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Nota del editor: Roberto Rave es politólogo con posgrado en Negocios Internacionales y Comercio Exterior por la Universidad Externado, de Colombia, y la Universidad de Columbia de Nueva York. Con estudios en Gerencia de la Universidad IESE de España y candidato a MBA de la Universidad de Miami. Es columnista del diario económico colombiano La República. Fue escogido por el Instituto Internacional Republicano como uno de los 40 jóvenes líderes más influyentes del continente. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.

La experiencia histórica de los últimos doscientos años nos enseña que las llamadas revoluciones industriales desencadenan cambios drásticos y cada vez más rápidos de las condiciones de producción, distribución y consumo de los bienes y servicios, generando fuertes y súbitas transformaciones en la forma de vida de la humanidad. Así ha sucedido con las tres anteriores revoluciones industriales y la cuarta no será la excepción.

Otra constante histórica es que estos cambios no llegan al mismo ritmo ni con la misma intensidad en todo el mundo. En la región latinoamericana, las revoluciones industriales han arribado con retraso respecto a Europa y Norteamérica. Sin embargo, así como gran parte del oriente asiático supo integrarse exitosamente a los desarrollos de la segunda y la tercera revolución industrial, convirtiéndose en una región líder en las industrias de los automóviles, la computación y las tecnologías de la información y las telecomunicaciones, con los ejemplos brillantes de países como Japón y los llamados tigres asiáticos (Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur), América Latina tiene el reto de emular esos logros, vinculándose con éxito en la cuarta revolución industrial.

Con este ambicioso objetivo, recientemente se ha instalado en Medellín, Colombia, el Centro para la Cuarta Revolución industrial en América Latina del Foro Económico Mundial. Medellín es un referente de innovación en la región, pues es una de las urbes latinoamericanas que más invierte en ciencia y tecnología: más del 2,14 % de su PIB. Este nuevo centro tendrá grandes retos; el primero de ellos será dar a conocer al público en general, de forma clara y precisa, el concepto de cuarta revolución industrial, tan mencionado, pero también tan desconocido por los ciudadanos del común.

Desde Medellín se abrirán espacios de reflexión y análisis para examinar y prepararse frente a los efectos que en nuestras vidas producirán tecnologías disruptivas como la inteligencia artificial, la robótica, la nanotecnología, el internet de las cosas, el blockchain y el desarrollo exponencial de industrias nunca antes vistas.

Esta revolución puede ser la oportunidad de catalizar el crecimiento y desarrollo de la región latinoamericana. Hace algunos meses, en una de las reuniones económicas más importantes del mundo, el Foro Económico Mundial de Davos, el profesor y fundador de este encuentro, Klaus Schwab, llamó la atención a los líderes del mundo sobre la importancia de plantear políticas públicas que logren asimilar los cambios que vienen: “Aún no estamos suficientemente preparados para esta cuarta revolución industrial y temo que llegará como un tsunami y transformará todos los sistemas y procesos”.

Una muestra de eso es que, según el informe presentado en Davos, denominado “The future of Jobs”, la cuarta revolución podría afectar a 7,1 millones de trabajadores entre los años 2015 y 2020, debido a la automatización de labores y la desaparición de intermediarios. En el mismo tiempo, también se crearán 2,1 millones de puestos de trabajo relacionados con las nuevas capacidades y habilidades digitales. El informe resalta también que el 65% de los alumnos de educación básica o primaria de hoy en día trabajarán en empleos que no existen en la actualidad. En suma, el mundo que hoy conocemos será transformado de manera contundente por esta nueva revolución industrial.

En medio de estos anuncios, un fenómeno económico ha inquietado y sembrado incertidumbre en los bancos centrales del mundo. Según el índice mundial de comercio electrónico, el e-commerce facturará más de 3 mil billones de dólares durante el 2019, representando más del 12,8% del total de ventas al por menor. El aumento exponencial de las ventas online ha generado nuevas dinámicas económicas que reflejan la entrada en vigencia de la cuarta revolución en el mundo entero.

El llamado “efecto Amazon” de la economía, como fue bautizado por el profesor de Harvard Alberto F. Cavallo, fue uno los temas más mencionados en la última reunión de bancos centrales que organizó la Reserva Federal de Estados Unidos en un hotel de montaña en Jackson Hole, en el estado de Wyoming. La discusión giró en torno a la preocupación que tienen los bancos respecto a la pérdida del control de sus políticas monetarias, debido a la fuerza que tienen empresas como Amazon, con una valoración superior al billón de dólares, casi el PIB de España. También está el caso de la empresa Alibaba, la cual ostenta un gran poder económico en Asia. Las nuevas plataformas de comercio masivo en internet presionan los precios y, con ello, inciden sobre la inflación de varias economías. Esto sin contar con que la nueva tendencia de comercio, marcada por la cuarta revolución industrial, promete continuar con la disminución del efectivo circulante, modificando la masa monetaria y generando nuevas externalidades en el manejo de las políticas económicas.

Continuando con la cadena de sucesos, el blockchain y la masificación de las criptomonedas intensificarán la presión sobre los gobiernos y sus bancos centrales, además de poner en jaque a los bancos comerciales con nuevas tendencias como el sistema de comunicaciones móviles Wechat, el cual es una especie de WhatsApp, predominantemente chino, que permite hacer transferencias y compras en línea.

La cuarta revolución está rompiendo con los esquemas tradicionales que soportaron el modelo económico, tanto desde el manejo de políticas monetarias como desde la concepción trasnacional del comercio y sus vacíos regulatorios.

En este orden de ideas, los desafíos del nuevo centro latinoamericano de Medellín para la cuarta revolución industrial son enormes. La cuestión regulatoria de nuevos fenómenos económicos como el “efecto Amazon”, serán cruciales. Por otro lado, este centro de ideas debe convertirse en un polo de hechos, logrando ser sostenible en el tiempo, y para esto tendrá que lograr ofrecer servicios comerciales a las grandes empresas de la región, aportando a la competitividad empresarial, por medio de la difusión eficaz de la transformación tecnológica de las industrias.

Ahora bien, las oportunidades de la nueva revolución industrial no podrán ser aprovechadas por los países latinoamericanos si éstos no logran organizar lo esencial: en primer lugar, se requiere seguridad física y jurídica, a través de sistemas políticos y jurídicos estables que respeten la propiedad y las libertades individuales, incluyendo las económicas, con incentivos importantes para el ahorro, la inversión extranjera y la capitalización. En segundo lugar, hay que fomentar una cultura popular que respete, admire y promueva el emprendimiento y la innovación. En tercer lugar, se requiere avanzar mucho más en elevar el conocimiento científico-tecnológico, la curiosidad intelectual y la creatividad para el desarrollo de inventos útiles. De hecho, la primera revolución industrial propiciada en Inglaterra no hubiera sido posible si este país se hubiera quedado estancado en sus conflictos violentos y rivalidades históricas. En consecuencia, el nuevo centro para la cuarta revolución industrial debe consolidarse como el eje de acuerdos fundamentales para el desarrollo, el bienestar y el liderazgo científico-tecnológico de América Latina en los años venideros.