Su cabeza tiene precio: 25,000 dólares. Es alto, robusto y se sabe que es de tez morena por sus manos, que es lo único que no oculta. Su rostro y su cabeza están cubiertos completamente por varios velos oscuros que hacen imposible adivinar sus facciones o sus gestos. Está sentado en un sillón de la habitación de un motel de una ciudad fronteriza entre México y Estados Unidos —tal vez Ciudad Juárez, tal vez El Paso— donde alguna vez tuvo encerrado a un hombre que secuestró y torturó, según confiesa en el documental El Sicario, Room 164.
Hasta hace unos años, era asesino a sueldo, también llamado sicario, y frente a la cámara asegura que mató a cerca de 500 personas; gajes de su oficio, cuyos detalles describe tranquilo.
El tono de voz con el que cuenta cómo supuestamente entró a una academia de policía en Chihuahua pagado por un grupo del crimen organizado, no es distinto al que usa para hablar de cómo es importante matar antes de comenzar a mutilar o descabezar a una persona, para no ensuciar el suelo con sangre.
Las confesiones de este hombre mexicano han dado la vuelta al mundo. “El Sicario” es el documental que muestra casi 80 minutos de la vida de un supuesto asesino a sueldo que asegura haber trabajado para un cártel de la droga en Ciudad Juárez.