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Por Gonzalo Frasca, especial para CNN*

Una consola Xbox 360 cuesta 200 dólares en Estados Unidos. La misma consola puede costar el doble o más en la mayor parte de los países de América Latina, donde el poder adquisitivo de la población es muchísimo menor.

La situación es todavía peor con respecto a los juegos en sí. Un DVD con un juego de estreno para Xbox 360 o Playstation 3 suele costar unos 60 dólares en Estados Unidos. El mismo juego cuestan entre 80 y 100 en América Latina.

Si bien el costo extra es porcentualmente menor al de una consola, se trata de una cifra extremadamente alta para algo que nos dará, en el mejor de los casos, unas 15 horas de entretenimiento.

Estos precios impiden que los videojuegos de última generación sean masivos en nuestra región. Quienes logran acceder a ellos, lo hacen a través de las copias ilegales o de cibercafés donde las consolas se alquilan por hora.

Otra estrategia es jugar en una PC, aunque no todos los juegos de consola están disponibles para esta plataforma.

Los altos precios se explican por varias razones, pero la principal es que tradicionalmente los grandes fabricantes de videojuegos no han priorizado al mercado latinoamericano debido a su bajo poder de compra. A esto se suma que en muchos países existen altos impuestos para la importación de productos electrónicos.

Los importadores y distribuidores que traen las consolas prefieren traer pocas y venderlas a altos precios. No los culpo. Importar un mayor número podría abaratar el precio de venta, pero no así las ganancias. Además, esto implicaría un riesgo mucho más grande para el importador, pues necesitaría de un capital más grande, mayores recursos para manejar su stock y más
esfuerzo para las ventas. Por eso hoy es mejor negocio vender consolas a los ricos por el doble de su precio.

Pero la situación es todavía más complicada. Pues el negocio en videojuegos no está en vender hardware sino software. Y como ya vimos, el precio del software de videojuegos es carísimo para el poder de compra latinoamericano. Incluso si lográramos vender consolas al precio de costo, casi nadie en la región podría comprar juegos a 60 dólares.

Las nuevas consolas, además de vender los juegos en DVD, también los distribuyen como descargas digitales. Esto, en teoría, debería abaratar los costos pues elimina los intermediarios y los impuestos de importación.

Lamentablemente, cuando muchos de nuestros jugadores intentan comprar una descarga legal por Internet para una consola como la Xbox 360, se encuentran con un mensaje de error informándoles que “el contenido no está disponible en su país”. O sea que, si bien no hay impedimentos reales para vendernos contenidos digitales, sí los hay dentro de la burocracia interna de las editoriales que publican los juegos.

La situación es bastante mejor dentro del mercado de los juegos para dispositivos móviles, aunque tampoco es perfecta. Por ejemplo, la gran mayoría de los videojuegos disponibles en EEUU para dispositivos de Apple (iPhone, iPod e iPad) están disponibles en América Latina, aunque el creador puede optar por limitar la distribución a ciertas zonas geográficas. Los precios de estos juegos móviles (entre 1 y 10 dólares) también los hacen más accesibles al público latinoamericano.

Claro que los creadores de juegos de consolas argumentan que sus costos de producción son de decenas de millones de dólares y por eso no pueden venderlos a menos de 50 o 60 dólares. Esto es cierto, pero también es cierto que los altísimos precios obligan a nuestros jugadores a recurrir a estrategias como la piratería.

Los cambios son lentos pero hay algunas esperanzas. Por ejemplo, en setiembre Microsoft anunció que comenzará a fabricar sus consolas en Brasil y así abaratará sus precios en casi un 50%. Si bien esto puede mejorar las ventas de hardware, probablemente no hará mucho para abaratar el software.

Tenemos una generación de latinoamericanos que no está pudiendo disfrutar de una de las experiencias culturales más importantes de este nuevo siglo.

Es un problema con causas complejas y soluciones difíciles, al menos dentro del actual modelo de negocios de la industria del videojuego. Tarde o temprano, la industria se dará cuenta que no puede prescindir de un mercado de 570 millones de personas.

Mientras tanto, en nuestra región las consolas de videojuegos siguen siendo un lujo para ricos.

*Nota del editor: Gonzalo Frasca es co-fundador de Powerful Robot Games y Catedrático de videojuegos de la Universidad ORT de Uruguay.

(Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a Gonzalo Frasca)

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@frascafrasca