La Paz (CNN) – Un simple corte de pelo puede hacer que Alfredo Mamani sienta que las cosas están volviendo a la normalidad. Este profesor de escuela se alegra de poder tener este momento luego de tres semanas de tensión en Bolivia que llevaron al cambio de su gobierno.
El mes pasado, una disputada elección presidencial terminó en protestas nacionales que paralizaron a esta nación suramericana. Las manifestaciones terminaron esta semana, con la renuncia del expresidente Evo Morales ante la sugerencia de los militares y con la senadora Jeanine Áñez declarándose mandataria interina del país. Pero mientras los seguidores de Morales acusan a la nación de orquestar un golpe de Estado, en Bolivia se podría estar desarrollando una crisis política.
Miles de personas se han tomado las calles de La Paz durante los tres días desde que Añez asumió el cargo. Algunas protestas resultaron en enfrentamientos con la policía y los soldados que patrullan el perímetro de la Asamblea Nacional. Gases lacrimógenos, motocicletas y vehículos antidisturbios fueron desplegados para dispersar a las multitudes que le exigen a Áñez devolverle su puesto a Morales. Este miércoles, aviones de la Fuerza Aérea de Bolivia sobrevolaron las manifestaciones.
El ascenso de Áñez al poder fue necesario para evitar un vacío en el gobierno del país, dice Mamani. “Estábamos a la deriva, no sabíamos a dónde íbamos”, explicó, mientras el barbero Ronald Vargas le corta el pelo negro.
Pero Vargas niega con la cabeza para expresar su desacuerdo. Él considera que Evo Morales debió continuar como presidente, en lugar de huir a México, donde recibió asilo político. “Debería haberse quedado al menos hasta que se celebraran nuevas elecciones y podía entregar el poder a un nuevo presidente”, señala.
Opiniones como estas reflejan el estado de ánimo conflictivo en La Paz, la sede de gobierno de Bolivia, donde trabajadores públicos se esfuerzan por limpiar los escombros que bloquearon las calles y eliminar las marcas de las quemaduras que dejaron los incendios provocados durante las protestas.
En la Plaza Mayor de San Francisco, en todo el centro histórico de la capital, los vendedores ambulantes y otras tiendas vuelven a abrir sus puertas a los clientes que caminan por Paseo El Prado, una avenida principal donde los grupos cívicos y los que están a favor de Morales marcharon durante las últimas semanas.
Alicia Valenciana, quien se llama a sí misma chola –el nombre utilizado por las mujeres campesinas indígenas en Bolivia–, dice creer que Evo Morales fue acusado falsamente de fraude, pero que aún así agradece un cambio de liderazgo después de sus casi 14 años en el cargo. “Nuestro presidente dejó el país intacto; no robó. Ahora tenemos que esperar lo que trae el nuevo liderazgo”, señaló.
Aunque el legado del controvertido expresidente será decidido en última instancia por los historiadores, incluso aquellos que lucharon por verlo salir del poder admitieron que transformó el país.
Karla Huanca Laurenti señala un mural que representa la cara de Morales, sobre un campo de fútbol. “Hizo algunas cosas buenas”, reconoce la estudiante de turismo mientras viaja por la ciudad en el teleférico, un sistema que conecta varios puntos de La Paz y que fue construido durante el gobierno de Morales.
Como primer presidente indígena, Evo Morales ayudó a cambiar el sistema político del país para reconocer la autonomía de las comunidades indígenas rurales, implementó programas sociales que ayudaron al crecimiento de la clase media, redujo el analfabetismo y construyó un sistema de carreteras que facilitó los viajes entre las provincias.
Si bien Laurenti dice que está contenta porque los bloqueos terminaron y Morales quedó fuera del poder, le preocupa que la situación esté lejos de ser normal ahora. “Todavía hay muchos enojados porque él se fue y ahora están protestando”, destaca.
Esas protestas se están organizando justo al norte de La Paz, en la ciudad de El Alto, donde Morales aún es popular. Justo afuera de la estación de teleférico, un grupo de vendedores ambulantes de alimentos aseguran que el presidente los sacó de la pobreza. Una de ellos, Segundina Cruz, dice que las clínicas de salud pública establecidas bajo el gobierno de Morales hicieron posible que sus dos hijos recibieran atención médica que de otra manera no podría pagar.
En otras partes de El Alto, grupos de entre 20 y 30 indígenas marchan por las calles pidiendo a Áñez que renuncie. Aseguran que no representa a las personas reales, mientras agitan el wiphala, la bandera de los pueblos indígenas.
Pero no todos claman por el regreso de Morales. El grupo de vendedores ambulantes fuera de las estaciones de teleférico, decepcionados por el fin de la primera presidencia indígena del país, dice que es hora de que sangre nueva lidere Bolivia. “Votamos por Evo porque era nuevo”, señala una mujer, que se prefirió no ser nombrada. “Ahora es el momento de nuevas personas, no las mismas de siempre. Hay muchos jóvenes que deberían hacerse cargo ahora”, insistió.
El asunto de un liderazgo antiguo y arraigado es compartido por personas de ambos lados del debate, que se quejan de que ninguno de los candidatos en la votación del 20 de octubre, ni tampoco los líderes cívicos que presionaron por la salida de Morales, realmente representan a toda Bolivia. Lo cual es un problema obvio: ninguna de las personas con las que hablé pudo nombrar una sola figura pública que pudiera ser el próximo presidente