Por Kyle Knight, especial para CNN
DOLPA, Nepal (CNN) – Ram Bahadur Jafra y sus dos hermanos se agachan sobre el campo, escarbando el pasto y mirando a la tierra. Han viajado cinco días a pie a una pradera en el Himalaya a 4.300 metros sobre el nivel del mar en el distrito Dolpa, en Nepal. Llegaron, como decenas de miles lo hacen cada año, para recolectar un producto altamente valioso del suelo en alturas: el hongo de la oruga del Himalaya, también conocido como el ‘viagra del Himalaya’.
El hongo de oruga, llamado “yartsa gunbu” en tibetano (“hierba de verano, gusano de invierno”), es un espécimen creado cuando un hongo parásito infecta a las orugas subterráneas que normalmente producen polillas.
Después de que el hongo momifica la oruga bajo tierra, se asoma en la tierra. Es esta pequeña protuberancia que los recolectores pasan semanas buscando cada primavera.
Alrededor de cien personas se arrastran en el campo en silencio hasta que uno de ellos suelta un grito emocionado. Decenas corren para ser testigos, Jafra es el primero en llegar.
La mujer que descubrió al espécimen usa un picahielos para remover la tierra y cavar un hoyo de 15 centímetros de diámetro. Luego levanta un trozo de tierra y busca al espécimen. La multitud rumora su valor: “es pequeño, ¡sólo 300 ruipas! (alrededor de tres dólares)”. Un intermediario le ofrecerá ese precio, luego irá al mercado en Tibet y lo venderá por un valor tres veces mayor.
Jafra explica: “Prestamos atención cuando otras personas los encuentran. Es la primera vez que venimos. Llevamos aquí cerca de una semana. No hemos hallado nada, porque no sabemos cómo se ven, no conocemos lo que estamos buscando”.
Como muchos otros, Ram y sus hermanos viajaron para la cosecha apostándole solo a la esperanza. “Las personas en nuestro pueblo hablaron del dinero que se habían ganado, así que vinimos”, dice.
Los rumores de las ganancias no son infundados. De acuerdo a los expertos, el valor en el mercado del yarsta gunbu aumentó 900% entre 1997 y 2008.
Un estudio dice que 500 gramos de yartsa gunbu de buena calidad puede venderse hasta por 13.000 dólares en Lhasa, Tibet, o hasta por 26.000 dólares en Shanghái. El ingreso anual promedio en las colinas occidentales del campo nepalí, en donde viven los recogedores, es de apenas 238 dólares, según el Gobierno.
La policía en Dolpa espera que 40.000 personas migren al distrito este año. La llegada de recolectores migrantes muestra el nivel del aumento de la comercialización global del yartsa gunbu. Apreciada en las medicinas tibetana y china por su poder como elixir o afrodisíaco, en años recientes el nombre comercial del producto ha sido el ‘viagra del Himalaya’, lo que ha aumentado tanto la demanda como el valor mercantil alrededor del mundo.
Pero la oleada sin precedentes de recolectores tiene a los observadores preocupados por los impactos ambientales de este boom económico informal.
“Miren las colinas”, dice Gyalpo Thandin, estudiante en Dolpa, “están llenas de gente excavando. Para el próximo año serán desiertos”.
Thandin, quien regresaba a casa para la colecta, recuerda cuando la temporada de yarsta gunbu representaba una práctica local, no una competencia comercial. “Hace sólo cinco años, los números eran menores”, dice. “Cada año vemos más personas venir y más pastizales se ven afectados. Las personas vienen a escarbar la tierra con herramientas y la dejan secar”.
El estudiante dice que los yaks de su familia se han muerto en los inviernos anteriores debido al poco pasto que queda tras la colecta.
Las medidas de protección ambiental ofrecen algo de esperanza. Hace seis años, un comité de líderes comunicados en Dolpa sugirió un sistema de impuestos a los recolectores en un esfuerzo por controlar las cifras y asegurar que la comunidad local siga resistiendo en medio de los cambios ambientales.
El comité le cobra a los habitantes mil rupias (11 dólares) y a los extranjeros 3.000 ruipas (33 dólares) para estar en la recolecta. El sistema busca gastar el dinero recogido para desarrollar medidas de protección ambiental y para subsidiar el alimento para los pueblos del distrito.
Existen sistemas similares en áreas de cosecha a lo largo de los Himalaya. No obstante, algunos se preocupan de que la medida no sea efectiva.
Un exmiembro del comité que habló en condición de anonimato sugiere que cobrar la admisión a la colecta sólo la ha vuelto más valiosa, y como resultado ha atraído a más recolectores. “El objetivo del sistema era cobrarle a la gente y por ende limitar el número de personas que quieren venir, pero ponerle un precio a la entrada puede realmente estar incitando a más personas”, dice.
Un experto en el hongo de oruga del Himalaya, el ecologista y geógrafo Daniel Winkler, cree que el futuro de la colecta depende de muchos factores, como la intensidad de la colecta, la lluvia y el cambio climático.
“Siglos de colectas indican que el hongo de oruga es un recurso relativamente fuerte”, dice.
Pero su investigación sugiere que la sobreexplotación está contribuyendo a que menos esporas de hongo estén en la siguiente temporada. Winkler cree que la educación es un elemento clave para promover la conservación sostenible de los recursos.
“El conocimiento de la reproducción de los hongos… y establecer una fecha final de la temporada de colecta, podrían permitir que haya suficiente dispersión de esporas para garantizar la sostenibilidad”, agrega.
Como las comunidades en Nepal, uno de los países más pobres del mundo, se enfrenten con la necesidad económica y el creciente deseo de commodities de alto valor como el yartsa gunbu, los esfuerzos conservacionistas requerirán la cooperación entre líderes a nivel local, distrital y nacional. No hay duda que esta ‘fiebre dorada’ impulsa las economías locales. El reto es mantenerla para las generaciones futuras.