Por Irene Chapple
(CNN) — Mientras pasean por la plaza Syntagma en el centro de Atenas, María Papanagiotaki y Aristóteles Skalizos se detienen a descansar en una soleada banca y a reflexionar sobre su futuro. Son pareja desde hace dos años y medio, y pertenecen a la generación posterior a los gobiernos militares, por lo que crecieron mientras que el país entraba en la fase moderna de su democracia.
Aunque el pasado turbulento de Grecia se fue desvaneciendo con el tiempo, el paisaje político del país se mantuvo tenso gracias al nepotismo y a la mala gestión. La hora del crecimiento había llegado. Grecia se incorporó al euro en 2001 y el dinero de los expatriados volvía al país a raudales. El país celebró sus Olimpiadas en 2004, llenándose de orgullo.
Sin embargo, en 2009, cuando el país reconoció que el déficit era incontrolable, se desvaneció el espejismo financiero. María, de 34 años, se vio atrapada por las consecuencias junto con la generación de Aristóteles, de 25 años, con el que mantiene una relación. Ambos pertenecen a una clase de profesionistas jóvenes que ayudará a moldear el futuro de Grecia. Juntos, deberán decidir si estarán dispuestos a soportar y a ayudar a aliviar el sufrimiento del país. Tienen puntos de vista radicalmente opuestos, lo que afecta a su relación.
A unos cuantos metros de donde se encuentra María, Aristóteles charla con un colega técnico en electrónica. Al lado, un hombre arrodillado pide limosna con una taza, una escena perturbadora, pero cada vez más común desde que las medidas de austeridad dejaron sentir sus efectos en Atenas. Las tasas de pobreza, suicidios y delincuencia han crecido junto con el desempleo y la migración. María quiere abandonar este ambiente. Sueña con vivir fuera de Grecia, en Gran Bretaña o en Estados Unidos, en donde tiene familiares. “Tengo que irme”, dice. “Tengo que irme de aquí”. Aristóteles quiere quedarse. “Quiero quedarme a pelear”, dice. “No quiero abandonar mi país”. Su lógica es clara: “Amo mi país”.
María y Aristóteles
Ellos empezaron a salir luego de conocerse en la compañía alemana de telecomunicaciones en la que trabajaban. La relación floreció cuando, en palabras de María, “se fijó en mí, nos hicimos amigos; intentó acercarse a mí de todas las formas [posibles]. Luego de ocho meses, estamos juntos”. Viven juntos, sin embargo, cuentan que su situación financiera se ha ido dificultando conforme avanza la crisis. Ambos han sufrido cortes radicales de sueldo desde abril, en parte porque ambos han visto sus jornadas laborales reducidas a cuatro días a la semana. Ahora, entre los dos ganan 1,415 dólares al mes, a diferencia de los 1,805 que ganaban hace dos años. Pagan 366 dólares de renta al mes y cerca de 79 dólares a la semana en alimentos, además de los costos adicionales de la crisis. Desde que el negocio de esculturas del padre de Aristóteles quebró durante la recesión, la pareja le ayuda a salir adelante. Ninguno votó en las elecciones del 17 de junio porque no tenían dinero para pagar el transporte que los llevaría a sus ciudades natales donde debían votar.
El Partido Nueva Democracia y su paquete a favor de la austeridad ganaron la elección a pesar del apoyo generalizado al partido de izquierda radical, Syriza. Alexis Tsipras, líder de Syriza, tiene alrededor de 30 años, igual que María. Tsipras rechazó ruidosamente las exigencias europeas que obligaban a Grecia a la austeridad, lo que atrajo a la juventud descontenta y supuso al partido obtener el voto del 33% de los jóvenes entre 18 y 34 años en comparación con el 20% que apoyó a Nueva Democracia.
El incremento es aún más dramático si consideramos que los griegos, nacidos en un país en el que la lealtad familiar está profundamente asentada en la psique nacional, normalmente votan igual que sus padres.
María, por ejemplo, pudo haber votado por Nueva Democracia, igual que sus padres. El partido encabeza ahora una frágil coalición, algo que no brinda consuelo alguno a María.
Un país que lucha por su futuro
El nuevo gobierno griego está renegociando el paquete de rescate, no obstante no se puede garantizar que el país salga adelante luego de tantos años en recesión. El país puede ver emigrar a gente como María y Aristóteles, mientras que aquellos que tienen menos esperanzas se rinden a la desesperación.
Más del 50% de los griegos en edad laboral menores de 26 años están desempleados. Quienes recién se incorporan a la fuerza de trabajo sufren más las consecuencias: las cifras de Eurostat muestran que en 2011 hubo una tasa de desempleo del 56% en la población de entre 15 y 19 años. Alrededor de uno de cada cuatro trabajadores menores de 39 años están desempleados.
Las cifras de Eurostat muestran la magnitud del éxodo de trabajadores jóvenes huyendo de la crisis. En 2010, casi el 2.5% de la población entre 20 y 30 años dejó el país; cerca del 2% de la población entre 30 y 34 años emigró ese mismo año.
Soñando con el extranjero
Quienes optan por partir deben luchar en contra del deseo de quedarse para ayudar a su familia y superar la profunda lealtad que sienten por un país que ha padecido guerras civiles, dictaduras y el gobierno de Alemania, hoy su principal acreedor.
Quienes se incorporan a la fuerza laboral cargan con una responsabilidad cultural hacia su familia. El hermano de Aristóteles, Nick, de 19 años, quiere mudarse a los Países Bajos a estudiar Arte. Holanda le atrae por su patrimonio artístico y porque “el país y el color del cielo son hermosos”, dice. Sin embargo, todo el dinero que gane —una vez que haya ganado lo suficiente para salir adelante— será enviado de vuelta a Grecia para ayudar a su familia.
Marios Aristóteles Koulouris, soldado de 23 años, también quiere irse al extranjero y estudiar Ciencias Políticas. Luego quiere regresar para romper la “conciencia de dependencia” de su generación. Él cree que Grecia debe “levantarse y desarrollar su propio poder para proteger los beneficios que goza nuestra gente. Debemos levantarnos, económica y políticamente”. Cree que la siguiente generación de griegos debe aprender el valor de la productividad. Esta crisis es una oportunidad “para cambiar la mentalidad de la gente… para abolir la mentalidad de dependencia”.
De regreso a casa
Algunos de lo que abandonaron Grecia ya han vuelto para ayudar al país que aman. Christina Psarra, de 27 años, trabaja en la organización humanitaria Médicos del Mundo y estudió en la Escuela de Economía de Londres. George Stathopoulos, quien se dedica a la banca de inversión, estudió en la Universidad de Middlesex. Aunque su educación les abrió un mundo de posibilidades, ambos rechazaron seguir una carrera en el extranjero y regresaron a Atenas.
Christina dice que cuando iba a terminar sus estudios en Londres, el año pasado, supo que era el momento de “nutrir mi corazón y no mi mente”. Christina y George describen Grecia como el país en donde siempre se cocina comida de sobra por si llega un invitado, en donde un acalorado debate deportivo termina con un brindis amistoso y en donde los padres se mantienen cerca de sus hijos cuando estos abandonan el hogar.
Sin embargo, este idílico país hoy se encuentra inmerso en la ira y el miedo. Christina, a quien le apasiona ayudar a los desvalidos y hoy trabaja con drogadictos, dice que no sabe qué es más peligroso. “Temo por los demás y por mí”, dice.
Teniendo la opción de trabajar en el extranjero, cree que podría verse obligada a irse por la falta de oportunidades en Grecia. “Tengo la oportunidad, puedo decidir vivir en el extranjero. Si no tengo otra opción, lo haré”, dice.
George cree que el país puede —de seguir el ejemplo de otros países como Turquía— reestructurarse para convertirse en una economía europea viable. La revelación de la irresponsabilidad financiera que llevó al país inevitablemente al rescate fue similar a ser descubierto desnudo en el mar cuando baja la marea, dice.
George quiere ver desentrañada a la burocracia para dar paso a las inversiones en industrias prometedoras como el turismo y la navegación. Los problemas de Grecia son estructurales, dice, y pueden verse como “un vaso medio lleno, se puede ver como una oportunidad. [Si] te das cuenta de que tienes un problema, puedes cambiar la forma en la que haces negocios”.
Su punto de vista: “No hemos perdido el juego, pero vamos perdiendo por dos goles”. Marios Aristóteles ve en el futuro de Grecia una oportunidad, no teme por el sufrimiento que aún le espera. “Mi país ha pasado por muchos grandes desastres [a lo largo] de su historia. Así que no tengo miedo”.
Para Aristóteles hay una respuesta a una cuestión difícil. Va en contra de sus deseos pero pondrá su relación con María por delante de su país. “La amo, y voy a seguirla. Me sacrificaré”, dice.