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(CNN) — A primera vista, las hipnotizantes fotografías del artista austriaco Klaus Pichler pueden ser malinterpretadas como un grupo de anuncios estilizados. Toma un momento digerir —perdón por el doble sentido— que estás viendo fotografías de comida en estado de descomposición.

En una de estas fotos aparece una que piña cuelga encima de un antiguo plato dorado, y su piel, antes amarilla, ha dado paso a un mohoso verde luminoso; en otra, unas remolachas morado oscuro yacen cómodamente en un elegante florero de porcelana con delgadas láminas de filamentos grises acumulándose en su piel.

La idea es simple: “exponer la contradicción entre la belleza de los productos alimenticios y la horrible realidad del sobreconsumo y el desperdicio”, explicó Pichler.

El título de la serie es Un Tercio y se deriva de un reporte de la Organización para la Alimentación y Agricultura de la ONU (FAO) publicado en 2011 y que reveló una estadística escalofriante: un tercio de todos los productos alimenticios en el mundo se desechan sin ser consumidos.

Dependiendo del tipo de comida en cuestión, esta cifra cambia de entre 25% y 75% y, en su conjunto, llega a 1.300 millones de toneladas de alimentos comestibles desechados cada año.

En un mundo en el que aproximadamente 925 millones de personas sufren de hambre crónica, las implicaciones morales son severas. Pero las consecuencias ambientales que no están documentadas son casi igual de alarmantes.

De acuerdo con un reporte de la organización ambientalista Greenpeace, la industria alimenticia es responsable del 30% del total de emisiones anuales de carbono.

“El sistema de producción alimenticia dominante se basa en combustible fósil en todos los niveles”, dijo el doctor Martin Caraher, profesor de Alimentos y Políticas de Salud en la Universidad de Londres. “Se necesita combustible para hacer el fertilizante, para las granjas y tractores, para el procesamiento de los alimentos, para empacarlo y para transportarlo a las tiendas”. Pero la comida no solo es responsable de la emisión de carbono por su producción y transporte, ya que genera más emisiones una vez que se tira a la basura.

“Un porcentaje significativo de la comida del hogar que se desecha termina en los rellenos sanitarios, en donde produce CO2 y gas metano”, explicó Richard Swannell, director de la prevención de desechos en el Programa de Acción de Desechos y Recursos del Reino Unido (WRAP, por sus siglas en inglés). “El metano es 23 veces más potente que el CO2 como gases de efecto invernadero”, añadió.

Como tal, WRAP calcula que cada tonelada de comida y bebidas desechadas equivale a casi 3.8 toneladas de emisiones de gas invernadero que de otra manera pudieron haberse evitado.

“Aplicando este factor a la cantidad del desecho de alimentos en el Reino Unido, nos lleva a un estimado de 17 millones de toneladas de CO2 en el 2012, el equivalente a las emisiones de 1 de cada 5 carros en nuestras calles”, dijo Swannell.

Y sin embargo un estudio reciente reveló que un 40% de la comida que tiran los consumidores europeos todavía está en su empaque original cuando aterriza en el bote de basura. Todo esto hace que nos preguntemos: ¿Por qué tanto desperdicio?

Pichler dice que el toque de ‘alto nivel’ tipo revista de modas en sus fotografías reflejan lo que él ve como “sobremercantilización” de alimentos como un accesorio de modo de vivir.

“Con programas incontables de cocina y anuncios más seductores que nunca, la comida se ha convertido en una gran parte de la industria cultural”, dijo. “Esto, junto con la falsa economía de compras en masa, es parte del por qué la gente compra más de lo que usa”.

“Es particularmente un fenómeno occidental”, añadió.

El doctor Ulf Sonesson es un científico en sistemas ambientales en el Instituto de Alimentos y Biotecnología de Suecia, el organismo comisionado por la FAO para coordinar su reporte de desechos alimenticios.

Él está de acuerdo con Pichler en que el problema es sintomático de la cultura occidental de los bienes desechables baratos. Su investigación descubrió, probablemente de forma sorpresiva, que en Europa y en Estados Unidos, cada consumidor tira entre 95 y 115 kilos de comida al año, mientras que solo de 6 a 11 kilos de bienes comestibles son desechados por persona en el África subsahariana y en el este de Asia.

Sonesson afirma que el problema se forma en la lógica de la economía básica. A pesar de algunas fluctuaciones mercantiles recientes, el precio de los alimentos en las naciones industrializadas sigue bajando, por lo que hay menos incentivos para pensar en lo que hay en el refrigerador o para hacer un esfuerzo por evitar cocinar más de lo que necesitamos.

“Como resultado, hoy en día sabemos menos sobre cocinar y la preparación de los alimentos… Mis padres y abuelos sabían cómo usar todo”, dijo él.

¿Qué necesitaríamos para regresar el tiempo? Swannell piensa que solo requeriría una serie de modificaciones relativamente pequeñas en nuestro comportamiento.

“Por ejemplo, tomándote solo cinco minutos para revisar tu alacena y refrigerador antes de hacer tu lista del supermercado puedes evitar comprar ingredientes que ya tienes”.

“O cuando llegues a tu casa con tus compras, mete lo que puedas al refrigerador. Si tienes paquetes grandes de pollo o pescado, divídelas y congela porciones pequeñas”.

Pero no solo es culpa de los consumidores. Pichler dice que los supermercados son culpables de desechar grandes cantidades de alimentos por razones aparentemente frívolas.

“Hay una tendencia en los supermercados por presionar a los productores de alimentos para que les entreguen productos “perfectos”. Esta presión es la culpable de las prácticas comunes de descartar alimentos y destruirlos inmediatamente después de cosecharlos por imperfecciones menores”, apuntó.

“Más aún, no es inusual para las cadenas de supermercados el adquirir un exceso de alimentos a propósito, para que los anaqueles puedan estar totalmente atascados de artículos perecederos hasta la hora del cierre”, dijo.

Pero la corriente puede estar cambiando. Swannell apunta que a pesar de que lleva mucho tiempo sucediendo, finalmente, en algunas naciones la gente ya se da cuenta del problema. Él señala que durante el 2007, el Reino Unido tiró 8,3 millones de alimentos, pero para el 2010 esa cifra ha caído a 7,2 millones.

Solo el tiempo dirá si el resto del mundo industrializado seguirá la tendencia.