Nota del editor: La entrevista completa con Marisol Valles se transmitirá este lunes en AC360° a las 10 pm, tiempo del Este.
Cuando el teléfono celular sonó, las palabras número privado brillaron en la pantalla. Marisol Valles sabía quién estaba llamando. La voz amenazante y misteriosa en el otro extremo de la línea la había acosado durante casi cuatro meses.
Pero esta llamada telefónica tenía un tono marcadamente siniestro. El hombre dijo algo que nunca había dicho antes. Venía a recoger a la jefa de policía, de 21 años, a la estación. “Hay gente” que quería verla, agregó la voz.
Ese mismo día —1 de marzo— su madre vio coches extraños circulando cerca de la casa de la familia. Valles García sabía que era sólo cuestión de tiempo antes de que la rodearan.
Llamó a su marido y le dijo que tomara a su hijo de un año. Cuatro meses después los titulares de todo el mundo anunciaban que la llamada “mujer más valiente en México”, Marisol Valles García, había precipitado su salida de México para cruzar desde la frontera oeste a Texas.
Aterrorizada de ser torturada o muerta, huyó del país sin una maleta.
Con sus padres, hermanas, esposo e hijo, Valles García cruzó un puente peatonal hacia Estados Unidos y pidió asilo.
“Vine aquí por la seguridad que mi país no puede proporcionarme”, dijo a CNN en una entrevista reciente. “El miedo nunca se irá. El temor que experimenté durará toda la vida”.
Pocos días después de que ella abandonó México, Valles García supo que la casa de su madre había sido saqueada. Ella se esconde en Estados Unidos mientras espera una decisión en su caso de asilo, y accedió a hablar con CNN en El Paso, Texas.
El proceso de asilo es un camino largo en el procedimiento judicial que podría durar hasta tres años, cuenta el abogado Carlos Spector, en El Paso y no hay garantía de que las autoridades estadounidenses acepten la solicitud.
Sin embargo, Spector señaló que una cosa es cierta: Volver a México sería una sentencia de muerte. “No tengo ninguna duda de que serán asesinados”, dijo Spector, que llama a Valles García “la Rosa Parks de México”. Parks fue una activista que desencadenó la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos.
“Es un trofeo para los cárteles. Representó a la persona promedio que sentenció ‘No más’”, contó.
En octubre pasado, Valles García tomó un trabajo que nadie quería. Se convirtió en la jefa de la policía en el pequeño pueblo fronterizo mexicano de Praxedis G. Guerrero. El jefe de policía anterior fue asesinado. Los integrantes del cártel de drogas le cortaron la cabeza.
A nivel nacional, el gobierno mexicano dice que ha habido más de 34,600 muertes relacionadas con las drogas desde que el presidente Felipe Calderón inició una ofensiva contra los cárteles en diciembre de 2006.
Praxedis, ubicado a unos 35 kilómetros de Ciudad Juárez, se encuentra en una región que ha visto algunos de los conflictos más sangrientos, donde los cárteles rivales se pelean por las rutas de contrabando hacia Estados Unidos.
Marisol Valles la estudiante idealista de criminología que se convirtió en jefa de la policía en una de las zonas más violentas de México atrajo la atención internacional. Los periodistas de todo el mundo llegaron a Praxedis, un pueblo de sólo 3,000 personas, para contar la historia de la mujer que soñaba con hacer una diferencia.
“Tuvimos una hermosa idea. Es por eso que acepté el trabajo”, contó Valles García. “Queríamos volver a establecer la confianza en la policía”.
Pero con apenas unas semanas en su nuevo trabajo, las amenazas telefónicas comenzaron, recordó Valles García.
Al principio, el hombre en el teléfono trató de convencerla de trabajar para ambas partes.
Para muchos funcionarios públicos en México, ésta es una oferta familiar comúnmente conocida como plata o plomo, una demanda no tan sutil de aceptar sobornos del cártel de drogas, o estar en el extremo como receptor de las balas.
Valles García rechazó las ofertas por meses. Sabía que no podría enfrentar a los carteles de la droga con su pequeña fuerza de policía; su misión se centraba en la prevención.
Ella contrató a 13 mujeres policías. Se negaron a portar armas y la joven jefa de la policía nunca usó guardaespaldas, a diferencia de muchos otros funcionarios públicos en México.
“Sí, hay miedo”, aceptó García Valles a CNN poco después de que inició el trabajo. “Es como todos los seres humanos. Miedo sí hay, miedo siempre habrá, pero nosotros queremos lograr en el municipio la tranquilidad y la seguridad”.
Su visión para la formación de policías se centró en lograr que los niños permanecieran en la escuela y ayudar a las madres solteras a encontrar empleos estables bien remunerados.
Era una oferta muy lucrativa en un pueblo lleno de mujeres viudas por la guerra contra las drogas, donde muchas familias estaban luchando para sobrevivir. Valles García esperaba que la misma situación que hizo que tantos jóvenes fueran presa de las ofertas de los cárteles de la droga, de hacer dinero fácil, tuviera éxito para su equipo de trabajo.
“Estábamos ayudando a la gente que ellos (los cárteles) estaban reclutando”, dijo García Valles. “No creo que les gustara eso. Tratábamos de ayudarles a tener una vida mejor”.
Pero tal vez ingenuamente, aceptó Valles García, no esperaba huir de su ciudad natal por las amenazas del mundo del narco.
“Pensé que había dejado en claro a los cárteles de la droga que nos centraríamos en las cuestiones sociales”, señaló Marisol Valles. “No íbamos a atacarlos. Ése era el trabajo de las policías estatal y federal”.
Pero las amenazas continuaron.
Finalmente, Valles García estuvo tan asustada que le pidió a su padre llevarla al trabajo.
Ahora, ella lucha por contener las lágrimas mientras reconoce que jamás podrá volver al único lugar en el que ha vivido: un mundo violento, corrupto, donde muchos de sus amigos y la familia siguen viviendo.
“Toda mi vida estaba en México”, relató Valles García. “Espero que México se convierta en lo que fue, un lugar seguro, divertido para vivir”.
Marisol Valles está devastada de no poder volver a casa, y decepcionada de no haber terminado su mandato de tres años como jefe de policía de la pequeña ciudad donde nació y se crió. Pero aún así, ella está orgullosa de sus logros.
“Nosotros hicimos una diferencia, le dimos un poco de esperanza a la gente”, agregó.