuentes, quien dijo ser la “mano derecha e izquierda de Guzmán”. Cifuentes trabajó como secretario de Guzmán y pasó dos años viviendo con él en las montañas.

“Lo más importante en las montañas es la seguridad”, testificó Cifuentes. “Tienes que estar pendiente”.

Con una sonrisa, asintiendo con la cabeza y una mano en el pecho, Cifuentes comenzó a testificar contra su exjefe, compartiendo detalles sobre las directivas de Guzmán en el narcotráfico y cómo evadió a las autoridades.

Cifuentes fue arrestado en México en 2013 y luego fue extraditado a Estados Unidos, donde se declaró culpable de cargos de narcotráfico y firmó un acuerdo de cooperación con el gobierno de Estados Unidos. Testificó en el tribunal con un uniforme de prisión azul, mientras que Guzmán se puso traje y corbata.

“Es la primera vez que lo veo vestido con traje”, dijo Cifuentes, mientras la corte, incluida la esposa de Guzmán, Emma Coronel, sentada en la galería, estalló en carcajadas.

Un día típico

Durante los dos años que Cifuentes trabajó para Guzmán en las montañas, “el jefe” vestía ropa militar de camuflaje y tenía un lanzagranadas, granadas de 40 mm y su pistola con incrustaciones de diamantes con sus iniciales.

Cuando Cifuentes una vez intentó usar algo que no fuera camuflaje, le dijeron que se cambiara, “para que nos mezclemos con la jungla”.

“Me decían que cambiara porque eso podía notarse desde arriba”, dijo, según dijeron otros colaboradores del cartel.

Guzmán tenía más de siete casas en las montañas de Sinaloa que utilizaba como escondites, y no eran lujosas, dijo Cifuentes, “para no llamar demasiado la atención del ejército”.

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Hubo períodos en que el ejército se acercó a las casas donde se alojaba Guzmán, y Guzmán y su equipo de seguridad, secretarios y otros caminaban por el bosque hasta otra de sus casas.

Los hogares tenían vidrios polarizados, electricidad, generadores, televisores de plasma, lavadoras y secadoras, e incluso amas de llaves. Había siete mucamas que se rotaban, y Cifuentes dijo que cree que estaban presentes cuando se discutían los negocios de la droga, pero “obviamente, no podían repetir nada”.

En los días en que el ejército no se acercaba a Guzmán, se despertaba al mediodía y recibía cualquier mensaje que le indicaran. Después del almuerzo, él contestaba llamadas telefónicas “debajo de los árboles” y se ocupaba de los negocios.

Para un exsecretario del cartel como Cifuentes, la expectativa era que se encargaría de la logística de enviar los suministros al escondite de Guzmán en avión. Había varios círculos de guardias de seguridad: algunos estaban estacionados en el perímetro de los escondites, otros estaban en el área de las pistas de aterrizaje y otros rodeaban la casa en la que se escondería. A Cifuentes también se le otorgaron entre 150.000 y 200.000 dólares al mes de gastos para manejar el pago de suministros y personal como granjeros, guardias de seguridad, mensajeros, conductores y pilotos. A los guardias, por ejemplo, se les pagaba el equivalente a 2.000 dólares cada 20 días, y luego se rotaban. Se esperaba que tomara notas meticulosas de todo lo que había que hacer.

“Todos teníamos cuadernos de bolsillo como los que tenía la policía”, dijo Cifuentes.

Visitas especiales

Guzmán tuvo visitas amorosas en la montaña.

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Entre ellas estaba su esposa, Coronel, que vio personalmente el testimonio de Cifuentes en el tribunal federal de Brooklyn, donde el juicio de su marido se ha iniciado desde noviembre.

“Joaquín le pidió que hiciera enchiladas suizas”, dijo Cifuentes, haciéndose eco de mensajes de texto interceptados por las autoridades, en los que Coronel enviaba el mensaje de que “fueron sus enchiladas las que hicieron que Guzmán se enamorara de ella”. “La fiscal Gina Parlovecchio preguntó a Cifuentes sobre otras “esposas” de Guzmán que visitaron sus guaridas, incluida una mujer conocida como “Griselda”, madre de uno de los hijos de Guzmán, Iván, y otra mujer llamada “Tinita”, dijo Cifuentes, que “cosechaba marihuana (y) la vendía en Los Ángeles”.

Cifuentes identificó la voz de Guzmán en una llamada, en la que Guzmán estaba preocupado por su sistema telefónico y decía que una vez que apagaba los teléfonos “me sentiré mejor si salgo”.

Algunas veces las fiestas llegaban a él, incluso en su cumpleaños el 4 de abril de 2008, cuando recibió una lluvia de regalos para satisfacer sus necesidades de seguridad, incluidas motocicletas, una camioneta blanca blindada y un Hummer de camuflaje con sus iniciales.

Pedidos sobre drogas

Las comunicaciones seguras eran una preocupación constante para Guzmán, que se preocupó después de que el gobierno descubriera antenas que su equipo había instalado en zonas aledañas a algunos de sus escondites, dijo Cifuentes.

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Eventualmente contrató a un técnico colombiano de comunicaciones llamado Christian Rodríguez, quien instaló un sistema de extensiones, como el de las oficinas, para Guzmán y sus familiares y asociados más cercanos, para que pudieran marcarse presionando unos pocos números.

Rodríguez fue persuadido de cooperar con las autoridades de Estados Unidos y les dio acceso a las conversaciones privadas de Guzmán con amantes y asociados del cártel. Rodríguez también ayudó a Guzmán instalando spyware en los dispositivos de la familia cercana de Guzmán y sus asociados para que pudiera escuchar lo que decían sobre él, dijo Cifuentes.

“Joaquín estaba realmente interesado en lo que la gente decía de él”, dijo Cifuentes. “Si (no) se refería a él, realmente no le importaba”.

Las conversaciones que Guzmán interceptó dieron a las autoridades una ventana a las operaciones de narcotráfico de su cartel. En una conversación interceptada entre Guzmán y el hermano de Cifuentes, Jorge, se discutió la compra de un buque petrolero mexicano que tenía una embarcación submarina que Cifuentes dijo que “se puede usar para cargar cocaína”. La compra nunca se realizó.

Otra conversación interceptada, entre Cifuentes y la asociada del cártel Andrea Vélez, los sorprende hablando de una receta de metanfetamina que Guzmán quería. Cifuentes testificó que Guzmán quería asegurarse de incluir un químico en la metanfetamina llamado “monoetanolamina” porque “causa ansiedad a los adictos… los pone más confundidos”.

Guzmán también tuvo intenciones de cruzar drogas desde Estados Unidos a Canadá sobre un lago de Vermont comprando propiedades tipo rancho con botes a lo largo de los lagos, dijo Cifuentes, e intentar usar helicópteros pequeños para mover cargas de unos 100 kilos.

En 2008, cuando las drogas como heroína y cocaína llegaban a Nueva York, uno de los centros del cártel para vender drogas, un kilo, que originalmente costaba cerca de 2.400 dólares, podría costar hasta 44.000, según Cifuentes.

Guzmán se ha declarado inocente de los cargos de tráfico internacional de drogas y conspiración para asesinar a rivales.