(CNN) – Incluso después de tres tumultuosos años en los que el presidente Donald Trump ha destrozado el decoro de su cargo, su falta de voluntad para proporcionar un liderazgo unificador todavía tiene el poder de sorprender.
La rueda de prensa diaria de la fuerza de trabajo sobre coronavirus de Trump se ha convertido en la exhibición principal en este déficit de administración nacional y ha desperdiciado en gran medida cualquier propósito de transmitir información útil en un momento tenso, si es que ese era el objetivo.
En cambio, el presidente pasa su tiempo tratando de reparar su propia imagen disfrazando su respuesta tardía y defectuosa a la emergencia.
No tenía que ser así.
A pesar de las críticas a la administración, ninguna Casa Blanca, republicana o demócrata, podría haber predicho cada giro de esta crisis dada la magnitud de la agitación política y económica que ha afectado al país. No todas las fallas en las pruebas y los suministros son personalmente culpa de Trump.
Pero su negativa a aceptar cualquier responsabilidad plantea preguntas sobre lo que él piensa que es realmente la presidencia, un trabajo de último recurso para resolver problemas donde se detiene el dinero.
El plan del presidente de utilizar la sesión informativa del domingo para pulir su propia narrativa personal se hizo evidente cuando leyó en voz alta y levantó una columna de opinión de The Wall Street Journal que elogiaba su liderazgo.
También reprodujo un video fuera de contexto del gobernador demócrata de Nueva York, Andrew Cuomo, elogiando el trabajo de su administración, incluido el suministro de ventiladores, y dijo que los periodistas también deberían elogiarlo.
Sin embargo, después de su búsqueda de crédito personal, Trump insistió: “No se trata de mí. Nada se trata de mí”.
Esto ocurrió el día en que las muertes de Estados Unidos por la pandemia superaron las 40.000 y se elevaron a toda velocidad, aunque Trump afirmó que había salvado un millón de vidas mediante su liderazgo, a pesar de tomar varios meses para reconocer la magnitud del desastre que se desarrolla.
El reconocimiento del vicepresidente Mike Pence de la magnitud de la tragedia pareció mucho más sincero que el del presidente.
Como dispositivo político, los amargos enfrentamientos de Trump con periodistas pueden deleitar a sus partidarios, generar fragmentos de sonido para los medios conservadores y proporcionar forraje para los expertos de Twitter. Su voluntad de complacer sus rencores personales se hizo evidente cuando admitió que Mitt Romney de Utah era el único senador republicano excluido de un grupo de trabajo del Congreso para reabrir el país debido a su voto para condenar al presidente por un cargo de juicio político.
“No soy fanático de Mitt Romney, no quiero su consejo”, dijo Trump.
Pero los salvajes monólogos diarios pueden estar lastimándolo más ampliamente con el público estadounidense en un año electoral. Encuestas recientes muestran que la “crisis” de Trump con los votantes se ha erosionado.
La actuación del presidente el domingo - divagó durante 45 minutos más o menos mientras sus principales funcionarios de salud pública se sentaron y observaron - incluso apagó las raras noticias positivas en un día sombrío.
En la sesión de preguntas y respuestas, abordó temas como la Organización Mundial del Comercio, uno de sus hoteles y la investigación de Rusia, que tenían poco que ver con la emergencia médica.
Dejó en manos de Pence transmitir datos que sugieren que grandes áreas metropolitanas como Nueva York, Connecticut, Rhode Island y Boston parecen estabilizarse después de agonizantes semanas de muerte.
Trump no es el único líder estadounidense que desciende a la política del insulto. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, se ha vuelto cada vez más personal al criticar al presidente como una “persona débil” y un “líder pobre”. Pero la conducta del presidente es más llamativa, dadas las expectativas de su cargo.
Trump descarta problemas con las pruebas
La gran pregunta del día es por qué, semanas después de la pandemia, los gobernadores estatales y los profesionales médicos aún dicen que la infraestructura de pruebas de Estados Unidos es inadecuada.
Trump abrió su sesión informativa diciendo que Estados Unidos había realizado más pruebas brutas que una lista de países desarrollados.
La administración ahora celebra la finalización de poco más de 4 millones de pruebas. Sin embargo, el 9 de marzo, Pence prometió que se distribuirían 4 millones de pruebas para fines de esa semana.
Las pruebas son muy importantes porque los expertos argumentan que pueden ser necesarias millones de estas por semana para detectar, rastrear y aislar las infecciones por coronavirus para garantizar que no haya un resurgimiento del virus a medida que la nación se abre lentamente. Tal aumento podría abrumar rápidamente a los hospitales y confundir las esperanzas de una apertura económica.
Pero los gobernadores estatales advirtieron el domingo que necesitan más ayuda federal para las pruebas, específicamente en la adquisición de los reactivos y los hisopos necesarios para que los kits de prueba sí funcionen.
El gobernador republicano Larry Hogan de Maryland admitió que la administración estaba aumentando las pruebas.
Pero agregó en el programa “State of the Union” de CNN que “tratar de evitar esto para decir que los gobernadores tienen muchas pruebas y que deberían ponerse a trabajar en las pruebas, que de alguna manera no estamos haciendo nuestro trabajo, es absolutamente falso”.
El gobernador de Vriginia, Ralph Northam, demócrata, dijo en el mismo programa que las afirmaciones de Trump y Pence de que había suficientes pruebas disponibles en caso de que todos los estados quisieran volver a abrir eran “delirantes”.
“Hemos estado luchando por las pruebas, no es una prueba sencilla. Ni siquiera tenemos suficientes hisopos, lo crean o no”, dijo Northam.
En el programa “Meet the Press” de NBC, el gobernador republicano de Ohio Mike DeWine dijo que “probablemente podría duplicar, incluso triplicar las pruebas en Ohio prácticamente de la noche a la mañana”, con más reactivos.
El presidente, sin embargo, parecía burlarse de tales quejas, apareciendo en la sala de reuniones con un hisopo que abrió con una floritura teatral frente a las cámaras.
“Los reactivos y los hisopos son muy fáciles de obtener”, dijo Trump. Pero en reconocimiento de que sucede lo contrario, el residente invocó la Ley de Producción de Defensa para aumentar la producción de hisopos a 20 millones adicionales por mes.
Pero su medida nuevamente planteó la cuestión de por qué esperó tanto tiempo para actuar, una corriente subyacente constante de su liderazgo durante la pandemia. Expertos y profesionales médicos han estado advirtiendo durante meses que era casi seguro que ocurriera una escasez de reactivos.
Las promesas de la administración sobre las pruebas serían mucho más creíbles si no fuera por las repetidas afirmaciones de que la situación de las pruebas en el país, como lo expresó nuevamente el domingo, estaba en “gran forma”.
Y el presidente también hizo un nuevo intento de descargar la culpa del problema de las pruebas en los gobernadores, alimentando la impresión de que gran parte de su estrategia se trata de protegerse políticamente.
“Los gobernadores querían tener un control total sobre la apertura de sus estados. Pero ahora quieren que nosotros, el gobierno federal, hagamos las pruebas”, dijo Trump.
“La prueba es local. No puede realizarse en ambos sentidos”. Estrictamente hablando, Trump tiene un punto. Las pruebas se realizan en hospitales, clínicas y otros lugares. Pero el papel tradicional del gobierno federal en tiempos de crisis es identificar problemas en los que los estados, individual o colectivamente, parecen tener un problema y tomar medidas para mitigarlo. El presidente simplemente no parece creer que su cargo implique tal deber.
La cuestión de las pruebas es paralela a la furia de Trump sobre la cuestión de los ventiladores. Hace varias semanas, varios estados en situación crítica temían que se les acabaran los aparatos, lo que obligó a los médicos a tomar decisiones sobre la vida o la muerte. Trump parecía resentido porque le pidieron que usara una reserva federal de ventiladores y finalmente invocó poderes de guerra para aumentar su fabricación.
La aceptación del público respecto al distanciamiento social, la práctica de duplicar a los pacientes en las máquinas y el que los estados lograran comprar ventiladores en el extranjero permitieron que la temida crisis nunca llegara. El domingo, Trump argumentó que tenía razón al no necesitar tantos ventiladores. Este es un caso en el que su actitud en el calor del momento podría haberle robado una parte del crédito merecido.
Trump dice que los manifestantes tienen ‘claustrofobia por la cuarentena’
Las credenciales de liderazgo de Trump también están bajo escrutinio dado su impulso a las protestas en varios estados contra las órdenes de quedarse en casa. Los medios conservadores también están provocando furor después de que Trump, la semana pasada, señalara a Minnesota, Michigan y Virginia –estados clave en las elecciones de noviembre con gobernadores demócratas– y dijera que deberían “liberar” a su pueblo.
La llamada parecía contradecir directamente sus propias pautas para una apertura nacional gradual.
La disidencia es un valor central estadounidense y es vital en un momento en que los estados y los líderes locales reclaman poderes para suprimir la vitalidad de la vida de Estados Unidos. Pero los manifestantes corren el riesgo de propagar el coronavirus y podrían poner en peligro a otros, incluidos la policía y el personal médico que los tratarán si se enferman.
El hecho de que el presidente mismo fomente una rebelión en un momento de tensiones políticas prolongadas, con decenas de millones de estadounidenses confinados en sus hogares, es extraordinario. Es solo la última ocasión en que Trump, el extraño, parece burlar la autoridad del gobierno que se supone que debe liderar.
“Tienen claustrofobia de cuarentena, quieren volver. Les arrebataron la vida”, dijo Trump sobre los manifestantes.