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Por Kayt Sukel*

(CNN) — Permítanme decir esto de forma honesta: Tuve un orgasmo en un escáner de imagen de resonancia magnética funcional (IRMf).

Eso fue como parte de la investigación preparatoria para mi libro “Mentes sucias: cómo nuestro cerebro influencia el amor, el sexo y las relaciones (Dirty Minds: How our brains influence love, sex and relationships)”.

Participé en un estudio de la Universidad de Rutgers, donde los científicos midieron la actividad en mi cerebro mientras me estimulaba para llegar a un orgasmo.

No fui la primera mujer en participar en uno de estos estudios; y no seré la última.

Lo sé, es controvertido y tal vez incluso un poco escandaloso. Y, por eso, esperaba que los lectores y comentaristas hicieran algunas bromas a costa mía (y quizás incluso cuestionaran mi personalidad) cuando escribí acerca de la experiencia.

Pero lo que no esperaba era tanta indignación acerca de la investigación sexual en general.

Una y otra vez, independientemente de cuál sea la publicación que discute mi orgasmo en un IRMf, los comentaristas escriben cosas como: “Si sólo los investigadores estuvieran tan interesados en encontrar una cura para el cáncer” y “No puedo creer que mis impuestos van a pagar tales investigación inútiles”.

¿Cómo puede considerarse inútil el estudio de la sexualidad humana? Esto es algo que es común en todas y cada una de nuestras vidas. Cuando no estamos teniendo sexo, estamos hablando de ello. Cuando no estamos hablando de ello, estamos pensando en ello. Y cuando no estamos pensando en ello, nos preocupa que algo esté mal con nosotros.

El sexo es una fuente primaria de motivación humana y puede cambiar la forma en que actuamos y nos sentimos de una manera bastante dramática. Y esto no es algo que ocurra únicamente en la privacidad de nuestros dormitorios: Vemos que el sexo juega un papel en la publicidad y la mercadotecnia, en los problemas en el lugar de trabajo, en la autoestima y la identidad, en el placer y la recompensa, y también en la propagación de las enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados.

La sexualidad humana tiene una influencia directa sobre muchos aspectos de la vida cotidiana. Entender un fenómeno tan universal nunca es inútil. Sin embargo, muchos quieren rebajar su importancia; y su estudio.

En las décadas de 1940 y 1950, Alfred Kinsey, reconocido biólogo y fundador del Instituto Kinsey para la Investigación en Sexo, Género y Reproducción, fue pionero en el estudio de la conducta sexual con la publicación de los Informes Kinsey.

Ese trabajo fue el primero de su tipo: un enfoque sistemático y científico para entender la variación en el comportamiento sexual normal. Y, afortunadamente, su trabajo ha inspirado a un sinnúmero de valientes científicos en las décadas posteriores para romper el statu quo y estudiar la sexualidad humana.

Sin embargo, aunque hemos recorrido un largo camino en nuestra comprensión de la biología del sexo, todavía hay mucho por descubrir. Ahora tenemos una buena cantidad de datos sobre la mecánica del comportamiento sexual.

Pero como cualquiera que haya estado involucrado en una relación sexual sabe, hay mucho más en el sexo que la mecánica pura, muchísimo más.

El campo floreciente de la neurociencia —que incluye los estudios de neuroimagen, como el del orgasmo en que participé, así como en la investigación celular y molecular— ahora nos ofrece una nueva ventana de entendimiento en viejas cuestiones sobre el sexo y las conductas relacionadas a él, al enfocarse en todas las maneras en que nuestros cerebros influencian nuestros comportamientos.

Durante el curso de mi investigación para mi libro, pregunté a investigadores neurocientíficos sobre los mayores desafíos involucrados en el estudio de la sexualidad humana. Esperaba escuchar preocupaciones acerca de encontrar participantes de estudio dispuestos a ser honestos sobre su vida sexual, o sobre si lo aprendido en el laboratorio realmente podía aplicarse a los comportamientos en el mundo real.

Sin embargo, por unanimidad, los científicos con los que hablé dijeron que su mayor reto fue encontrar becas de investigación y apoyo financiero para su trabajo.

Debido a que muchos de nosotros somos renuentes al estudio de las relaciones sexuales, los organismos de financiamiento pueden serlo también. Pero ninguno de nosotros debería serlo.

La sexualidad humana es importante, y su estudio es algo que todos debemos apoyar debido a que no podemos comenzar a tener conversaciones acerca de cómo lidiar mejor con los problemas relativos a la conducta sexual, la función sexual y la intimidad sexual hasta que tengamos una mejor idea de lo que es normal.

Una y otra vez, me preguntan cómo me las arreglé para tener un orgasmo en un escáner de resonancia magnética. Pero ésa no es la pregunta correcta.

La pregunta importante es por qué tuve un orgasmo ahí. Y fue para ayudar a mejorar nuestra comprensión del orgasmo y de la sexualidad humana. Cuando digo que vine por la ciencia, lo digo en serio. Y es mi esperanza que más personas hagan lo mismo en el futuro.

Nota del editor: Kayt Sukel es una apasionada escritora de ciencia y autora de Dirty Minds: How our brains influence love, sex and relationships, un libro atrevido e irreverente que examina todas las formas en que las neuronas pueden causar estragos en nuestros corazones.