Eva Wu dice que llevar a su hijo tan cerca del corazón le da mucha paz.

Hong Kong (CNN) – Eva Wu no ha tocado un mueble de la habitación de su hijo desde que éste murió hace un año y medio. Cornald murió de cáncer, a los 17 años

Divorciada y sin pareja, esta madre recuerda cómo fueron los últimos días con su hijo.

“Siempre me consolaba. Me decía: ‘Mamá, sé lo que está pasando, no tengo miedo a morir, sé a dónde voy. Tengo a Jesús en el corazón así que no te preocupes por mí”, recuerda Eva.

Después de su muerte, Eva hizo con su hijo lo que quería que hicieran con ella cuando muriera: convertir sus cenizas en un diamante.

“Me da mucha paz, lo siento cerca, y es él al cien por cien. Solo él. Recuerdo su sonrisa y su carácter dulce”, comenta.
Una paz que agradece a Scott Fong, el director de Algordanza, una compañía que fabrica “diamantes de recuerdo”. Fong cuenta que nunca se imaginó este negocio hasta que la muerte de un familiar le hizo ver lo complicado que podía ser un proceso funerario en Hong Kong.

“Era un proceso caótico y sin coherencia, y tenías que conocer a alguien o ser muy rico…”, dice Fong.

Su solución fue Algordanza. La compañía manda las cenizas de una persona cremada a un laboratorio en su sede en Suiza. Allí, el carbono es filtrado hasta llegar al 99% de pureza y entonces es expuesto a un calor volcánico y a alta presión. En sólo nueve horas, nace un diamante de un 0,25 kilates. El precio: 3.000 dólares.

Si uno tiene más presupuesto y quiere un diamante más grande, el mayor que fabrican es de dos kilates, a un costo de 37.000 dólares.

Eso significa que cuestan lo mismo o incluso menos que los funerales completos, cuyos precios oscilan entre los 2.000 y más de 200.000 dólares.

[cnn-photo-caption image=http://i2.cdn.turner.com/cnn/dam/assets/120523015850-inocencio-wbt-hk-burial-diamonds-00015210-politics-ireport.jpg caption=”El suelo escasea en Hong Kong y sólo se puede estar enterrado durante seis años.”]

A eso hay que unirle otra consideración: la escasez de suelo en Hong Kong. Eso hace que el gobierno sólo permita que los cuerpos permanezcan enterrados durante seis años. Luego hay que exhumarlos y cremarlos de todas formas.

Los diamantes en cambio, dicen, son para siempre.

Pero en la cultura tradicional china, el negocio de la muerte es un tabú, y el propio padre de Scott Fong trató de disuadirle de su idea inicialmente.

“Me dijo que la sociedad cultural china me cortaría la cabeza por el mero hecho de proponer una idea así”, recuerda.
Pero semanas después, el padre de Fong aceptó la idea.

De hecho, muy pronto se convertirá en un diamante y será dividido entre sus cuatro hijos, dispersos por el mundo, ya que murió hace unas pocas semanas.

Para la familia de Eva Wu también fue un proceso lento hasta que aceptaron esta idea.

“Saben mi estrecha unión con mi hijo. Saben que tenemos esa cercanía y si esa es la forma de hacerme feliz y sentirme cómoda, pues adelante”, dice Eva.

Ella admite que no todo el mundo quiere un diamante para recordar a sus seres queridos, pero para ella, además del amor que le tiene, sabe que durará mucho tiempo.