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(CNN) – De los pies a la cabeza él es bajito de estatura, pero es el grande entre los grandes
Si lo respetas, te respeta
Si lo ofendes, la cosa se va a poner fea
-Letra del narcocorrido El Chapo, por Los Canelos de Durango

El Chapo es el jefe del cártel de Sinaloa. En su última foto conocida, el hombre de 1.68 metros de estatura, hijo de una familia campesina pobre, tiene corte de pelo de estudiante y una chamarra de color liso. A pesar de prácticamente no contar con educación formal, la revista Forbes calcula que Joaquín Guzmán Loera tiene un valor de 1,000 millones de dólares.

Este mes, el Departamento del Tesoro de EU lo declaró el narcotraficante más influyente del mundo. Ha eludido su captura durante más de una década, es conocido por idear formas originales de contrabando -como colocar cocaína en extintores-, y es sospechoso de ayudar a mexicanos y colombianos a lavar hasta 20,000 millones de dólares producto de la venta de drogas.

La leyenda de El Chapo empezó a crecer cuando en 2001 escapó de una prisión de alta seguridad, según se dice, en un carrito de lavandería. El verano pasado parecía aún más intocable, cuando su esposa de 20 años, y alguna vez reina de belleza (y que cuenta con doble nacionalidad) cruzó la frontera para dar a luz gemelos en California. Los certificados de nacimiento dejaron en blanco el espacio destinado al nombre del padre.

Nadie sabe dónde está El Chapo. El presidente de México, Felipe Calderón, el año pasado se preguntó si estaba escondido en Estados Unidos, durante una entrevista con el diario The New York Times.

Guzmán es la guerra de las drogas. Perpetuando la imagen del chico malo a prueba de balas.

YouTube está repleto de videos snuff (tortura y asesinato). Los que tienen estómagos débiles deben evitar el popular El Blog del Narco, que publica sangrientas fotos de asesinatos y confesiones de los capos de la droga. Los cárteles hacen sus propias películas, glorificando el negocio, que se venden en los mercados callejeros de México y Estados Unidos.

Las primeras decapitaciones de policías mexicanos ocurrieron en el 2006, cuando fueron mostrados en la televisión mexicana los videos de decapitaciones de Al-Qaeda.

Desde entonces, los cadáveres sin cabeza se han convertido en un sello de los cárteles. En una sola semana, en septiembre pasado, una bolsa con cabezas fue abandonada cerca de una escuela primaria en Acapulco, en el estado de Guerrero, y el cuerpo decapitado de una periodista y bloguera fue arrojado frente a una importante vialidad en la ciudad fronteriza de Nuevo Laredo, entre México y Texas. Su cabeza, junto con equipo de cómputo y unos audífonos, fueron encontrados en una maceta, en la calle.

En una nota dejada en la escena del crimen, en una de las decenas de asesinatos de periodistas en los últimos cinco años, se podía leer: “Bien, Nuevo Laredo vive en las redes sociales, soy La Nena de Laredo (nombre con el que era conocida la periodista), y estoy aquí debido a mis informes y a los suyos…”.

El mensaje estaba firmado con varias Z, lo cual indicaba que el asesinato fue posiblemente obra de otro gran cártel: los Zetas. Uno de los primeros cárteles en usar internet, quizá los Zetas sean los más hábiles propagandistas de la guerra contra el narco. Son conocidos por sus eficaces tácticas de reclutamiento.

En 2008 hicieron un llamado a los que están en la miseria, en un país en donde el salario mínimo es de cinco dólares al día, pero en el que millones de personas no tienen empleo. “¿Por qué ser pobre?”, decía el anuncio. “Trabaja con nosotros”.

Los buenos viejos malos tiempos

Desde que yo era chiquillo tenía fintas de cabrón, ya le pegaba al perico, y a la mota.
-El Cabrón, un narcocorrido legendario, o narcobalada, dada a conocer en el 2005.

El alimentar la adicción ha sido durante mucho tiempo un componente de la relación de México con Estados Unidos, por primera vez comprobada en una operación diseñada durante las leyes de prohibición en EU, cuando los estadounidenses cruzaban la frontera para beber y drogarse, y los mexicanos enviaban marihuana y alcohol a bares clandestinos de Estados Unidos.

Durante esta época, los corridos sobre temas del narcotráfico, o las baladas pop que glorificaban a los capos, se hicieron populares. Los himnos basados ​​en el acordeón eran bailables, divertidos. Hoy las canciones ya no son tan divertidas.
Entre el 2006 y 2008, más de 12 artistas han sido asesinados. Los cárteles han mantenido como rehenes a algunos cantantes de baladas durante días, obligándoles a entretener multitudes en fiestas.

El gobierno de Sinaloa, donde esta música es muy popular, ha intentado prohibirla, pero el esfuerzo sólo ha llamado más la atención sobre las canciones. Ellos ponen a la gente a bailar desde Cancún hasta Culiacán, y en Estados Unidos desde Los Ángeles hasta Nueva York. Cantantes muertos por grupos armados han sido nominados para póstumos Grammys. (Ver “A Mis Enemigos”, el video musical del cantante Valentín Elizalde, video que algunos especulan fue un ataque contra el cártel del Golfo, y el que condujo a su asesinato).

Los corridos se han convertido en muerte que se hace pasar por arte, un símbolo de qué tan inesperadamente oscuro se ha vuelto el negocio mexicano de la droga.

La definición de cártel es un acuerdo entre empresas competidoras. Esa era la vieja manera. Pagarle a policías y políticos. No matar a nadie a menos que fuera absolutamente necesario y no hacer escándalo por ello. Dos escenarios hicieron posible sus acuerdos de ladrones.

Durante décadas, grupos criminales en México transportaban principalmente cocaína de grupos colombianos, o estos la enviaban directamente a Estados Unidos a través de aviones o lanchas veloces.

Eso cambió en la década de 1990, cuando Estados Unidos estranguló el principal punto de tráfico colombiano en el Caribe y en Florida, y empezó a trabajar con el gobierno colombiano para combatir a los cárteles y eliminar a capos como Pablo Escobar.

Los castrados cárteles colombianos se vieron obligados a depender de los mexicanos, que contrabandeaban a través de áreas mucho más grandes e imposibles de monitorear, como la frontera y el Océano Pacífico.

Repentinamente indispensables en su industria, los cárteles mexicanos reaccionaron como cualquier empresa ambiciosa. Compraron a cada posible competidor, aumentando gradualmente los sobornos en las filas de los encargados de aplicar la ley y de los políticos. Se autopromocionaron en la clase trabajadora y en los pobres como una panacea en medio de todos los fracasos del gobierno: los cárteles eran la alternativa del sector privado.

En pocos años, consiguieron un incomparable dominio en el tráfico mundial de drogas ilícitas.

El segundo escenario que ayudó a los cárteles, dicen algunos expertos, fue la desenfrenada corrupción en el interior del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó México durante 72 años.

Había muchas menos muertes y la línea baja de los cárteles no era amenazada. El PRI perdió el poder en el 2000, con la elección de Vicente Fox, postulado por el Partido Acción Nacional (PAN), de oposición.

Conocido por sus botas vaqueras, Fox habló poco de los cárteles durante su campaña electoral. Pero tras reunirse con funcionarios estadounidenses en los primeros días de su gobierno, hizo público que quería desaparecer a los narcotraficantes.

Las detenciones de jefes del narcotráfico y actores clave durante el gobierno de Fox provocaron caos al interior de las filas de los cárteles mientras eran removidos los mandos. Integrantes de los cárteles lucharon entre sí y los unos con los otros. Los buenos viejos malos tiempos terminaron.