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Por Dean Obeidallah

Nota del editor: Dean Obeidallah, un exabogado, es un comediante político y comentarista frecuente en varios canales de televisión, incluido CNN. Es el editor del blog de política The Dean’s Report y codirector del próximo documental, The Muslims Are Coming! Síguelo en Twitter.

(CNN) – La nueva película de Sacha Baron Cohen, The Dictator (El dictador) es un espectáculo juglar moderno a juzgar por el tráiler y los comentarios de Cohen promocionando el filme, mientras se viste como la estrella de la película del “General Shabazz Aladeen”, el líder de un país árabe ficticio.

Cohen, quien no es de ascendencia árabe, interpreta a este personaje árabe mientras viste una larga barba falsa y habla en un acento árabe marcado, que estaría bien, excepto que el personaje muestra los peores estereotipos de los árabes.

Por ejemplo, en una conferencia de prensa celebrada esta semana en Nueva York, promocionando el filme, Cohen exclamó: “Bienvenidos diablos de los medios sionistas y muerte al occidente”. Luego se burló sobre su gusto por los programas de televisión que mostraban a terroristas árabes asesinando a estadounidenses y admirando al diseñador de modas John Galliano por odiar a los judíos.

Para mí, esto es esencialmente lo mismo que intérpretes blancos pintados de negro interpretando a gente negra en estereotipos negativos bufonescos para el gozo de la parte blanca de Estados Unidos.

Pero no estoy abogando por una prohibición de comentarios ofensivos o que no se digan bromas culturales insensibles. Ciertamente no estoy pidiendo más comedia políticamente correcta. No estoy llamando para hacer un boicot de cualquiera ni tampoco por algo insincero.

De ninguna manera estoy afirmando que la cultura árabe está fuera de los límites o no se puede burlar de ella. Soy un comediante de ascendencia árabe y he interpretado espectáculos de comedia no solo para grupos árabes-americanos dentro de Estados Unidos, sino también para Medio Oriente, desde Egipto y Qatar hasta Arabia Saudita. Encuentro que las mayores risas son provocadas cuando los intérpretes sostienen un espejo cómico de la cultura árabe.

Pero por alguna razón, la industria del entretenimiento parece disfrutar ridiculizar a gente “café”, árabes e indios, y no tiene escrúpulos al contratar a personas que no son de nuestra herencia para retratarnos. De hecho, la semana pasada la empresa Popchips se encontró metida en una controversia por un anuncio que mostraba a Ashton Kutcher interpretando a un personaje indio con la cara pintada de negro, similar a lo que hace Cohen en The Dictator.

Aquí está mi simple petición a la industria del entretenimiento: Si te vas a burlar y a ridiculizarnos para obtener ganancias, ¿por lo menos podrían escoger a árabes e indios para que nos interpreten? Y ya que estamos en eso, ¿por qué no nos incluyen en el proceso creativo como coescritores y directores?

Si ves los nombres de los escritores, coestrellas y al director de The Dictator, ninguno es de ascendencia árabe. Ben Kingsley, quien es de ascendencia india, aparece en la película, pero si no conoces la diferencia entre árabes e indios, ve a Google.

Y hay que ser honestos, estos tipos de estereotipos bufonescos “brownface” (término utilizado para la personificación de indios) no serán permitidos por ningún otro tipo de grupo minoritario. ¿Cuál sería la reacción si un actor blanco se burlara de la cultura afroamericana? O ¿si un actor de ascendencia árabe hiciera una película sobre el líder de un estado judío ficticio en el que interpretara al líder judío y mostrar los peores estereotipos de los judíos? ¿Existe una oportunidad de que estas películas obtengan luz verde de un estudio de Hollywood?

Entiendo que en la industria del entretenimiento se trata de hacer dinero, no de corregir estereotipos negativos; incluso aquellos que ayudan a perpetuar. Pero, ¿por qué no escoger a una persona que sí es árabe como el compañero de la estrella que pretende ser árabe?

Los árabes y personas del sureste asiático han sido retratadas como ghettos en Hollywood, interpretando casi exclusivamente a taxistas, trabajadores en tiendas, terroristas y ocasionalmente el tipo “bueno” que trabaja en la aplicación de la ley, y a quien usualmente asesinan en la película por un tipo malvado “café”.

Pero aquí hay algo, Hollywood: agregar personas de nuestra ascendencia a la película en realidad es un buen negocio. Ayudaría al filme a salir de lo superficial y del material de cliché que hemos visto por años en lo que se refiere a árabes e indios en la pantalla. Por ejemplo, las bromas en el tráiler de The Dictator suenan como una versión un poco menos inteligente del material que deberías escuchar del ventrílocuo del comediante Jedd Dunham, Achmed The Dead Terrorist.

Hollywood aprendió esta lección años atrás cuando hizo películas de mafia sin ningún ítaloamericano involucrado en el proceso creativo o como estrellas. Esos filmes fracasaron porque les faltaba un entendimiento verdadero de la cultura italiana, lo que hubiera mejorado el filme. Eso cambió cuando Paramount Studios contrató a Francis Ford Coppola, en ese entonces un director no tan conocido, para realizar The Godfather (El padrino). A su vez, Coppola contrató a actores ítaloamericanos talentosos pero no conocidos como Al Pacino y John Cazale (“Fredo Corleone”) para ser coestrellas. El resto es historia cinematográfica.

Con el tiempo, podrá haber un Denzel Washington y Spike Lee árabe e indio-americano. Y eso vendrá de una combinación de artistas en esas comunidades creando sus propios proyectos; lo que está pasando en aumento, pero también serán escogidos en películas de Hollywood con mayor presupuesto. Las películas de grandes estudios tienen un mayor alcance y son las que crean estrellas que tienen la habilidad de hacer películas que presenten a su cultura en una manera más matizada y entretenida.

The Dictator podrá ser un éxito de taquilla o un fracaso. Pero puedo asegurarte que el filme sería mejor si incluyera la aportación de la comunidad que se ridiculiza en el filme.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Dean Obeidallah