(CNN) – El debate sobre la inmigración a menudo se centra en detener el flujo de personas que entran ilegalmente a Estados Unidos y qué hacer sobre la seguridad de las fronteras hacia el sur. Pero aquí hay un hecho al que no se presta mucha atención: los asiáticos son ahora, por encima de los latinos el grupo más grande de los recién llegados a Estados Unidos cada año.
En 2010, el 36% de los nuevos inmigrantes fueron asiáticos en comparación con el 31% de hispanos, según un informe publicado este martes por el Pew Research Center.
Este es un cambio significativo desde hace una década, cuando el 19% de los inmigrantes eran asiáticos y el 59% eran hispanos.
“Ellos ya eran una parte importante de la historia de la inmigración. Y parece que en los últimos años se han convertido en la parte más importante”, dijo Karthick Ramakrishnan, un politólogo de la Universidad de California en Riverside, y experto en inmigración Asiático-Americana y participación ciudadana.
Ramakrishnan dijo que si las tendencias continúan, los asiático-americanos jugarán un papel más importante en la conformación de la sociedad estadounidense y quizás, en un año electoral, tendrán un impacto más significativo en las urnas.
“Este es un momento importante para ver la inmigración como lo que es -que es mucho más complicada y diversa que estar deportando a los inmigrantes ilegales”, dijo Ramakrishnan, en referencia al debate suscitado por el cambio de la política migratoria del presidente Barack Obama la semana pasada para salvar a algunos jóvenes indocumentados de la deportación.
El exhaustivo informe del Pew sobre los asiático-americanos encontró diferencias importantes entre los asiático-americanos y otros grupos de población en Estados Unidos. También arroja luz sobre la diversidad entre los estadounidenses de origen asiático, que a veces se estremecen con la amplitud de la categoría que cubre todos los países de origen asiático, desde Afganistán hasta Corea del Sur.
La encuesta del Pew mostró que, en todos los ámbitos, los asiático-americanos están más satisfechos que otros estadounidenses con sus vidas, las finanzas y la dirección del país.
También le dan más valor al matrimonio tradicional, la familia y la paternidad y, por lo general, poseen una fuerte ética de trabajo.