Por Jessica Ravitz

Nota del editor: La versión completa de este reportaje se puede leer en el sitio de CNN en el especial titulado Saving Aesha.

(CNN) — La chica afgana con la cara desfigurada que fue portada de la revista Time y que se convirtió en símbolo de la opresión de las mujeres en su país, vive refugiada en Estados Unidos desde hace un año y forma parte de una nueva familia. Su apariencia es la de un adolescente común, pero lidia con su pasado cada día.

A los ocho años, el padre de Aesha la regaló a una familia como forma de aclarar un desacuerdo. Tras años de abuso, se escapó, pero al encontrarla, su marido y sus suegros talibanes la castigaron. Le mutilaron la nariz y las orejas por haber deshonrado a su esposo y a su familia. La dejaron por muerta en las montañas de Afganistán.

Aesha llegó a Estados Unidos en agosto de 2010 con la ayuda del grupo Women for Afghan Women con la promesa de una nueva nariz y una nueva vida. Al principio, emprendió un recorrido por casas elegantes de California. Participó en una cena de gala en Beverly Hills, conoció a la ex primera dama de Estados Unidos Laura Bush y la ex primera dama de California Maria Shriver la homenajeó. En aquella época estrenó la prótesis en la nariz, que más tarde se cansó de usar.

En las siguientes semanas, según participantes de Women for Afghan Women, Aesha peleaba con los anfitriones de las casas en las que vivía. En ocasiones, temblaba incontroladamente o se mordía a sí misma y se jalaba el pelo.

En noviembre de 2010, los doctores dijeron que no estaba lo suficientemente estable para la cirugía. Y el sueño de una nueva cara, y un final feliz, quedó en espera.

Aesha se mudó al barrio de Queens de Nueva York, de nuevo con la ayuda de Women for Afghan Women. El grupo decidió no permitir más entrevistas con Aesha porque decía que la fama era una distracción para la chica de 22 años. Algo conflictivo, ya que Aesha ama su fama. Hoy en día, uno de sus pasatiempos favoritos es buscarse a sí misma en Google.

Después de un año estudiando inglés básico y aprendiendo costumbres sociales básicas con la organización, un poco antes del Día de Acción de Gracias, Aesha se fue. Llegó a casa de una pareja de Maryland, con la cual había residido durante unas vacaciones de verano. En un principio, pensaron que sólo era una visita, pero ella planeaba quedarse.

Aesha llamó a Mati Arsala y a su esposa, Jamila Rasouli-Arsala, casi cada noche después de quedarse con ellos años en el verano. Pedía vivir en su casa con ellos y con la hija de 14 años de Jamila, furto de su matrimonio anterior. “Lo que necesitaba en su vida era una familia”, explicó Mati.

Aesha se encuentra en varias etapas de su vida al mismo tiempo: es una niña pequeña e inocente, una mujer joven con toda una vida por disfrutar y una sobreviviente que ya ha pasado más de lo que cualquier persona debería.

Su psicóloga dice que su inteligencia no se ve sólo en cómo aprende, sino que también se ve en la forma en que manipula a la gente. Lastima a los demás antes de que la lastimen a ella. Trata de sobrevivir.

Shiphra Bakhchi, que dirige un consultorio privado de psicología, dice que más allá del estrés postraumático, Aesha tiene algo parecido a un trastorno de personalidad.

Bakhchi explica que los estudios son mixtos, pero ella cree que el trauma que sufrió pudo provocar el trastorno. Aún así, también es posible que ella ya haya tenido el trastorno desde antes del ataque.

Bakchi dice que el trastorno es responsable del comportamiento tan cambiante de Aesha, donde las cosas son en blanco y negro. Desde su punto de vista de la chica, una persona en cualquier momento es o un diablo o un ángel. Su estado de ánimo cambia impulsivamente. En un minuto está sentada en las piernas de una de sus tutoras abrazándola y en el otro está gritando.

“En verdad espero que en algún momento pueda ser una joven normal que solo pasó un trauma”, expresó Bakchi. “Quiero tanto eso para ella. Hay tanta gente que la quiere. No podría estar en mejores manos”.

Mati y Jamila quieren lo mismo para su nueva hija, pero están en desacuerdo. Mati ya no la quiere tratar como a una niña pequeña que no se puede valer por sí misma. El hombre asegura que, para crecer y ser independiente, necesita aceptar más responsabilidad y no tener su desayuno ya preparado todas las mañanas. Jamila entiende, pero dice que le rompe el corazón.

“No tuvo tiempo de ser una niña. No tuvo nada de tiempo”, explicó Jamila. “Actúa como niña ahora porque tiene la oportunidad de hacerlo. No hay nada de malo con eso”.