(CNN) – Cuando la pandemia de coronavirus comenzó a extenderse por Colombia, y llegó al municipio de Uribia, en el departamento de la Guajira, en el norte del país, la única información que Angela Montiel pudo obtener sobre el covid-19 fue a través de sus vecinos.
Le dijeron que un virus mortal “como una tos ferina” estaba afectando al país e incluso había golpeado la ciudad cercana de Maicao. Pero ella era escéptica de que estuviera tan cerca de casa. “No sé si esto es cierto”, dijo Montiel, de 38 años, que forma parte del grupo indígena más grande del país, los wayuu.
Como gran parte del mundo ha estado encerrada en casa en los últimos meses, miles de millones de personas vieron cómo se desarrollaba la crisis del nuevo coronavirus a través de una ventana aparentemente universal: internet. Pero miles de millones de otras personas ni siquiera tienen acceso a internet. Montiel es una de ellas.
Cuando el Gobierno colombiano emitió una orden de confinamiento nacional, a fines de abril, a ella y a su esposo se les aconsejó quedarse en casa con sus tres hijos, mantenerse alejados de otras personas, lavarse las manos y usar tapabocas para evitar el virus, que ha matado a más de 400.000 personas alrededor del mundo.
Pero para la familia de Montiel, la orden de quedarse en casa es su propio tipo de sentencia de muerte.
Antes de la orden de cuarentena obligatoria, Angela ocasionalmente recargaba una tarjeta SIM para usar WhatsApp, pero no ha podido recargarla desde la entrada en vigor de la orden. Sin conexión a internet, no hay forma de “trabajar de forma remota”. Angela teje mochilas wayuu tradicionales, pero no puede venderlas en la calle por las restricciones actuales.
Por ahora, su familia ha estado sobreviviendo de los pagos en efectivo de emergencia de la organización no gubernamental Mercy Corps. Es imposible que sus hijos continúen su educación desde casa sin acceso a materiales escolares en internet. En cuanto a las actualizaciones, esperan llamadas telefónicas de amigos o familiares, quienes podrían traer noticias. De lo contrario, están en la oscuridad.
“Al ver que no tenemos televisión, internet, ni nada, no sabemos si todavía sigue o si seguirá en pie (la cuarentena), así que obviamente no podemos salir, ni movernos”, dijo Montiel. “Estamos desesperados”.
Según las estimaciones de la ONU, casi la mitad de la población mundial, un 46%, todavía no está conectada a internet. Para esas personas, las órdenes de confinamiento significa perder el acceso inmediato a información vital de salud pública, oportunidades de trabajo remoto, aprendizaje en línea, citas de telemedicina, entregas de comestibles, servicios religiosos transmitidos en vivo (bodas e incluso funerales), así como las innumerables otras formas que cada vez más usamos en nuestra vida diaria.
Los gobiernos de todo el mundo se habían comprometido a proporcionar acceso universal a internet para 2020, pero la brecha digital aún es profunda y también está ampliando las desigualdades fuera de línea.
Las personas en las regiones más pobres tienen menos probabilidades de estar conectadas, al igual que las mujeres, las personas mayores y quienes viven en zonas remotas o rurales. Y en muchos casos, la conectividad puede ser endeble: los cierres de oficinas, escuelas o espacios públicos, como bibliotecas y cafés, han cortado el acceso de internet para muchos.
“Siempre hemos dicho que hay alrededor de 3.500 millones de personas que no están conectadas, pero sabemos que es más ahora, porque muchas de las personas que solían estar conectadas en sus lugares de trabajo y otros espacios públicos ya no tienen acceso “, dijo Eleanor Sarpong, subdirectora de la Alianza para Internet Asequible (A4AI).
“El covid-19 ha demostrado que existe una gran división, y en realidad es un shock para algunos gobiernos. Cuando les pidieron a sus empleados que fueran a trabajar desde casa … muchos de ellos no pudieron”.
Sarpong tiene la esperanza de que la crisis supere las barreras existentes que hay desde hace mucho tiempo para el acceso a internet, desde la falta de voluntad política hasta los obstáculos regulatorios y la asequibilidad de los datos, para conectar más al mundo.
A4AI, una iniciativa de la World Wide Web Foundation, fundada por Tim Berners-Lee, recientemente compartió un conjunto de recomendaciones de políticas, instando a los gobiernos, las empresas y la sociedad civil a tomar medidas urgentes para poner en línea a la mayor cantidad de personas posible durante la pandemia. Entre sus recomendaciones inmediatas están: eliminar los impuestos al consumidor sobre los servicios de internet; recortar los cargos de datos para sitios web públicos; proporcionar paquetes de datos asequibles; ampliación de los derechos de banda ancha; y desplegar infraestructura wifi pública gratuita. Algunos ya están dando estos pasos.
“Los gobiernos deben mirar el acceso a internet, no como un lujo, sino para verlo como un facilitador que pueda transformar sus economías … Creo que es una llamada de atención para ellos”, dijo Sarpong.
Una brecha digital de género
Las tecnologías digitales han revolucionado rápidamente la vida tal como la conocemos. Pero no todos se benefician por igual, y muchos se quedan atrás debido a la falta de infraestructura, alfabetización y capacitación.
En los países menos desarrollados del mundo, solo el 19% de las personas están conectadas a internet. Los hombres tienen un 21% más probabilidades que las mujeres de estar conectados, y esa brecha de género solo se está ampliando.
En la India, un enfoque agresivo hacia la digitalización ha trasladado la mayoría de los beneficios del Gobierno en línea, desde las raciones hasta las pensiones. Incluso antes de la pandemia, los más pobres del país dependían de lo digital, a pesar de que la mitad de la población estaba desconectada.
La pandemia solo ha magnificado la ironía de esa situación.
Cuando la crisis por el nuevo coronavirus llegó y las 1.300 millones de personas de la India fueron puestas bajo confinamiento, la economía informal de la nación se detuvo por completo. Entonces, cuando el Gobierno anunció que enviaría transferencias directas de efectivo a mujeres vulnerables, viudas, ancianos y personas discapacitadas durante tres meses a partir del 1 de abril, fue una buena noticia. Pero, atrapados en casa sin teléfonos inteligentes, muchos no pudieron acceder al dinero que iba desde 500 a 1.000 rupias (US$ 6 a US$ 13) en ayuda.
Lal Bai, una viuda, de 65 años, que vive en una aldea remota en Rajasthan, no podía caminar los ocho kilómetros hasta la ciudad más cercana para retirar el efectivo del Gobierno, y no tenía medios para acceder a los fondos del Gobierno en línea, por lo que rápidamente se encontró sin comida en casa. Angustiada, Bai terminó en la puerta de Ombati Prajapati, que dirige una tienda de servicios digitales en su pueblo. “Ella era la única que me ayudaría”.
Prajapati es uno de los 10.000 soochnapreneurs o emprendedores digitales, que han sido capacitados y apoyados por Digital Empowerment Foundation (DEF), una ONG con sede en Nueva Delhi, para zonas rurales del país. En medio de la cuarentena, están ayudando a proporcionar servicios digitales esenciales, incluida la banca remota que permite a personas como Bai retirar efectivo utilizando un cajero automático móvil y biométrico. E incluso están ayudando a combatir la desinformación.
“Es solo por internet que puedo ver lo que está sucediendo y decirles a los demás que regularmente deben lavarse las manos con jabón, usar desinfectante y usar mascarillas”, dijo Prajapati, de 27 años. “No habría podido ayudar a cualquiera de estas personas [si no hubiera aprendido a usar internet]. No habría sido capaz de ayudarme a mí misma”.
Osama Manzar, emprendedora social y fundadora de DEF, dice que su trabajo en la capacitación de mujeres como Prajapati ha demostrado lo importante que es tener una infraestructura digital disponible para el tramo final del servicio, especialmente durante un desastre.
“La conectividad y el acceso a internet deben ser parte de los derechos humanos básicos. Debe considerarse, en el momento de la pandemia y el desastre, así como se proporciona acceso a alimentos o agua, debe haber una manera de proporcionar acceso a los datos”, dijo Manzar.
La falta de internet también es un problema para los países ricos
La brecha digital ha sido considerada por mucho tiempo como un problema de desarrollo. Pero la pandemia ha puesto de manifiesto que los países ricos también están afectados por la privación digital.
Más de cuatro de cada 10 hogares de bajos ingresos en Estados Unidos no tienen acceso a servicios de banda ancha, según una investigación del Centro de Investigación Pew. Y en el Reino Unido, 1,9 millones de hogares no tienen acceso a internet, mientras que decenas de millones más dependen de los servicios de pago por uso para conectarse.
“A veces la gente habla del covid-19 como un gran nivelador. Pero en realidad, la forma en que las personas experimentan el confinamiento no es para nada igual”, dijo Helen Milner, directora ejecutiva de la Fundación Good Things, una organización benéfica del Reino Unido que trabaja con el Gobierno para que haya más personas conectadas.
“La exclusión digital es, para muchas personas, solo una extensión de la exclusión social que enfrentan, y la pobreza definitivamente es parte de eso”.
El Gobierno británico lanzó recientemente una serie de iniciativas para ayudar a tratar de abordar la exclusión digital. Entre los esquemas se encuentra una nueva campaña, DevicesDotNow, que pide a las empresas que donen dispositivos, tarjetas SIM y puntos de acceso móvil. Good Things Foundation está ayudando a entregar los dispositivos a los necesitados y ayudando con la capacitación. Hasta ahora, ha entregado alrededor de 2.000 tabletas
Entre los destinatarios estaba Annette Addison, que vive sola en un apartamento en Birmingham, en el centro de Inglaterra, y usa una silla de ruedas para desplazarse. Antes del confinamiento, ella iba a su centro comunitario local para acceder a internet y recibir asistencia con sus pagos por discapacidad. Pero sin un teléfono inteligente, dice que se ha sentido aislada y a oscuras sobre el estado de sus beneficios.
“No estaba pudiendo ingeniármelas en absoluto. Estaba muy sola y deprimida cuando comenzó el confinamiento, pero desde que tuve esta tableta… cuando me siento sola, puedo hablar con mis nietos o mi hija. Estoy en contacto constantemente, porque siempre están en línea”.
El 1 de mayo, Addison cumplió 60 años. Celebró con sus nietos a través de un chat de video en su nuevo iPad, el mismo iPad que ahora usa para revisar su portal de beneficios. Y recientemente se ha registrado en un sitio de citas también. “Me siento como una adolescente”, dijo.
Pero, a medida que los gobiernos intentan implementar servicios digitales para los más necesitados, la pregunta sigue siendo: ¿quién obtiene un dispositivo y quién no?
Hafsha Shaikh, fundadora de SmartLyte, el centro de habilidades digitales que distribuyó el dispositivo a Addison, dijo que esa es una pregunta que la persigue.
“Ese dispositivo no se trata solo de apoyo inmediato durante la crisis por el covid, sino de abrir la puerta de entrada, para los padres y las familias, a las aspiraciones y oportunidades”, dijo Shaikh. Actualmente, hay otros 1.500 en la lista de espera en su área.
“El mayor desafío es, ¿a quién elijo?”.
– Swati Gupta y Jack Guy de CNN contribuyeron a este informe.