(CNN) – Ya sea que estén contenidos en el yogur o encapsulados y vendidos en los estantes de las farmacias, los probióticos son populares entre las personas conscientes de la necesidad de cuidar su salud, y se piensa que millones los consumen en todo el mundo.
Sin embargo, un nuevo informe de la Asociación Estadounidense de Gastroenterología (AGA, por sus siglas en inglés) dice que estas llamadas “bacterias buenas” no hacen mucho por la salud intestinal, incluidas afecciones digestivas como la enfermedad de Crohn, la colitis ulcerosa o el síndrome del intestino irritable.
“Para la mayoría de las enfermedades digestivas que estudiamos, actualmente no hay evidencia suficiente para recomendar el uso de probióticos”, dijo el Dr. Geoffrey Preidis, gastroenterólogo pediátrico del Centro Médico de Texas y portavoz de la AGA.
Dependiendo de dónde viva, los probióticos se venden con o sin receta médica. Los suplementos pueden ser costosos y su formulación varía ampliamente.
“Si bien nuestra guía destaca algunos casos de uso de probióticos, más importante es que subraya que las suposiciones de la población sobre los beneficios de los probióticos no están bien fundamentadas”, dijo la Dra. Grace L. Su, profesora de Medicina y jefa de gastroenterología en la Universidad de Michigan, en Ann Arbor, en un comunicado de prensa. Ella era la presidenta del panel que emitió la nueva guía.
Bacterias y levaduras
Los probióticos son pequeños organismos vivos, incluidas ciertas bacterias y levaduras, que generalmente se encuentran en alimentos como el yogurt o en los suplementos dietéticos.
“Los probióticos son microorganismos vivos que cuando se administran en una dosis adecuada confieren un beneficio para la salud del huésped”, según la Organización Mundial de la Salud.
Una de las fortalezas de la revisión de las investigaciones y estudios existentes fue que consideró el efecto de cada formulación de probióticos de una o varias cepas de forma independiente, en lugar de juntarlas como un solo grupo, dijo Lynne McFarland, profesora asociada de Química Medicinal en la Universidad de Washington.
“Seleccionar un probiótico efectivo significa hacer coincidir la cepa probiótica específica con el tipo de enfermedad que necesita tratamiento. La mayoría de las veces, las etiquetas de los productos probióticos no son útiles”, dijo McFarland, quien no participó en la revisión.
Los probióticos se han vuelto más populares a medida que los investigadores aprendieron más sobre el papel de nuestra bacteria intestinal o microbioma en la salud gastrointestinal, y en la medida en que los probióticos prometen una forma efectiva de alterar el microbioma para nuestro beneficio.
“Esperamos que a medida que comprendamos mejor el microbioma, podamos seleccionar de manera más efectiva los probióticos que pueden ser beneficiosos en ciertas circunstancias”, dijo la Dra. Su.
Sin embargo, debido a que los probióticos no se consideran medicamentos en Estados Unidos o Europa, no están regulados como un producto farmacéutico, lo que, según el Dr. Preidis, habilitó a los consumidores a recibir información engañosa y actuó como una barrera para la investigación científica sobre cómo los probióticos pueden ayudar a tratar una enfermedad.
“La industria en gran parte no está regulada y la comercialización del producto suele estar orientada directamente a los consumidores sin aportar pruebas directas y consistentes de su eficacia”, dicen las nuevas directrices. “Esto ha llevado al uso generalizado de probióticos con evidencia confusa sobre la eficacia clínica”, agregan.
El informe estimó que 3,9 millones de adultos estadounidenses usaron alguna forma de probióticos o prebióticos (nutrientes que promueven el crecimiento o las funciones beneficiosas de los microbios) en 2015, cuatro veces más que en 2007. La industria está en auge, y se espera que las ventas en Estados Unidos superen los 6.000 millones de dólares este año, según el informe.
“Los pacientes habitualmente preguntan a los médicos si deberían tomar probióticos y, en caso afirmativo, qué productos (tomar). Estas preguntas presentan un dilema, dado que ninguna de las preparaciones de probióticos en estudio se fabrican actualmente como medicamentos, con la intención de tratar, mitigar o prevenir enfermedades”, sostiene la revisión técnica que acompañó a las nuevas directrices.
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Los probióticos pueden causar daño en algunas circunstancias, particularmente en personas con sistemas inmunes comprometidos, dijo el Dr. Preidis, quien instó a cualquiera que esté pensando en comenzar un régimen de probióticos a hablar con su médico.
“Entre los efectos secundarios más graves está la infección. Como microbios vivos, los probióticos pueden salir de los intestinos y entrar al torrente sanguíneo, causando sepsis”, dijo.
McFarland, sin embargo, dijo que los probióticos no deben descartarse como una moda en el cuidado de la salud.
“No todos los probióticos se crean de igual manera. Algunas cepas y mezclas de probióticos son muy efectivas para algunos tipos de enfermedades y no deben pasarse por alto debido a los estudios que agrupan a todos los probióticos como uno solo”, dijo.
Donde los probióticos sí pueden ayudar
La revisión encontró que los probióticos sí pueden ayudar en ciertas circunstancias.
Probióticos específicos pueden ayudar a los bebés prematuros nacidos con bajo peso a reducir la cantidad de días que necesitan tomar una alimentación completa y acortar el tiempo que pasan en el hospital.
Asimismo, ciertos probióticos deben considerarse para la prevención de infecciones por Clostridium difficile en adultos y niños que toman antibióticos. C. difficile es una bacteria que causa diarrea e inflamación del colon.
La revisión también encontró que los probióticos podrían considerarse para el tratamiento de la pouchitis o reservoritis, una complicación de la colitis ulcerosa que se ha tratado quirúrgicamente.
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Sin embargo, la revisión encontró que no había pruebas suficientes sobre el uso de probióticos para tratar la infección por C. difficile, la enfermedad de Crohn, la colitis ulcerosa o el síndrome de intestino irritable. De hecho, la AGA sugirió que las personas con estas afecciones consideren suspender los probióticos debido a “los costos asociados y la evidencia insuficiente para sugerir la ausencia de daño”.
También concluyó que los probióticos no eran beneficiosos para los niños en América del Norte que tienen gastroenteritis aguda y aconsejó que no deberían administrarse de manera rutinaria en emergencias a niños con diarrea.
Sin embargo, McFarland dijo que la revisión no había tenido en cuenta investigaciones realizadas fuera de Estados Unidos, que habían demostrado que ciertos probióticos eran efectivos para acortar la duración de la diarrea aguda en los niños, particularmente en los países en desarrollo.