Por Gonzalo Frasca*
En una de sus alas, el Grand Palais (Gran Palacio) de París actualmente expone obras de Picasso, Matisse y Cézanne. Sin embargo, los visitantes que esta semana hacen fila durante más de dos horas no están interesados en estos maestros de la pintura. La exposición estrella de este museo ubicado sobre los Campos Elíseos es sobre videojuegos.
Game Story permite un recorrido por los videojuegos desde la década de los setenta a la actualidad. Los visitantes son recibidos por la Magnavox Odissey, la primer consola hogareña inventada en 1972 por Ralph Baer, un judío que huyó de Alemania nazi y se instaló en Estados Unidos. Junto a ella se expone la célebre máquina de Pong, el primer gran éxito de la compañía Atari.
La muestra ofrece docenas de oportunidades de jugar con videojuegos tanto en computadoras como en consolas. Si bien el origen de los juegos es variado, hay una especial atención a las contribuciones francesas. Uno de los casos más importantes es Alone in the Dark (1992) de Frédérick Raynal, el juego que inventó el género de horror que luego haría famoso la serie de juegos japoneses Resident Evil.
Llama la atención que los franceses, tan celosos de su cultura y de su idioma, eligieran ponerle un nombre en inglés a esta exposición. Quizás sea una manera de aceptar que esta nueva rama de la cultura es claramente global, aunque también es verdad que Francia tiene un importante rol en la industria del entretenimiento interactivo.
A nivel internacional, Francia tiene empresas de primer nivel como Ubisoft y Gameloft. Por ejemplo, los metros de París hoy están cubiertos de publicidad para Revelations, el nuevo juego de la serie Assassin’s Creed. Se trata de la apuesta fuerte de Ubisoft para las ventas navideñas. La temática claramente tiene un toque europeo, pues en vez de luchar contra alienígenas o controlar superhéroes, los jugadores toman el rol de un grupo de asesinos del Renacimiento que luchan contra los Templarios en Constantinopla.
El gobierno francés incentiva esta industria, reconociendo su rol cultural y transformándola en una cuestión de Estado. En el 2003 el gobierno creó la ENJMIN, la escuela nacional del videojuego, ubicada en la ciudad de Angoulême, donde está el polo de desarrollo de la historieta y animación francesa. Es una escuela que he visitado varias veces, donde se ofrece un título de maestría en desarrollo de videojuegos. Está, a mi juicio, entre las mejores del mundo.
En el 2006, Raynal, junto a su colega francés Michel Ancel (creador de la serie Rayman) y el japonés Shigeru Miyamoto (diseñador líder de Nintendo) fueron nombrados Caballeros de la Orden de Las Artes y Letras. Esta es la mayor condecoración cultural de Francia y fue la primera vez que se le otorgó a creadores de juegos. Esto oficializó la entrada del videojuego al mundo del arte francés.
La muestra Game Story seguirá abierta hasta el 9 de enero del 2012. Pero quizás la exposición más interesante es la que está en el ala contigua del Gran Palacio, llamada Sobre Juguetes y Hombres, la cual ofrece la historia del juguete en la civilización occidental. Comienza con muñecas griegas hasta llegar, claro está, al videojuego. Son dos muestras complementarias y ofrecen la oportunidad de comprender que, a pesar que los videojuegos se basan en tecnología de punta, en su esencia se nutren de un patrimonio cultural de miles de años.
Luego de ver ambas exposiciones, regresé a mi hotel. Cuando el metro llegó a mi estación, pulsé el botón para abrir la puerta y descender del vagón. No vi llegar a un niño que, corriendo, quiso apretar el botón antes que yo. Me miró con enorme desilusión y comprendí que había arruinado su juego. Lo que para mí era un gesto cotidiano, para él era una gran aventura. Esa mirada triste me recordó que algo tan simple como apretar botones puede darnos una felicidad enorme y, tanto en el metro como en los videojuegos, abrirnos las puertas rumbo a viajes maravillosos.
Nota del editor: Gonzalo Frasca es co-fundador de Powerful Robot Games y Catedrático de videojuegos de la Universidad ORT de Uruguay.