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Por Rose Arce

Nota del editor: Rose Arce es una productora en CNN y colaboradora para Mamiverse, un sitio web para latinas y sus familias. Fue productora de “Latino in America 2”.

(CNN) —En el Día del Padre el papá de nuestra hija estaba en la playa.

No era cualquier playa, sino Fire Island, la meca de Nueva York para los hombres ricos, bronceados, fiesteros y homosexuales. Luna, nuestra hija, estaba con sus dos madres decorando un plato de cerámica que le regaló a sus padres varones con la inscripción: “Amo a Papá y a Papi”.

Papá y papi lo tuvieron fácil.

Rene y Dan estuvieron allí para escuchar sus primeras palabras y ver sus primeros pasos. La acompañan a soplar sus velas de cumpleaños y a posar para la cámara en días festivos. Se deleitan con el amor incondicional entre padre e hijo. Pero su paternidad viene sin meses de cambiar pañales, años de insomnio, de interrumpir la vida social y de horas perdidas en berrinches. No ven los montones de cuentas por ropa, niñeras y escuela.

Esta ganancia inesperada para los padres vino hace ocho años cuando mi pareja, Maria, y yo decidimos buscar un amigo hombre para que fuera posible para nuestra familia de dos mujeres tener un hijo.

Rene fue nuestra primera y única opción.

Lo conocimos jugando volibol y dedicamos fines de semana enteros en Fire Island para perfeccionar nuestras habilidades en la arena y bebiendo un arcoíris de cocteles escarchados. Nos la pasamos muy bien con este chico.

Queríamos a alguien de origen latino, como nosotras, divertido, guapo e inteligente, amoroso y amable. Queríamos a un hombre que amara a los niños y entendiera la importancia de tener un padre en tu vida, pero no estuviera buscando ese papel de tiempo completo.

Rene era todo eso y además tenía largas pestañas y labios rojos. Era el niño genio de una familia muy unida, había perdido a su padre muy joven y cuidó a su hermano pequeño y a su madre con amor. De alguna manera, podíamos ver a ese hombre dentro del perpetuamente bronceado jugador de volibol de playa.

También estaba en una relación larga y estable con Dan, otro hombre de guapura renacentista que había sido un exitoso chef y dueño de un restaurante, y lo dejó todo para volverse especialista en teñir el cabello.

Les preguntamos, les gustó la idea, y un día brindamos y emprendimos una familia. Si todas las decisiones en la vida fueran tan fáciles…

No hablamos sobre muchos detalles más allá del más importante: que estábamos agradecidas por la ayuda para construir nuestra familia, pero que era nuestro hijo. Firmamos acuerdos de donación y nos vimos a los ojos mientras explicábamos que el padre cedería los derechos de paternidad para que mi pareja pudiera completar una adopción de segundo padre. También prometimos que seguirían siendo su papá y papi y siempre podrían estar presentes en la vida del bebé.

Pensamos que tomaría años que hubiera un bebé real. Durante las siguientes dos semanas, me hicieron pruebas para detectar cualquier obstáculo de salud posible para el embarazo y un especialista en fertilidad me dijo que debería comenzar con la fertilización in vitro.

La idea de un donante conocido era, para este médico, riesgosa e inconsciente, sin una serie de pruebas y teníamos que dejar al esperma en cuarentena durante 12 meses. Mientras tanto, Rene comenzó a vestir ropa interior holgada y se sometió a todo tipo de pruebas que declararon a su esperma saludable.

Estábamos preparados para esperar un año, pero durante un examen rutinario esa semana mi internista desde hacía 15 años sugirió otro plan. “No tienes ningún problema de fertilidad”, dijo. “Y este hombre es totalmente saludable. ¿Por qué no hacen esto ustedes mismos?”.

La siguiente semana, menos de un mes después de nuestra primera discusión de paternidad, decidimos hacer ejercicios de prueba. Temerosos de que todos estuviéramos nerviosos, decidimos practicar. Dan ordenó a Rene tomarlo seriamente y dejar de beber y fumar. Mi pareja insistió en que tomara vitaminas y suplementos, aunque era el momento erróneo del mes para concebir.

Tuvimos muchos amigos en situaciones diferentes que pasaron años tratando de embarazarse, así que queríamos comenzar bien este largo proceso. Rene vino para la sesión de práctica antes de irse al aeropuerto para un viaje de negocios. Entró al baño y salió rápidamente con la cara roja para entregarnos un vaso que se veía casi vacío. Corrió mientras Maria y yo estábamos en la cama riéndonos por lo tonto que sería este proceso y calculando los costos potenciales de la fertilización in vitro. Mi examen de embarazo dio positivo 10 días después.

Después de nueve meses de cientos de malteadas saludables y seis baby showers (incluyendo uno en Fire Island), los papás se encontraron caminando fuera de la sala de partos mientras Maria cortaba el cordón umbilical de bebé Luna. En sus primeros cinco minutos de vida, cuatro nuevos padres habían llorado por ella.

Tenía en mis brazos 2,98 kilogramos de mini Rene, un aspecto que no ha cambiado en siete años. Camina y habla como él y heredó su belleza y timidez. Aun así, no ve complejidad en la composición de su extensa familia.

Un juez firmó para que fuera la hija legal de Maria mientras era una bebé y recibimos un certificado de nacimiento con los nombres de ambas. A los tres años de edad Luna explicaba: “Mis padres son dos mamás, pero necesitaban ayuda para tener un bebé, así que también tengo dos papás”.

Era muy simple para ella, aunque hubiera momentos raros entre nosotros. Rene y yo a veces vamos juntos a eventos formales y es difícil explicar por qué somos tan cercanos. A veces explicamos: “Es la mamá, o el papá, de mi bebé”, lo que llevaba a una confusión incómoda o risas de las personas que conocen la verdadera historia.

Ambos somos latinos, una comunidad plagada de altas tasas de embarazos no deseados y madres solteras. Es irónico para nosotros que legalmente estoy clasificada como madre soltera, cuando nuestra hija tiene una abundancia de padres.

Sus pequeños amigos también lo encuentran gracioso. Algunos se maravillan de la idea de tener padres “extra” y cuentan los regalos extra de Navidad y de cumpleaños. Nuestras familias están contentas de que hayamos roto la expectativa de que los hijos homosexuales no te dan nietos. ¿Y quién no querría cuatro conjuntos de abuelos cariñosos y una legión de tíos y tías?

También fuimos realmente afortunadas con los dos papás. Los chicos estuvieron listos, aunque no estuvieran obligados, a ayudar en todo tipo de tareas grandes y pequeñas de la paternidad. Se volvieron maestros de las manualidades y de las canciones monótonas para niños y aprendieron a preparar avena. No les molestan la interminable creación de panquecitos o las horas de tarea. La ocasional fotografía familiar renueva su paciencia.

Mientras tanto, ella piensa que son maravillosos. Cuando compraron una casa de campo el año pasado, designaron un cuarto para ella con una cómoda cama y un conejo de peluche en una silla mecedora antigua. Ella estaba feliz.

La semana pasada los visitamos y pasó un día entero jalándolos de la mano para regar el jardín, hacer hamburguesas al carbón, pintar cerámica e ir de compras. Anduvo en bicicleta sola por primera vez mientras todos la animábamos. Esta niña nunca podrá quejarse de no recibir suficiente atención, con cuatro cámaras de teléfono apuntando hacia ella para mandar una grabación de cada logro a cuatro cuentas de Facebook e Instagram.

No todas las familias con padres homosexuales tendrán lo mismo. Algunas mujeres que conocemos prefieren donadores anónimos porque quieren claridad. Algunos hombres prefieren que sus hijos sean exclusivamente suyos. Nos gusta nuestra decisión. Somos sin lugar a dudas los padres de Luna, pero hay un lugar especial para los papás, forjado con nuestra confianza y enriquecido por su amor.

Ella sabe de dónde vino y que sus papás lo hicieron posible. Y nosotras también.