(CNN) — Cuando Jeremy Lin estudiaba en Harvard, sufría un conflicto emocional. Un buen jugador de un equipo de basquetbol terrible: el equipo Crimson terminó la temporada con un récord de 8-22; necesitaba hacer algo más que tiros.
Lin asistió a la iglesia china cerca de San Francisco y formó parte de la comunidad cristiana durante su juventud; estuvo en la Comunidad Cristiana de Asia y América Harvard-Radcliffe, además de atender regularmente un grupo de estudio de la Biblia.
La mayor parte de su vida jugó basquetbol con sus compañeros y otros atletas, dijo a Strudent Soul, un sitio web de la Comunidad Cristiana InterVarsity.
“Es un ambiente difícil y si no pones límites comprometes tu fe”, dijo al sitio web, dirigido por un ministerio cristiano de la universidad, en 2010.
Así que, durante su segundo año de universidad, Lin se involucró en un grupo cristiano asiático-estadounidense de cerca de 80 miembros, adquiriendo un sentido de comunidad que lo eludió.
Este tipo de historias se vuelven más comunes en la segunda generación de asiáticos-estadounidenses que, como Lin, se unen a los grupos cristianos del campus, dijo Carolyn Chen, quien dirige el Centro de Estudios de Asia y América en la Universidad de Northwestern.
“Lo que está sucediendo a nivel universitario es que para los estudiantes es un momento muy importante y esta es una forma de comunidad muy importante”, dijo Chen. “También es una extensión de la familia para ellos”.
De acuerdo con el último censo, la población asiática en Estados Unidos creció en un 43,3% entre el 2000 y el 2010, el incremento en el porcentaje más grande de cualquier grupo étnico o racial. Los asiáticos constituyen menos del 5% de la población.
La cristiandad entre los asiáticos-estadounidenses, dicen los expertos, está creciendo en conjunto con la población, especialmente entre los chinos-estadounidenses de la segunda generación. Jeremy Lin, cuyos padres son de Taiwán y habla abiertamente sobre su fe cristiana, se ha convertido en un símbolo de esa tendencia.
Pyong Gap Min, un profesor de sociología en la Universidad Queens de Nueva York, dijo que ha habido un crecimiento en el número de iglesias cristianas asiático-estadounidenses, aunque es difícil tener números certeros del tamaño de la comunidad.
Pero Min dice que el número de iglesias se está incrementando, especialmente en la costa oeste, donde congregaciones que tradicionalmente han sido dominadas por una etnia se están volviendo multiétnicas. Muchas de estas iglesias están añadiendo misas específicamente para la segunda generación de asiáticos-estadounidenses, muchos de los cuales necesitan misas en inglés.
Chen dijo que un número mayor de asiáticos-estadounidenses se están uniendo a congregaciones evangélicas que originalmente sólo estaban conformadas por blancos.
“Observamos a asiáticos teniendo mayor visibilidad en los círculos evangélicos estadunidenses”, dijo Chen. “Lo que ves es más integración”.
Lin creció en las iglesias chinas. En las universidades, los grupos cristianos asiáticos han crecido separados de las comunidades cristianas.
Jeremy Yang, estudiante de último año en Harvard, miembro de la Comunidad Cristiana Asiático-Americana Harvard Radcliffe, dijo que su grupo ofrece un lugar donde la fe y la cultura se entrelazan. Los estudiantes se sienten cómodos compartiendo su fe y conviviendo con otros asiáticos-estadounidenses, dijo.
El grupo en Harvard comenzó en 1994 como parte de la Comunidad Cristiana Harvard-Radcliffe. Muchos asiáticos se unieron al grupo de estudio de la Biblia por lo que los fundadores decidieron formar una entidad separada, dijo.
“El crecimiento fue realmente explosivo”, dijo. “Hay algo acerca de ser asiático-estadounidense que atrajo a la gente a la comunidad”.
Fenggang Yang, autor de Chinese Christians in America: Conversion, Assimilation, and Adhesive Identities (Cristianos chinos en América: Conversión, Asimilación e Identidades) y profesor de la Universidad Purdue, dijo que los asiáticos son atraídos al cristianismo por los valores que se ajustan a la cultura asiática, incluyendo el ahorro, la educación y la familia.
“De esta manera se ayuda a asimilar la cultura estadounidense mientras se preservan aspectos importantes de sus culturas”, escribió en un email.
Los evangelistas tienden a tener un sistema de valores que se adapta al deseo de los asiáticos a prosperar, escribe en su libro, añadiendo vía email que Lin está siendo resaltado como un ejemplo de esos valores.
A pesar de ser una superestrella en su preparatoria, Lin no recibió ninguna beca para la universidad. Por otra parte, a pesar de ser el jugador de último año con más anotaciones en la universidad, no fue destacado para la NBA.
Lin firmó un contrato sin agente con los Guerreros de Golden State y sólo aparecía en el juego cuando su equipo iba muy por delante o muy por detrás.
Los Guerreros lo mandaron una liga abajo, donde batalló con sus emociones durante los largos recorridos en autobús, dijo a un auditorio en la Iglesia Cristiana River of Life en Santa Clara, California, el año pasado.
Lin, quien hasta hace un mes se encontraba en la banca, fue llamado a jugar cuando algunos compañeros de los Knicks de Nueva York sufrieron lesiones. Respondió con una serie de juegos donde impuso récords, además de anotar más puntos en sus primeros cinco juegos que lo que Michael Jordan o Allen Iverson hicieron en el mismo tiempo.
Como estudiante, Lin lideró lo que la Comunidad Cristiana Asiática-Americana Harvard- Radcliffe llamó un “grupo de familia”, un pequeño grupo dedicado al estudio de la Biblia y al rezo.
“Muchas personas lo tomaron como ejemplo porque era bueno en los deportes y muy comprometido con su fe”, dijo Yang, el estudiante de último año en Harvard.
Lin, quien dijo que tal vez se convertirá en pastor algún día, otorga su crecimiento como atleta profesional a entender cómo Dios trabajaba con su vida y desarrollando una confianza en el plan que Dios tenía para él.
“Me he entregado a Dios. No estoy en conflicto con lo que los demás piensan”, dijo al periódico Mercury News de San José la semana pasada.
Pero ha enfrentado varias luchas internas.
Cuando fue mandado a una liga inferior la primera vez, Lin comentó a un grupo religioso el año pasado, habló con su pastor, Stepehn Chen, en la Iglesia de Cristo de Mountain View, California. Chen le dijo que debía pasar una hora en compañía con Dios.
Lin memorizó algunos versos de la Biblia, comenta Chen, incluido un pasaje de la carta de Pablo a los Romanos en el Nuevo Testamento: “Nos llenamos de gloria en nuestro sufrimiento, porque sabemos que el sufrimiento se transforma en perseverancia; la perseverancia, en carácter; y el carácter, en esperanza”.
Chen dijo a Sandra Endo de CNN la semana pasada que Lin no cree en un evangelio de la prosperidad, donde el tener fe signifique que todo saldrá bien.
“Es cierto que cosas difíciles pasarán pero no garantizan que tengas un buen resultado, pero a pesar de esto, serás feliz porque caminas con el Señor”, dijo Chen. “La mayor alegría que puedes tener. Más que ser una superestrella profesional de la NBA”.
Michael Chang, un estadounidense-taiwanés que en algún momento fue el segundo mejor jugador de tenis del mundo, dice que Lin necesita tener un balance en su vida que puede ser difícil en el mundo de los deportes.
A las estrellas del deporte se les ofrece una plataforma complicada, dijo Chang, quien ahora juega tenis en el Tour de los Campeones y dirige una fundación cristiana que administra algunas ligas deportivas. La gente escuchará cada palabra que digas, pero también observarán cada uno de tus movimientos, esperando a ver qué haces en público, dijo. Comparan tu valor con el éxito o fracaso que tengas.
“Como creyentes, no medimos la vida de esa manera”, dijo Chang. “Para nosotros, está allá afuera, conociendo al Señor, y siendo capaces de tomar todos los talentos que se te han otorgado como una plataforma para tocar corazones y algunas vidas”.
Lin dijo al periódico Mercury News que su batalla como creyente continúa.
“Hay muchas tentaciones en mi carrera, y más aún en estos momentos”, Lin dijo al periódico. “Hay que tratar de manejarlas y disponer de esos aspectos. Pero así no es como quiero hacer las cosas. Estoy pensando, ¿Cómo puedo confiar más en Dios? ¿Cómo puedo entregarme más a él?”.
“Es una pelea”, dijo. “Pero una que voy a seguir luchando”.