Por Gonzalo Frasca
Nota del editor: Gonzalo Frasca es co-fundador de Powerful Robot Games y Catedrático de videojuegos de la Universidad ORT de Uruguay.
Hace una semana, dos universidades colombianas organizaron un seminario sobre videojuegos en Medellín. La semana próxima, académicos y creadores de videojuegos brasileños se reunirán en SBGames, que tendrá lugar en Salvador. Y los argentinos participarán del EVA 2011, el encuentro local de la industria en Buenos Aires. La semana siguiente será el turno de los uruguayos, quienes se reunirán para la entrega de premios del 6to Concurso Nacional de Videojuegos (aclaro que soy co-organizador de este último y conferencista invitado de SBGames).
Durante la última década la industria del videojuego latinoamericano ha crecido prácticamente desde la nada. Si bien el desarrollo todavía no es comparable al de los principales mercados internacionales, actualmente existen varios estudios profesionales, algunos de los cuales han sido adquiridos por compañías extranjeras. Tal es el caso de Atakama Labs, un estudio chileno de juegos sociales para portátiles, que fue comprado el mes pasado por la empresa japonesa DeNA. Otro ejemplo es Three Melons, un estudio argentino, que fue vendido el año pasado a Playdom, actual filial de Disney.
La universidades también se están poniendo al día. Todavía son pocas las que ofrecen títulos de grado en videojuegos pero los seminarios, talleres y cursos son cada vez más frecuentes. De a poco, tanto docentes como estudiantes se dan cuenta que para hacer videojuegos no basta solamente con conocimientos técnicos. El videojuego combina tecnología de punta con diseño y comunicación, algo que no se puede lograr sin espíritu crítico y sensibilidad para las artes y ciencias humanas. Es un proceso lento, pero las universidades de la región de a poco se irán poniendo al día, a medida que la industria se desarrolle.
A pesar de su crecimiento, la escena local de videojuegos todavía no ha encontrado una voz propia que la distinga de los juegos creados en Estados Unidos o Europa. Es posible que todavía la industria esté intentando ganar confianza y mostrar que puede hacer lo mismo que sus pares en el primer mundo. Pero tarde o temprano será necesario también definir qué puede ofrecer de diferente este continente en términos de entretenimiento interactivo.
A nivel global, son muy pocos los casos de “videojuegos de autor”. Al igual que el cine, crear videojuegos es muy costoso y pocos son los estudios que pueden arriesgar tiempo y dinero en explorar juegos alternativos. Por esta razón, y también al igual que en el cine, muchos de los videojuegos más interesantes se crean en la escena independiente. En Latinoamérica, una de las voces más personales en la creación de videojuegos es la de Daniel Benmergui, un desarrollador argentino que en el 2009 ganó el Premio del Jurado de Indiecade, el evento internacional de juegos independientes.
Cuando comencé a crear videojuegos profesionalmente, hace 12 años, parecía una locura querer dedicarse a esta profesión en esta parte del planeta. Hoy Latinoamérica se perfila como un nuevo jugador en esta industria cultural que, además de generar divisas, nos ofrece otra pantalla para mostrarnos al mundo. Nuestro continente tiene la capacidad creativa para imponer nuestros juegos en los mercados mundiales. Nos falta todavía más audacia y más esfuerzo, tanto a nivel técnico y de negocios. Pero en una década hemos logrado comenzar desde cero. Nuestro desafío para la próxima es encontrarle una voz propia al videojuego latinoamericano y usarlo para compartir nuestra cultura con todos los jugadores del mundo.
(Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a Gonzalo Frasca)
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