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(CNN) – Estados Unidos es un país excepcional. En ello, casi todos los políticos estadounidenses coinciden. Y millones de estadounidenses también, según encuestas recientes.

Más de tres siglos después de que John Winthrop declarara que la nueva colonia de Massachusetts Bay sería una “ciudad sobre una colina”, los presidentes John F. Kennedy y Ronald Reagan replicaron su predicción de que “los ojos de todas las personas están sobre nosotros”. Para el presidente Barack Obama, Estados Unidos “no es sólo un lugar en un mapa, sino la luz del mundo”.

Esta amplia coincidencia sobre el excepcionalismo estadounidense se pasa por alto con frecuencia. Esto especialmente con los conservadores, quienes ahora exigen lealtad a la idea y castigo a Obama, a pesar de toda la evidencia de lo contrario, por no creer suficientemente en la naturaleza excepcional del país que dirige.

El excepcionalismo es un detonante hoy en la política estadounidense no porque sea cuestionado, sino porque los conservadores y liberales tienen diferentes puntos de vista sobre lo que hace excepcional a Estados Unidos. Estas diferencias están en el centro de nuestras disputas actuales sobre la política exterior.

Los conservadores creen que Estados Unidos es excepcional porque su gente es inherentemente buena. Y lo somos. En líneas generales, los estadounidenses son personas íntegras y morales que instintivamente apoyan políticas nobles en nuestras relaciones con otros países. No obstante, los conservadores son mucho más propensos que los liberales a creer que la cultura y valores estadounidenses son superiores que los de otras naciones.

En una reciente encuesta del Pew Research Center, el 63% de los conservadores consideraron que nuestra cultura es superior a otras, contra un 45% de los moderados y 34% de los liberales.

Aunque los titulares destacaron que el apoyo general a este punto de vista de superioridad cultural bajó del 60% en el 2002 al 49% en la actualidad, la dispersión de las ideologías políticas quizá sea aún más importante. Para los conservadores, el excepcionalismo se debe en gran parte en la creencia de la superioridad de la cultura y valores del país.

Esta versión conservadora de “Estados Unidos el excepcional” salió a relucir recientemente entre los candidatos republicanos en un debate sobre la política exterior llevado transmitido por CNN.

Los conservadores esperan que otros países reconozcan la bondad inherente del pueblo estadounidense y de las políticas exteriores de nuestro gobierno, y que acepten nuestro liderazgo internacional por nuestra evidente virtud. En efecto, muchos conservadores hacen un llamado para una política exterior libre de restricciones de la ONU o cualquier otra institución multilateral precisamente porque creen que incorporar los deseos de otros países limitaría nuestra capacidad de actuar con nuestra bondad. Es impactante que los promotores más ávidos de un unilateralismo autoritario en donde se espera que otros países confíen en nosotros –y en nuestro gobierno- sólo porque somos buenos, sean los mismos conservadores que desconfían de nuestro gobierno.

En las palabras de Reagan, respaldado por todos los principales candidatos republicanos de la actualidad, “el gobierno es el problema, no la solución”. Sin embargo, respecto a las relaciones con otros países, muchos conservadores argumentan que la bondad de Estados Unidos se traducirá directamente en acción. La política económica o social en casa puede distorsionarse o incluso ser atrapada por “intereses especiales”, pero la política exterior se mantiene pura y refleja la alta moral del pueblo estadounidense. Sin embargo, nunca se aborda la manera en que el gobierno pueda ser “el problema” en la política doméstica e intachable en sus acciones hacia terceros.

Los liberales consideran excepcional a Estados Unidos por nuestros principios de gobierno limitado, plasmado en la Constitución. Aceptando que los estadounidenses inherentemente buenos tienen con frecuencia ideas distintas sobre lo que significa la bondad, los liberales celebran nuestro sistema de equilibrio de poderes.

Aunque pocos liberales creen en la superioridad cultural del pueblo estadounidense, el 73% de los demócratas consideran que su “historia y su Constitución” hacen a Estados Unidos “el país más grande del mundo”, según una encuesta de USA Today/Gallup del 2010. Este es el punto de vista del excepcionalismo estadounidense de Obama. Tal como afirmó en una conferencia de prensa en el 2009 en Estrasburgo, Francia: “Pienso que tenemos un núcleo de valores que están consagrados en nuestra Constitución, en nuestras leyes, en nuestras prácticas democráticas, en nuestra creencia en la libertad de expresión e igualdad, que, aunque imperfectos, son excepcionales”.

Los liberales contemporáneos respaldan que el gobierno tenga un rol más amplio y activo tanto en casa como en el extranjero porque confían que las ramas rivales del gobierno limitarán la influencia de lo que James Madison denominó “facciones”. Esperando que el gobierno generalmente “haga lo correcto” dadas sus restricciones institucionales, los liberales prefieren darle un rol más amplio en nuestras vidas.

Los liberales extienden los principios de un gobierno limitado a la arena internacional. En el entendido de que un líder necesita seguidores y que los seguidores sólo lo seguirán si el líder es confiable, los liberales aceptan el multilateralismo.

Creen que sólo a través de la creación de oportunidades para que otros países hagan escuchar sus preferencias y ajustando la política estadounidense con la toma de decisiones conjuntas, otros países aceptarán el liderazgo único de los Estados Unidos.

Desde esta perspectiva, Estados Unidos puede y debería dar la bienvenida a las limitaciones de su libertad de acción en el extranjero, tal como lo hace en casa. Según la encuesta del Pew Research Center, el 57% de los liberales piensa que Estados Unidos debería tener la aprobación de la ONU antes de poder utilizar la fuerza militar, mientras que sólo el 38% de los conservadores afirman que este es un paso importante.

Estos puntos de vista contrastantes sobre el excepcionalismo indican que los estadounidenses hablan con demasiada frecuencia sin tener una verdadera comunicación. Aunque la mayoría de nosotros coincide en que Estados Unidos es excepcional, lo hacemos por razones muy distintas. El excepcionalismo se ha convertido en un discurso conservador, una herramienta retórica con la cual cuestionar el nacionalismo de los liberales.

Con un mayor enfoque en valores, la encuesta de Gallup indica que una gran mayoría de republicanos no cree que Obama piense que Estados Unidos es excepcional, mientras que una abrumadora mayoría de demócratas piensa que sí.

En lugar de pintar a los liberales como antipatriotas, los conservadores deberían poner su punto de vista ante un espejo y ver el reflejo de la contradicción. Que crean que la voluntad de la gente siempre se distorsiona en casa, pero se traslada perfectamente a la política exterior, es, en verdad, excepcional.

Nota del editor: David A. Lake es el profesor Jerri-Ann y Gary E. Jacobs de ciencias sociales, catedrático distinguido de ciencias políticas y decano de ciencias sociales de la Universidad de California, San Diego. Es autor de “Hierarchy in International Relations” (Jerarquía en Relaciones Internacionales).

(Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente las de David Lake)